Nacionales

23 noviembre, 2016

Vidas marcadas por el uso de agrotóxicos

¿Cómo afecta el modelo de producción rural la vida de las personas? ¿Qué impacto tienen los agroquímicos en la salud? ¿Existen alternativas? Una aproximación a un tema tan vigente como trascendental para el futuro argentino y mundial.

La piel, seca y escamosa. Su mirada atraviesa la fotografía. Lucas Techeira vive junto a su familia en Colonia Aurora, Misiones. Tiene ictiosis, una enfermedad que lo obliga a depender de cremas y agua para mantener su cuerpo hidratado. Su vida estuvo marcada desde que su madre utilizó glifosato mientras estaba embarazada.

“Los agroquímicos o, también llamados por la sociedad agrotóxicos, son fertilizantes, insecticidas y se usan para mejorar el rendimiento de un cultivo”, definió Agustín López, Biotecnólogo e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Además, explicó que a raíz de la revolución verde, se descubrieron nuevas formas de producir, la población creció y se disparó el rendimiento de las plantaciones. “Todos los cultivos de hoy en día son terriblemente dependientes de los agroquímicos. Si no echás fertilizantes, la planta no va tener los nutrientes necesarios para rendir a largo plazo”, argumentó.

Malformaciones genéticas, cáncer, retrasos mentales, pérdidas de embarazos, obesidad, hipertensión y  diabetes tipo 2 son algunas enfermedades de la larga lista que afectan a las poblaciones que viven cerca de los cultivos. Soledad Barruti, escritora y periodista expuso en su libro llamado Malcomidos: “En Argentina hay más de 3600 formulados de pesticidas autorizados”. Y advirtió que “la norma de clasificación de venenos no tiene en cuenta qué sucede con la toxicidad subletal (la que no mata)”. Asimismo, denunció que son aproximadamente 300 millones de litros de agroquímicos que se utilizan por año en el país, que están intoxicando hasta la muerte a las 12 millones de personas que viven en zonas rurales.

El costo humano de los agrotóxicos fue el nombre del ensayo fotográfico que realizó Pablo Ernesto Piovano, fotógrafo, en 2014. En cada imágen logró documentar la vida de las personas que viven cerca de las fumigaciones en las provincias de Misiones, Chaco y Entre Ríos. “Fue duro. Entré a decenas de casas. Al enfrentarse al dolor del otro, se convierte en parte de tu dolor porque son niños muchas veces los que están postrados o tienen una malformación”, expresó. Y con respecto a su trabajo fotoperiodístico, reflexionó: “El propósito comunicacional ha funcionado más en el exterior que dentro del país. Soy un instrumento más, por eso es necesario denunciar que en Argentina somos cuerpos y territorio de experimentación”.

Frente a una realidad ineludible, hay muchas organizaciones que proponen una nueva alternativa y cultivan ‘a conciencia’ utilizando -o no- muy poca cantidad de pesticidas. David Chapenague, forma parte de la Cooperativa de Productores Familiares que producen verduras y frutas en transición agroecológica en la localidad de Escobar y reveló que “por hectárea se usa un litro de herbicida. Antes generalmente se utilizaba entre cinco y seis, lo que facilitaba la producción”. “Hay que cambiar el chip, lo importante no es la cantidad sino la calidad. El fertilizante hace que crezca más rápido y, a diferencia de los productos orgánicos, no crece de forma natural. Nosotros dependemos del sol y queremos producir bien”, agregó.

El productor enumeró las primeras verduras que están empezando a salir en su Cooperativa: zapallitos, zucchinis, chauchas, remolachas, acelga y a fin de mes -detalló- el tomate junto al pepino y la berenjena. “Por suerte, nosotros tuvimos la educación del INTA que nos acompañó y nos dio equipamiento para poder cuidar nuestra salud. Además del monotributo y la obra social que tenemos”, concluyó.

Daniel García es profesor de la Universidad Nacional de Quilmes, forma parte del proyecto «Creando Redes en Economía Social y Solidaria» (CREES) y se encarga de la distribución de verduras en transición de agroecológica en la zona norte del conurbano. “Nos fuimos articulando en una red de mercados territoriales y gracias a la Agencia INTA de Campana y con la Cooperativa de Productores Familiares de Escobar estamos logrando acercar a nuestros nodos de consumo responsable, verdura fresca directamente del productor al consumidor”, detalló. Y resaltó que convocan a las personas a comprar ‘el bolsón’ desde la quinta hacia los lugares donde se encuentran los nodos. “El beneficio es que se empezó a producir verdura localmente en transición agroecológica y cambiaron las lógicas de comercialización de los productores”, finalizó.

Lucas es sólo una de las tantas personas invisibilizadas de la industria alimentaria argentina. Otro futuro es posible.

Belén Masello y Antonella Pisetta

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