23 noviembre, 2016
Las mujeres palestinas son las más afectadas por la escasez de agua
El seminario “La participación de las mujeres en el acceso y la gestión del agua: el caso de Palestina”, realizado este martes en Madrid, concluyó que las mujeres palestinas son las más afectadas por la escazes de agua en la región, debida al absoluto control israelí del recurso considerado un derecho humano y su distribución no equitativa.

Este martes 22 el Centro de Estudios de Oriente Medio de la Fundación Promoción Social de la Cultura organizó en Madrid el seminario “La participación de las mujeres en el acceso y la gestión del agua: el caso de Palestina”, del que participaron personalidades y especialistas como Amira Hass, periodista del diario israelí Haaretz; Amin Nawahda, ingeniera Civil y Ambiental de la Agricultural Development Association de Palestina; Yara Zayed, directora de Deem Company for Collective Development, de Palestina o Randa Siniora, directora general del Women Center for Legal Aid and Counseling, de Palestina.
Entre los objetivos del encuentro se contaban: promover el derecho humano al agua potable y al saneamiento en Palestina como presupuesto de partida para un desarrollo sostenible, presentar buenas prácticas en materia de acceso y gestión del agua impulsadas por organizaciones internacionales y sensibilizar a la población española sobre la situación del derecho humano al agua desde la perspectiva de las mujeres palestinas.
Una de las conclusiones principales del encuentro fue que la escasez de agua en Palestina afecta principalmente a las mujeres del ámbito rural, que dependen de la agricultura para sobrevivir. La Organización Mundial de la Salud estima en 100 litros la cantidad mínima de agua por persona (incluyendo agua para beber, ducharse, lavar los platos, etc.) por día. En Palestina el consumo es de menos de 70 litros per cápita, mientras que en Israel se superan los 280 litros.
Palestina posee uno de los acuíferos más importantes de la región en Gaza, pero este es controlado férreamente por Israel a partir de la guerra de 1967 (cuando también tomó control de otro importante acuífero en los Altos del Golán, en territorio sirio). Si bien el derecho internacional establece que en los recursos acuíferos trasfronterizos deberían ser distribuidos equitativamente, Israel se apropia del 88% del agua de Gaza y entrega a Palestina apenas el 12% restante. En Cisjordania se transfirió parcialmente el control del agua a la Autoridad Nacional Palestina, pero la empresa israelí Mekorot sigue controlando el 55% del suministro.
En este contexto, las mujeres palestinas son las que más sufren el impacto de la escasez del fluido, principalmente porque tienen sus movimientos por el territorio más restringidos que los hombres. Estas dificultades se perciben particularmente en zonas rurales donde a veces tienen que recorrer kilómetros, con trayectos muchas veces complicados por vallados y retenes israelíes, para conseguir la provisión de agua para sus familias. Según estudios recientes, una de cada cuatro familias palestinas tiene al frente una mujer que mantiene a varios miembros.
El impacto del control sobre el agua se hace sentir particularmente en las zonas rurales de Palestina donde la agricultura constituye una actividad tradicional y una fuente de ingreso insustituible para las mujeres del ámbito rural. El manejo discrecional de Israel sobre el agua destina la mayor parte a los asentamientos ilegales de colonos, condenando a la sequía a los agricultores palestinos, a los que además les prohíbe la perforación de pozos y a veces hasta la acumulación del recurso en tanques o cisternas.
Elena López-Gunn, fundadora de Icatalist (empresa de innovación y consultoría dedicada al análisis de sistemas socio-ecológicos y la elaboración de estudios ligados al agua), planteó que las mujeres embarazadas son particularmente afectadas porque necesitan beber más agua durante el período de gestación. Además, denunció que el tiempo que invierten las mujeres y niñas palestinas en recoger agua, que puede llegar a ser de varias horas diarias, impacta negativamente en la posible dedicación a otras tareas, incluyendo la educación.
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