29 noviembre, 2016
Con Fillon de candidato, el establishment francés se repliega en el conservadurismo
En la noche del domingo la derecha francesa cerró su proceso de elecciones internas de cara a las presidenciales del año próximo. El candidato de Republicanos será finalmente François Fillon, un cuadro de trayectoria en el partido, ex-primer ministro bajo la presidencia de Nicolás Sarkozy y considerado por los analistas como la alternativa más radical del partido.

En la noche del domingo la derecha francesa cerró su proceso de elecciones internas de cara a las presidenciales del año próximo. El candidato de Republicanos será finalmente François Fillon, un cuadro de trayectoria en el partido, ex-primer ministro bajo la presidencia de Nicolás Sarkozy y considerado por los analistas como la alternativa más radical del partido.
Fillon venció con comodidad en la segunda vuelta de las primarias, imponiéndose con un 67% de los votos sobre su adversario Alain Juppé. Ese era el resultado previsto, sin embargo hay que destacar que la sorpresa la dio Fillon una semana atrás en la primera vuelta, donde las encuestas lo daban relegado a un tercer lugar detrás de Juppé y del ex-presidente Sarkozy. En ese marco el ahora candidato había dado un batacazo, imponiéndose con un 43% de los votos, superando ampliamente a Juppé con 27% y dejando afuera de la carrera presidencial, y quizás afuera de la actividad política, a “Sarko”, el hombre fuerte al interior del partido.
Las encuestas no pudieron captar la tendencia de los electores de la derecha a buscar un candidato de recetas duras, ultra-liberal en lo económico y de perfil conservador en lo social. Frente a la candidatura “moderada” de Juppé, que aparecía como favorito, Fillon propone una reforma económica liberal de fondo, inspirándose -según sus propias palabras- en aquella que hizo Margaret Thatcher en la Inglaterra de los años 80.
Impulsa un gran ajuste estatal, recortando 500 mil funcionarios públicos, la quita de impuestos a las grandes fortunas y una flexibilización del mundo laboral que ponga al país “en sintonía con el mundo moderno”. Esta idea de despojar a Francia de los pocos rastros del Estado de bienestar que supo tener alguna vez, se combina con una orientación social-católica conservadora que sedujo a la derecha francesa en su búsqueda de una identidad solida. “La derecha en sus botas”, repite constantemente Fillon, haciendo énfasis en la necesidad de volver a las raíces y de disputarle así la agenda y los votos conservadores al Frente Nacional de Marine Le Pen.
De confesión católica, Fillon fue muy criticado por sus posiciones ambiguas respecto al derecho al aborto y al matrimonio homosexual. Si bien desmiente esas acusaciones, el hecho de que agrupaciones derechistas como “Sentido común”, organizadora de manifestaciones “pro-familia”, le hayan brindado el apoyo, pone un manto de incertidumbre con respecto a su política hacia estos derechos adquiridos.
“La familia, la autoridad del Estado, el trabajo, son mis valores”, había dicho el ex-primer ministro en una de las últimas entrevistas televisivas antes del domingo. Este repliegue conservador de la derecha, es un intento de sortear el tambaleo que sufren las estructuras políticas tradicionales en Estados Unidos y Europa. La profundización del discurso “identitario” nacionalista, que incluye una visión cultural xenófoba y un ataque implícito a la población musulmana francesa, parece ser el recurso del establishment francés para conservar el poder y profundizar las políticas neoliberales.
¿Y el resto?
Las demás fuerzas políticas siguieron con atención la elección del candidato de la derecha, y se preparan para enfrentarlo el próximo 23 de abril. En una primera mirada, bastante apresurada por cierto, la elección de un candidato netamente conservador abriría el espacio hacia el centro y la izquierda.
Una serie de candidatos que se presentan como de “centro”, aunque la mayoría son profundamente liberales, como François Bayrou o Emmanuel Macron, ven con buenos ojos el triunfo de Fillon.
En el Partido Socialista (PS), también se alegran de enfrentarse a un católico conservador, sin embargo la situación política del partido oficialista es calamitosa y sus chances de pasar a la segunda vuelta hoy están absolutamente desdibujadas. Inmersos en una interna salvaje, con el índice de aprobación de gestión de Hollande por el piso, el PS se encuentra sin rumbo y sin una identidad definida, luego de haber aplicado durante cinco años políticas neoliberales que aumentaron la pobreza y la desocupación en el país.
Esto favorece al candidato de Francia Insumisa, Jean-Luc Melenchon, que hoy se posiciona como el candidato de izquierda con mayor intención de voto, y quizás como la única chance de ese espacio político para tener un candidato en la segunda vuelta.
El ultraderechista Frente Nacional, podría ver en Fillon una amenaza para su caudal de votos, sin embargo estos movimientos suelen ser más complejos que la simple coordenada izquierda-derecha. Fillon, a pesar de su perfil conservador duro, es parte de la casta política responsable de la situación actual. El hecho de que haya sido primer ministro durante la muy cuestionada presidencia de Sarkozy, le pone un límite a su intento de presentarse como una novedad. Mélenchon y Le Pen en ese sentido disputan el rol de la alternativa a la política tradicional y la capitalización del descontento con la crisis económica y social francesa.
Por lo pronto Republicanos logró unificarse y ya están metidos de lleno en su búsqueda de retorno al Eliseo, con la ayuda, vale decirlo, de gran parte del poder mediático que jugó enormemente para hacer ver a la interna como la elección que prácticamente definía al próximo presidente.
Sin embargo, y en consonancia con lo que pasa en otros países, el poder de la élite mediático-política ve menguado su alcance frente a la imposibilidad de llegar a sectores de la sociedad que se han divorciado con la vida política y el sentido común “bien pensante” de la Francia republicana. La victoria de Fillon es quizás una primera advertencia para los medios y las encuestadoras de que se está produciendo un movimiento de opinión que corre por fuera de los circuitos tradicionales. Mientras todas las encuestadoras daban a Juppé como el ganador y las empresas mediáticas lo ungían como su favorito, las urnas contestaron claramente esa expectativa.
Se verá en los próximos meses cuanto margen de maniobra tienen las fuerzas políticas tradicionales para poder recapturar el capital político que han perdido en los últimos años. Lo que queda claro es que el panorama ha cambiado drásticamente y que el bipartidismo ya no funciona en “piloto automático”, el vuelco a la derecha de Republicanos es una muestra de este intento por recomponerse identitaria y políticamente y recuperar el terreno perdido.
Faltan largos meses para la contienda, pero la primera sorpresa ya aconteció. Quizás esto sea la muestra de que el desenlace de la elección está más abierto que nunca y que todo puede pasar en un contexto de crisis de la Unión Europea y de reconfiguración política a nivel global.
Manuel Tangorra, desde Lille
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