6 diciembre, 2016
Ay ay ay ay qué risa que me da: La Cope y las de antes
Por Mariel Martínez. Durante los últimos días, la página de humor “La Cope” recibió una serie de ataques machistas que iban desde insultos hasta amenazas de violación y muerte. ¿Qué es lo que molesta cuando el humor lo ejercemos las mujeres? ¿Cuántas humoristas mujeres pasaron al olvido?

Por Mariel Martínez. Diana Raznovich acompaña este diálogo con el dibujo de una pareja abrazándose apasionadamente. Da risa la pareja, da risa ese abrazo colorido que literaliza y le saca algo de peligro a una metáfora peligrosa. Mi cuerpo es mío Alberto, parece decir la rubia de ojos azules al morocho que le recita un dialogo igual de apasionado que de posesivo. Te quiero, Alberto, pero te calmás.
Diana Raznovich tal vez sea menos conocida en Argentina (pese a su breve paso por la contratapa de Clarín) que en España, donde se exilió a mediados de los ’70 porque acá había una dictadura. Diana nació en 1945, con el peronismo. No hace humor femenino: hace humor feminista.
Antes de que ella naciera, pero no mucho, ya había algunas mujeres ensayando dibujos para reírse. Niní Marshall ha sido harto conocida por su personaje televisivo, pero empezó dibujando y con otro seudónimo: Mitzi. Su sección “alfilerazos” era una crítica aguda, valga la redundancia, al competitivo mundo del espectáculo. Texto y dibujo constituyeron la primera infancia del personaje televisivo y teatral. Más adelante Maria Esther del Grosso, bajo el seudónimo Mireya -gran personaje del imaginario popular porteño- hizo lo suyo en la revista Patoruzú, y Sara Conti, hermana de Oski, dibujaba humor político antes de ser ilustradora infantil. Por supuesto que es muy difícil encontrar sus rastros: mucho más sencillo es dar con los dibujos de sus contemporáneos varones.
En los años 60 también Blanca Cotta empezó a ser una novedad: en sus recetas dibujaba y hacía chistes. También llegó a publicar en la famosa revista Tía Vicenta bajo el nombre de Cerebela. No había estudiado cocina, había estudiado letras. Por esa época María Livingston también empezó a hacer chistes. En los ’90, cuando Carlos Menem acusó a la oposición de menopáusica, la humorista se despachó con un desopilante monólogo escrito, recopilado luego por la editorial La Urraca en el libro Tirando las hombreras por el inodoro.
Nelly Hoijman, que publicó esporádicamente durante los 70 en la revista Mengano, asumió el desafío de escribir bajo la siguiente premisa: el humor tiene cara de mujer. En los ’80, una ácida Stella de Lorenzo se reía de las exigencias sociales a las que eran sometidas las mujeres. Luego Patrica Breccia, de familia de dibujantes, fue una de las primeras en crear una historieta íntegramente trabajada por una mujer.
Aunque muchos no lo sepan o no lo asuman, las mujeres nos venimos riendo hace mucho. De los otros, de nosotras y de lo que el humor machista quiere hacernos parecer: señoras gordas esperando al marido con el palo de amasar o jóvenes despampanantes que provocan con su dar la espalda el ”plop” onomatopéyico que representa desmayos de los varones y varoncitos. Sí, lo de ustedes también nos da risa. Su intento de risa no reprime nuestra carcajada.
Cuando la birra no da risa, da miedo
Umberto Eco escribió una novela que se llamó El nombre de la rosa. El hilo que mueve la ficción es la búsqueda del segundo libro de la poética de Aristóteles (ese que dijo que lo que nos diferenciaba del resto de los animales era que podíamos reír), escrito perdido en las oscuridades de la edad media, que supuestamente trabajaba sobre la comedia y la risa. La risa es peligrosa porque es corrosiva y critica y en esta novela las fuerzas medievales confabulan para envenenarla.
Otro estudioso del período, Mijail Bajtín, señalaba la misma cualidad: en la cultura popular la risa y el carnaval funcionaban para invertir, para dar vuelta, para darle un revés a un orden político y social tan injusto como estático. Reírse era reírse de los amos del mundo.
Visto de este modo, es lógico que los privilegiados tengan miedo cuando las que no gozamos de esos privilegios nos reímos. Porque la risa humaniza, critica, aúna, invierte, subvierte. Desnuda. Blanquea fortalezas propias pero también descubre las miserias ajenas.
La noticia estos días fue la serie de agresiones machistas a La Cope, personaje creado por Lía Copello, una humorista, una dibujante, que se ríe de las cosas más simples y cotidianas: nuestras desavenencias con los hombres, nuestras amigas en extremo sinceras, las ganas de seguir durmiendo, nuestros jefes explotadores, el fin de mes sin plata, el frío, el calor, las ganas de ser feliz, las ganas de comer harina, las ganas de tomar birra. Hasta acá, nada por fuera de lo que le puede pasar también a un hombre, ¿o no?
Entonces habrá que preguntarse qué pasa. Los dibujitos exitosos realizados por una minita y no por un pibe, ¿provocarán celos? Las viñetas que se ríen por igual del galancito ganador y del que hace lo que puede, ¿darán miedo? Los cuadritos que muestran lo bien que la pasamos solas o entre amigas, sin necesidad de tener un hombre al lado, ¿generarán inseguridad? Los chistes que señalan nuestras pequeñas rebeliones contra los estereotipos femeninos, contra nuestro lugar en el mundo del trabajo, contra lo que se espera de nosotras en cada esfera de lo social, ¿les estarán presagiando a algunos que se acerca galopante como un jinete fantasmal y negro algo así como el fin de sus privilegios de género e incluso también de clase?
Ojalá que sí. Ojalá que nuestra risa estrepitosa les suene a amenaza. Que nuestra risa no sólo sea antídoto contra los que nos quieren rellenar el alma de cuerpos torneados, carreras exitosas, madres ejemplares y boquitas sexys sino que también sea una flecha al corazón de los que nos piensan débiles, violables, sometibles. Quietas. Adentro. Encerraditas. Guardadas en casa. Cositas lindas. Cosita. ¡Cosita!
Ojalá. Mientras tanto, vos reíte Cope, reíte fuerte, reíte soltando baba, reíte como quieras. Total hace rato que aprendimos la diferencia oceánica que existe entre lo femenino y lo feminista. Reíte porque acá y allá, desde hace mucho, otras se vienen riendo con vos. Reíte porque la risa transforma, subvierte, empodera. Reíte Cope, por favor, que somos un montón cagándonos de risa. El miedo de los misóginos nos hace chiflar las tripas de la carcajada. Nos hacemos pis. Nos morimos de risa de los muchachitos miedosos escondidos atrás de un teclado.
Por lo demás, despreocupate.
Aunque no quieran porque ay señorita, tomaremos birra. Y aunque no quieran porque ay lo privado, tomaremos la vereda. Despatarradas de risa. Anchas. Doloridas de reír. Qué miedo nuestra salud ¿no? ¡Pero qué risa la risa!
@Mariel_mzc
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