18 noviembre, 2016
Nafta Súper returns
Este miércoles se estrenó Nafta Súper, miniserie que continúa la historia de esa gran versión marginal y conurbanera de la Liga de la Justicia que imaginó Leonardo Oyola. La serie es todo lo que los fans podían esperar y más, aportando una ráfaga de aire fresco a la anquilosada televisión nacional. Nafta Súper arrancó con todo.

Este miércoles a las 22.30 Space estrenó los dos primeros capítulos de la miniserie spin-off de ese exitazo cinematográfico que fue Kryptonita, a principios de este año. Van a ser 8 episodios, emitidos durante 4 miércoles en tandas de a dos. Como sucede con la televisión gringa, por aquí también parece que los productos más interesantes están en la pantalla chica. La vara estaba alta, porque Netflix nos malacostumbró a ver muy buenas series. Pero Nafta Súper se la banca mucho. La cosa apenas arranca y ya ruge la leonera, mi general.
La gran versión conurbanera de la Liga de la Justicia salida de la fecunda imaginación de Leonardo Oyola primero fue novela (Kryptonita) y luego película. Según supo contar el mismísimo Tigre en una entrevista de cuando recién habían empezado a grabarse los primeros episodios, los directivos de Space se le acercaron con la propuesta de transformar la historia en serie apenas después del preestreno en el Festival de Cine de Mar del Plata de este año.
Y allí fueron Oyola y Nicanor Loreti, decididos a embarcarse en una nueva aventura audiovisual. Creían, con razón, que aún había mucho para contar del universo Kryptonita. Convocaron a los mismos actores (salvo Nico Vázquez, que fue reemplazado por Darío Lopilato) porque querían repetir y hacer crecer esa mística enorme que caracterizó a la propuesta desde un primer momento. Y para eso hacía falta una banda de amigos y amigas, que bancaran espalda con espalda contra quien se anime a uno de los productos más originales y valientes de la TV.
La historia se sitúa diez meses después de aquella tremenda noche de aguante en el Paroisién de Isidro Casanova en que el Pini casi pierde de una vez y para siempre. El hombre de acero del conurbano había llegado herido por un traicionero cristal verde de Heineken y la bonaerense quiso aprovechar para pasarlo a valores, pero la banda (el Fede. el Faisán, Juan Raro, el Ráfaga, la Cuñataí-Guirá y Lady Di) lo soldadeó hasta el alba salvadora.
Después tuvieron que dispersarse, guardarse un poco. Pero ahora los están cazando. En los dos primeros episodios de media hora ya se abrieron una cantidad de incógnitas, se comienzan a ver los piolines de un plan que comienza por una siniestra suplantación de identidad del Señor de la noche. ¿Y quién será ese tipo que rosquea con el Pelado y le exige que traiga de vuelta al Pini? En cualquier caso, el plan no hace más que reunir a la banda, en peligro pero, precisamente por eso, nuevamente junta (para nuestra alegría).
La reunión será en el Moni-Moni, un cabaret dirigido por la una felina Miyi (gratísima sorpresa de Jazmín Stuart, a la que le basta un rato en pantalla para ser el más interesante de los personajes nuevos), acompañada por las chicas del bar que son todas un lujo de superpoderes barriales que pueden ir desde una versión matancera de Zatanna, que conoce el poder de los hechizos al vesre, hasta una originalísima Boquita que puede romper las botellas de la barra a fuerza de puteadas de tablón.
Ahí están todos, menos el mismísimo Nafta Súper que aparece sólo en flashbacks en estos dos capítulos iniciales. Uno de estos es precisamente el de una de las escenas de la novela que más se extrañó en la película, el secuestro de Carozo y Narizota para cumplirle el sueño del pibe al jefe de la banda que andaba bajoneado. La serie, como la película, se mueve tan cómoda en el límite de lo bizarro que se anima a jugar esa carta de ternura retro sin recurrir al ridículo, en un registro que a estas alturas ya sabe manejar con soltura y es parte de un código compartido con la otra banda, la de los fieles seguidores que también saben disfrutar del momento como chicos que salieron a pasear.
Más allá del fuerte despliegue publicitario del canal y de que cada uno de los actores y el mismo Oyola arengaron a full el estreno en las redes, está claro que el agite no cayó en saco roto. Todos esperábamos con ansia que llegara el día. Hay una banda de fans muy seguidora y manija que es parte de la mística que rodea al fenómeno y que, seguramente, el miércoles se fue a dormir feliz.
Con el antecedente de la película, dábamos por descontado el altísimo nivel actoral de la Lady Di de Lautaro Delgado, del Tordo de Diego Velázquez y del Ráfaga de Diego Cremonesi. Palomino se hace desear en pantalla en estos primeros episodios pero ya sabemos que es un groso. Y el resto del elenco no desentona para nada, ni la banda vieja ni las nuevas incorporaciones.
Y técnicamente está todo bien. Está claro un gran laburo de producción, los escenarios lucen convincentemente decadentes, hay cameos divertidos y efectos especiales que sin ser de otro planeta funcionan perfectamente en la estética de historieta elegida, se ven coreografías de combate laburadas y, como no podía ser de otra manera estando Oyola por ahí, el soundtrack es una gloria nostálgica.
En fin, ideal para agendar y quedar los miércoles a las 22.30 con amigos y amigas, para después cervecear en un tercer tiempo de intercambio acerca de los miles de guiños cinéfilos y referencias comiqueras. Que el Precinto 13 es por Carpenter está claro, pero ¿cuál era el libro que leía el personaje de De Caro? ¿El villano llamado Vidrio será alguna versión del Flash Reverso? ¿Cuál de los poderes de J’onn J’onzz tendrá el insuperable Juan Raro de Carca? ¿Cuál es el rollo jodido entre Lady Di y la Tigresa del Oeste? Etcétera. Y así hasta cualquier hora.
Si bien esto es apenas el inicio, pareciera notarse incluso más libertad, soltura y toma de riesgo que en la película. Está claro que esto es mérito del pulso de Loreti y del libro de Oyola, pero seguramente hubiera resultado imposible sin una apuesta arriesgada de Space por un producto absolutamente diferente y mutante como éste, que reluce como kryptonita verde en la oscuridad de una pantalla chica en penumbras a fuerza de repeticiones, calcos y copias de productos importados que dejaron de ser interesantes hace una década. Ahora sólo falta que el inmenso Nafta Súper de Palomino tenga el protagonismo que todos estamos esperando y que rompa todo. Vamos la banda.
Pedro Perucca – @PedroP71
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