23 noviembre, 2016
Procesan nuevamente al escritor Pablo Katchadjian por El Aleph engordado
Katchadjian fue procesado en el juicio que la viuda de Borges le iniciara en el año 2011 por plagio. El increíble fallo del juez Carvajal da por acreditado que el escritor «defraudó los derechos de propiedad intelectual que le reconoce la legislación vigente a María Kodama», descartando el argumento de que se trató de un «experimento literario».

El escritor Pablo Katchadjian fue nuevamente procesado en el juicio que la viuda de Jorge Luis Borges le iniciara en el año 2011 por plagio, un delito que, según la ley 11.723, prevé una pena de hasta seis años de prisión. El increíble fallo del juez Guillermo Carvajal da por acreditado que el escritor «defraudó los derechos de propiedad intelectual que le reconoce la legislación vigente a María Kodama», descartando de plano el argumento de que se trató de un «experimento literario».
El origen de la historia, con vetas fantásticas borgeanas por lo insólito del reclamo de Kodama y su reciente aval judicial, comienza cuando en 2009 el escritor publicó a través de la editorial independiente Imprenta Argentina de Poesía (IAP) una obra que, pese a sus 50 páginas y 200 ejemplares de tirada, estaba destinada a generar polémica. El Aleph Engordado se basa, como queda clarísimo desde el título, en el famoso cuento de Borges, al que Katchadjian engorda interviniéndolo, intercalándole frases, palabras y hasta alguna situación ausente en el original.
Un ejemplo del procedimiento sería la siguiente oración en la que Borges presenta a dos de sus personajes (resaltamos las palabras agregadas por el literato procesado): «Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada como una torre italiana: había en su andar (si el oxímoron es tolerable) una como graciosa torpeza, un principio de éxtasis racional, una decisión involuntaria; Carlos Argentino es rosado, considerablemente rosado, canoso, de rasgos finos y afilados«. Con este procedimiento el cuento de 4 mil palabras de Borges pasa a tener casi diez mil.
En su momento, el escritor César Aira había destacado que la intervención «lúdica e infantil» de Katchadjian»realiza dos operaciones donde parece efectuar una»: «Aquí amplía un cuento famoso, pero además el cuento que amplía es El Aleph«, lo cual justifica plenamente el procedimiento porque, según Aira, esto sintoniza con “la ampliación latente en el centro del Aleph, es decir en el Aleph mismo” (recordemos que el Aleph borgeano ubicado en el subsuelo de la famosa casa de la calle Garay es «un punto que contiene todos los puntos del universo»).
María Kodama es, desde la muerte de Borges en 1986, albacea y única heredera de los derechos de su obra. Desde entonces, con mentalidad de almacenera, busca trabar legalmente toda publicación que pueda “beneficiarse” del corpus borgiano. Borges es de su exclusiva propiedad. A lo largo de los años Kodama viene administrando con mano de hierro la fundación que lleva el nombre de ilustre escritor (y que se arroga el monopolio de la ‘correcta interpretación de la obra de Borges’, como plantea en su página sin vergüenza alguna por el dislate), siempre buscando maximizar ganancias a través de decisiones tan cuestionables como la de mudar la obra completa de editorial (de Planeta a Random House Mondadori, por apenas unos pocos millones de euros) o republicar textos como El tamaño de mi esperanza, colección de ensayos de la que su autor supo abjurar avergonzado.
En su momento, Kodama también llevó a juicio al crítico literario francés Pierre Assoulin, que se atrevió a cuestionar las decisiones editoriales de la joven viuda, a la editorial Alfaguara y al escritor español Agustín Fernández Mallo por la edición de un libro basado en otro famoso texto borgiano: El hacedor (de Borges), Remake.
En el caso del juicio a Katchadjian iniciado en 2001, en primera instancia los jueces decidieron absolverlo, teniendo en cuenta que la referencia a la obra era explícita («no es un plagio porque ningún plagio es abierto sobre sus fuentes», supo afirmar el escritor) y que además el autor es reconocido por diversos experimentos literarios sobre textos famosos (uno de ellos ha sido un sorprendente Martín Fierro ordenado alfabéticamente). Pero los abogados de Kodama apelaron y la causa llegó a la Cámara de Apelaciones, que en primera instancia confirmó el sobreseimiento y luego, gracias a los fallos de los jueces Gustavo Hornos y Eduardo Riggi, decidió darle la derecha a la querella, estableciendo además un embargo de 80 mil pesos sobre los bienes del acusado.
En aquél momento, ante la evidente torpeza de la acusación, escritores y personalidades impulsaron una campaña de defensa de Katchadjian e incluso se realizó un acto de desagravio en la explanada de la Biblioteca Nacional. Finalmente, en agosto de 2015 la Sala V de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Nacional dictó la falta de mérito, pero no sobreseyó al escritor, como reclamaba su defensa. En cambio, se ordenó una pericia sobre el texto El Aleph engordado.
La pericia culminó en estos días, comprobando lo evidente, es decir, que el texto de Katchadjian se basa en el de Borges. A partir de eso el juez Guillermo Carvajal puso su firma en un fallo tan terminante como vergonzoso: «Tengo por acreditado que Pablo Esteban Katchadjian defraudó los derechos de propiedad intelectual que le reconoce la legislación vigente a María Kodama». Y sigue: «Surge en forma palmaria la alteración del texto de la obra de Borges por parte del evaluado, dejando caer por tierra el descargo intentado por este último, en cuanto pretende explicar que la publicación de El Aleph engordado obedece simplemente a una experimentación literaria». El lamentable fallo también desecha como atenuante que el autor no haya pretendido beneficiarse económicamente (fueron apenas 200 ejemplares que circularon de mano en mano) planteando que «el perjuicio económico no tiene por qué existir en los delitos contra los derechos intelectuales». También se establece un nuevo embargo de 30 mil pesos.
Sería esperable que la comunidad literaria, y cualquier persona con dos dedos de frente, reaccione nuevamente con indignación frente a esta verdadera imbecilidad judicial. Y se plantee la defensa del derecho de creación y de experimentación artística por sobre los legalismos más egoístas y vetustos en defensa los derechos de propiedad sobre la obra de un autor que no sólo ha muerto hace 30 años sino que a esta altura ya debe ser considerado universal y no propiedad de la persona que lo acompañó circunstancialmente en sus últimos años.
Pedro Perucca – @PedroP71
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