27 noviembre, 2016
La historia lo absolvió
Por Lucas Villasenin. En la noche del 25 de noviembre se transformó en una realidad la tantas veces mal anunciada muerte de Fidel. No fue en un campo de combate armado, tampoco fue el resultado de uno de los cientos de atentados planificados por la CIA. Fidel murió a los 90 años en su casa luego de haber dejado los cargos institucionales hace más de una década.

Por Lucas Villasenin. En la noche del 25 de noviembre se transformó en una realidad la tantas veces mal anunciada muerte de Fidel. No fue en un campo de combate armado, tampoco fue el resultado de uno de los cientos de atentados planificados por la CIA. Fidel murió a los 90 años en su casa luego de haber dejado los cargos institucionales hace más de una década.
Absuelto por su pueblo
Luego de que fuera derrotada la toma del cuartel Moncada en Santiago de Cuba en 1953 el joven abogado cerraba su alegato ante el tribunal que lo juzgaba diciendo: «Condenadme, no importa, la historia me absolverá». Desde entonces la prisión y el exilio fueron el destino inmediato del líder rebelde. En esos años sus ideas se difundieron por todo el país como ejemplo de dignidad e inteligencia ante un momento trágico para la mayoría de los habitantes de la isla.
Posteriormente vendría una historia bastante conocida. El desembarco del Granma, la lucha guerrillera en la Sierra Maestra y el triunfo en la guerra. Al mando del Ejército Rebelde formó parte de un gobierno provisional y ante el horizonte que proponía ese gobierno, Fidel renunciaba al cargo Primer Ministro.
El abrumador respaldo del pueblo cubano hacia Fidel expresado en las movilizaciones más masivas de la historia del continente lo llevaron nuevamente a presidir los destinos de la revolución en curso sacando del camino a los conservadores. Seis años después de su alegato había formado un ejército popular que había derrotado a la dictadura de Batista y había logrado algo más importante aún: el apoyo de la enorme mayoría de los cubanos y las cubanas para dirigir el destino de su país.
Su liderazgo fue incuestionable. Y se equivoca quien crea que el mismo puede fundarse en el autoritarismo. Ningún liderazgo de ese estilo hubiera logrado sobrevivir a coyunturas como la «guerra de los misiles» o a situaciones como el «período especial» generado por el bloqueo norteamericano en la década del noventa.
La legitimidad internacional de las causas de la Revolución Cubana, como el cese del bloqueo, la liberación de los cinco héroes o el mismo reconocimiento de Obama del fracaso de la política imperial norteamericana, muestran que el paso de los años absolvió a la Revolución de las condenas que les impusieron por defender su independencia. Fidel, como líder del proceso, es reconocido como ejemplo de la dignidad de Cuba ante el mundo.
La apertura de un camino en la historia
Con el triunfo de la revolución no sólo Fidel fue absuelto por su pueblo sino que se abrió un camino revolucionario para América Latina. Y, si esas revoluciones no pretendían ser una caricatura, tendrían que confrontar con las élites económicas y políticas alineadas a los intereses norteamericanos en el continente. Fidel enseñó que el socialismo como alternativa al capitalismo es una alternativa inexorable para quienes buscan defender la dignidad de su pueblo.
Durante las últimas cuatro décadas del siglo XX los movimientos revolucionarios del continente se inspiraron en las ideas de Fidel. Entre los mismos están desde la vía pacífica que presidio Salvador Allende en Chile hasta las múltiples guerrillas que enfrentaron a las dictaduras terroristas.
La canciller argentina Susana Malcorra declaró que con la muerte de Fidel «se cierra un capítulo importante de la historia latinoamericana». Para la frustrada candidata a presidir la ONU la palabra «revolución», es un horizonte que debe ser cerrado del imaginario de las mayorías.
Lamentablemente para sus aspiraciones, el siglo XXI en América Latina comenzó con muchas revoluciones y cambios que revalidaron las tesis de Fidel. La revolución bolivariana en Venezuela y los gobiernos de Ecuador y Bolivia se inspiran en el camino iniciado en Cuba. La creación del ALBA y la emergencia de los debates sobre el socialismo en el siglo XXI mostraron la vitalidad de ese camino.
Si para referirse al cierre de un capítulo Malcorra se inspira en el triunfo electoral de Macri o en el golpe de Estado en Brasil se equivoca. Las cientos de miles de personas que día a día salen a las calles a defender los derechos sociales luchando por una verdadera democracia también levantan las banderas que alzó Fidel y se preparan para seguir su camino. Los pueblos que luchan contra el neoliberalismo y dan la batalla de ideas por un mundo libre de opresión lo absuelven todos los días por haber marcado un camino necesario para toda la humanidad.
La centralidad de la batalla de ideas
En cualquier revolución sus enemigos buscan fraccionar a sus dirigentes y profundizar diferencias. A Fidel se lo ha querido separar del Che. Hace unos años también a Fidel de su propio hermano Raúl y de las nuevas generaciones de dirigentes.
Pensar que ante la muerte de Fidel la Revolución Cubana cambiará su rumbo es parte de las especulaciones de quienes siempre han fomentado las divisiones. El conjunto de la dirigencia cubana asume el socialismo como horizonte y es consciente de que vive en una revolución heroica que es ejemplo para millones de personas en el mundo. Debates entre compañeros sobre el lugar del mercado y el Estado en la economía o de cómo se llevan adelante las negociaciones con el imperialismo no dejan de ser discusiones entre quienes asumen un camino común para seguir defendiendo los principios de la revolución.
Todo lo demás es farsa. Fidel enseño que la palabra «revolución» es asumir el sentido del tiempo histórico, que se debe debatir entre compañeros y que corresponde rectificar mientras se mantengan los principios éticos. Fue así también que vislumbró en los momentos del mayor auge del neoliberalismo que la principal disputa que debían dar los revolucionarios era la batalla de ideas.
El combate al que convocó Fidel en los últimos de su vida no se limita a debates entre intelectuales. Su batalla de ideas consiste en demostrarle al mundo entero que el único horizonte posible para la humanidad no está en la economía y en los valores neoliberales. Además de estar absuelto por la historia, dejó tareas para hacer justo cuando el neoliberalismo está en crisis en el mundo entero.
@villaseninl
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