4 diciembre, 2016
Venezuela, el Mercosur y la integración regional en riesgo
Este viernes 2 de diciembre, Venezuela quedó suspendida del Mercado Común del Sur (Mercosur). Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay ejercen la presidencia colegiada desde mediados de año, dado el rechazo hacía la insistencia de Maduro por ejercer la presidencia pro-tempore que le correspondía. Algunos elementos para pensar por qué la decisión atenta contra la integración regional.
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Por Débora Fagaburu. Este viernes 2 de diciembre, Venezuela quedó suspendida del Mercado Común del Sur (Mercosur). Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay ejercen la presidencia colegiada desde mediados de año, dado el rechazo hacía la insistencia de Nicolás Maduro por ejercer la presidencia pro-tempore que le correspondía.
La ministra de Relaciones Exteriores de Venezuela, Delcy Rodríguez, realizó descargos en las redes sociales y formalizó la utilización del mecanismo de solución de controversias. En Twitter, llamó «a los pueblos del Mercosur a no dejarse arrebatar sus mecanismos de integración, secuestrados por burócratas intolerantes». Además, sostuvo que, frente al giro hacia la derecha de los países fundadores del Mercosur, los mismos pretenden desligarse de Venezuela, por estar gobernada actualmente por hombres y mujeres de índole socialista.
El Mercosur sostiene que la suspensión se debe al desacato de ciertos requerimientos que el bloque exige para formar parte, vinculados principalmente a los ejes de: derechos humanos, inmigración y acuerdos comerciales. Cabe destacar que se estipula que no se incurrirán en reprimendas económicas.
Es importante mencionar que, desde la creación del Mercosur tras el Tratado de Asunción, en los años ’90, la presidencia pro témpore del bloque regional fue ejercida semestralmente por orden alfabético. Con excepción de 2012, cuando Paraguay estuvo suspendido por la destitución del su presidente constitucional. Y, hoy en día, el caso de Venezuela.
El 14 de diciembre, el presidente argentino Mauricio Macri es quien asumirá la titularidad del bloque. Ante la exclusión del país venezolano, que queda sin voz ni voto en la organización regional, y sin embargo, no reconoce finalmente esta situación, resta preguntarse ¿Cuáles serían los costos de salida para Venezuela? ¿Qué beneficios gana el Mercosur al tratar de expulsarla del bloque?
Equilibrios, beneficios y dilemas
Se podría considerar que tanto la integración regional como la cooperación internacional pueden maximizar las utilidades/ganancias/beneficios de los Estados, a nivel individual y colectivo, en términos paretianos. Es decir, de lograr el óptimo de Pareto.
La frontera de Pareto es la línea comprendida por el conjunto de “pagos”, donde un aumento en la ganancia de uno de los jugadores necesariamente hace que la ganancia del otro jugador se reduzca. Por debajo de esta frontera, se encuentran los puntos de “equilibrio Nash” que implican situaciones en las cuales todos los jugadores han puesto en práctica -a consciencia-, una estrategia que maximiza sus ganancias dadas las estrategias de los otros. Consecuentemente, ningún jugador tiene ningún incentivo para modificar individualmente su estrategia.
En un mundo globalizado, se podría decir que un Estado que no participa en ninguna plataforma de integración, y/o que no forma parte de alguna iniciativa de cooperación internacional, se relaciona con el mundo en un permanente “equilibrio Nash”. De esta manera, la integración y la cooperación podrían solucionar las consecuencias del Dilema del Prisionero y de la información asimétrica entre socios, por lo que debilitan las probabilidades de un conflicto en el ámbito regional y especialmente en el caso de “países en desarrollo”, los cuales suelen sufrir de bruscos ciclos económicos, descontentos sociales, y ásperos cambios en la cúpula política.
Cabe aclarar que el Dilema del Prisionero describe una situación en la que dos jugadores (compañeros de delitos que la policía ha capturado e interroga por separado), incapaces de coordinar sus estrategias, no pueden aspirar a ese resultado en el cual se maximizan sus beneficios individuales. Así, el equilibrio de Nash sería aquel en el cual ninguno de los jugadores tenga incentivo a desviarse. En este caso el equilibrio sería el par de estrategias en las cuales ambos jugadores (presos) confiesan (sus delitos).
La solución “lógica” (o la más eficiente socialmente), sería que ninguno de los jugadores confesara. Sin embargo, el equilibrio Nash lleva a una situación altamente perjudicial para las partes involucradas. Esto sucede porque los jugadores no están dispuestos o no se permiten la cooperación mutua incluso sabiendo que la cooperación puede beneficiar a ambos. Pero la repetición de las negociaciones, es decir, la confianza construida, se transforma en la base de todo relacionamiento, especialmente en el ámbito internacional, dada la idiosincrasia bajo la cual actúa cada actor.
Hay ciertos autores de las Relaciones Internacionales que afirman que cuando la interacción de las partes no está limitada por una situación única, sino que se repite una y otra vez en secuencia, la conducta de los socios sobre la base de la estrategia de “ojo por ojo” (tit for tat) desaparece en el largo plazo, para dar lugar a los resultados cooperativos racionalmente posibles.
En definitiva, la repetición del juego puede solucionar el Dilema del Prisionero en las plataformas de integración y cooperación regional, ya que a lo largo del tiempo, repetición tras repetición, los jugadores van incrementando el nivel de información, minimizando riesgos e incentivando el juego cooperativo.
El Mercosur hace más de 20 años que viene repitiendo el juego, sin embargo, los diversos procesos de negociación desarrollados aparentemente no han logrado fortalecer los lazos de confianza. Una de las variables que puede ser responsable de ello es el intergubernamentalismo.
El bloque no ejerce mecanismos de coordinación de políticas supranacionales. Una estructura de integración regional intergubernamental preserva “la totalidad” de la soberanía de los Estados participantes; las limitaciones al poder nacional son inexistentes, ya que la delegación de poderes a un órgano superior se encuentra ausente en este proceso. Entonces, los órganos estructurales funcionan apenas para representar el deseo político de cada Estado. Una instancia supranacional supone todo lo contrario: una estructura institucional autónoma y direccionada a la asistencia de las propuestas comunes, a la cual se le transfiere parcialmente soberanía de los Estados participantes.
Ello implica que el Mercosur es incapaz de impedir medidas unilaterales en situaciones de crisis económicas o políticas, como actualmente vivencia Venezuela, lo que perjudica el avance del bloque en las medidas de integración, además de agravar las asimetrías y las desigualdades en la distribución de sus costos y beneficios.
Dicho todo esto, se podría pensar que la exclusión de Venezuela del bloque inclina la balanza de beneficios hacia los países fundadores, que hoy poseen profundas diferencias en cuanto a la conducción política (ideológica) de cada país y, principalmente, en cuanto a las intenciones de suscribir el Acuerdo de Libre Comercio Birregional (ALCb) con la Unión Europea, que es una de las mayores expresiones de la brecha política.
Foto: Natacha Pisarenko / AP
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