América Latina

16 noviembre, 2016

En Brasil la crisis no tiene fin

Por Micaela Ryan. Aunque los medios argentinos omiten mencionarlo, la situación en Brasil es cada vez más grave y tensa. Este silencio se basa a que los asesores del marketing político que dirigen el país son conscientes que en el ideario de la mayoría de la población latinoamericana, Mauricio Macri y Michel Temer están enlazados.

Por Micaela Ryan. Aunque los medios argentinos omiten mencionarlo, la situación en Brasil es cada vez más grave y tensa. Este silencio se basa en que los asesores del marketing político que dirigen el país son conscientes que en el ideario de la mayoría de la población latinoamericana, Mauricio Macri y Michel Temer están enlazados.

Este emparentamiento se basa en la cercanía de sus perfiles y similitudes en sus planes y medidas de gobierno pero también porque ambos simbolizan el inicio de una etapa política en la región de claro corte conservador. Dentro de sus formas de hacer política, ambos construyen poder a través del control de los medios de comunicación, que en su estrategia constituyen la herramienta principal para acceder al gobierno.

Pero el conglomerado del marketing, principal expresión del neoliberalismo en la política, tiene fallas. Carece de planificación en el mediano y largo plazo, omite analizar los efectos colaterales, repite recetas sin considerar variables que hacen particular a un país o a una región, homogeneizan públicos y, sobre todo, los subestiman. Temer y Macri ya están unidos: ambos representan una etapa donde el pueblo perdió derechos.

La situación en Brasil es mucho más crítica de lo que puede percibirse desde el sur del continente, incluso desde las mismas pantallas brasileñas. Tres imágenes de la actualidad son suficientes para evidenciar esta situación.

Primera imagen

La primera es una movilización masiva de trabajadores públicos realizada el 16 de noviembre contra el paquete de medidas de ajuste del Estado en la legislatura estadal de Rio de Janeiro, cuna del Partido del Movimiento Democrático de Brasil -PMDB, que lidera Temer-. Un batallón especial de la Policía Militar (PM) repite su ritual de bombas aturdidoras y gas pimienta contra los miles de manifestantes, que comienzan a dispersarse.

En ese momento, dos oficiales de la fuerza abandonan el cordón policial y se unen a los manifestantes, que los reciben acaloradamente y los abrazan. «No queremos participar más de esto”, dirá uno de ellos, más tarde. Esta acción, que fue filmada por un manifestante, se viralizó en las redes sociales debido a que refleja el sentir de gran parte de los brasileños.

Las movilizaciones en rechazo al nuevo gobierno, que se unificaron bajo la consigan “Fora Temer”, se han vuelto parte del paisaje cotidiano en las calles de las principales ciudades del país. Aunque se han reducido en masividad, el descontento social crece a medida que la crisis económica se profundiza y el ajuste impacta de lleno sobre los trabajadores.

Uno de los sectores movilizados de mayor importancia son los jóvenes y adolescentes que durante más de un mes han mantenido más de mil establecimientos educativos ocupados en rechazo a la reforma educativa que recorta el presupuesto para esa cartera y que Temer impuso por decreto. Entre la juventud, el rechazo al presidente -cuya popularidad llegaba al 14% a principios de octubre- es aún mayor.

Esto se debe a que Temer está cumpliendo su objetivo principal: llevar adelante, en el menor tiempo posible, un proceso de extranjerización de la economía que permita a las empresas trasnacionales hacer uso de la infinita cantidad de recursos naturales en Brasil, que incluyen el Pre Sal (mayor reserva de petróleo en plataforma marina en el mundo) y el Amazonas, el pulmón verde y una de las fuentes de agua dulce más grandes del planeta.

Las movilizaciones, protestas y huelgas se suceden día a día, en un país de 200 millones de habitantes cuyas opiniones hegemoniza el multimedio Rede O Globo, grupo empresarial del primer anillo de alianzas de Temer.

Segunda imagen

La segunda imagen se vincula a los escándalos de corrupción, relacionados principalmente a la Operación Lava Jato que involucra incluso al mismo Temer.

Pero el jueves 10 de noviembre un nuevo caso se asentó sobre el presidente, luego de que los abogados de Dilma Rousseff lo denunciaran ante el Tribunal Supremo Electoral por haber recibido 295 mil dólares por parte de la constructora Andrade Gutiérrez para el financiamiento de la campaña presidencial.

Desde inicios de 2016, Temer ha acusado a Rousseff de ser responsable de esta donación fraudulenta. Otavio Acevedo, miembro de la firma, aseguró esta versión ante la Justicia. Pero hace una semana se presentaron pruebas que demuestran que el dinero fue dirigido a Temer. Lo determina la copia de un cheque emitido en julio de 2014 por la empresa de un monto de 295 mil dólares con destino al fondo de campaña del PMDB.

cheque

Aún así, el desvelo de Temer no son las movilizaciones populares, a las que opta por reprimir mientras se acrecienta la presencia de las Fuerzas Armadas en la cotidianeidad interna del país, ni las denuncias por corrupción que ya parecen no generar tanta indignación entre la población. El miedo de Temer es Lula da Silva.

Tercera imagen

La tercera imagen es la de Lula entrevistado por el reconocido director de cine norteamericano, Oliver Stone. “Mire, tenemos una guerra aquí en Brasil”, dijo el ex presidente sin rodeos. “Está llevándose adelante un proceso de violencia contra la democracia. Hay todo un trabajo de construcción de una teoría mentirosa para justificar el derrocamiento de Dilma y la criminalización del Partido de los Trabajadores (PT)”, sumó. Lula lo desafió, como quien invita a medir fuerzas: “Si me quieren derrotar, van a tener que ir para la calle a disputar conmigo”.

lulastone

Temer sabe que, a pesar de sus intentos, el dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) continúa siendo la principal figura política del país con mayor intencionalidad de voto para ser presidente. Él, por su parte, cada vez está más lejos de ser legitimado en los marcos democráticos donde la opinión de la población es tenida en cuenta.

Por ahora, su aspiración a ser candidato a presidente en 2018 se desvanece. La única posibilidad que tiene implica remover a Lula de la arena política, como ya logró con Dilma. Y la única forma de conseguir eso es encarcelándolo. Lo alienta desde una táctica evidente, en la que se instala como un “punto neutral”, aunque los votantes-espectadores saben que eso no existe, o si existe, aburre. “Una eventual prisión de Lula puede causar inestabilidad en el país”, dijo Temer ante los medios.

La pregunta radica en qué pasará si Lula va preso. La distancia segregacionista de la clase política brasileña con el enorme pueblo que dirigen puede traerles más de una sorpresa. Aunque la idea lo seduce, Temer avanza con precaución.

Tal vez sea el único que comprenda que un golpe contra Lula puede hacerlo caer a él también.

@LaMicaRyan

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