América del Norte

13 noviembre, 2016

Entender a Trump

Por Lucas Villasenin. El triunfo de Donald Trump en la elección presidencial de Estados Unidos es el punto cúlmine de debates políticos que se han abierto en el mundo a partir de los últimos resultados electorales.

Por Lucas Villasenin. El triunfo de Donald Trump en la elección presidencial de Estados Unidos es el punto cúlmine de debates políticos que se han abierto en el mundo a partir de los últimos resultados electorales.

Cómo ganó Trump

Donald Trump tiene una fortuna, según la revista Forbes, valuada en 4.100 millones de dólares. Sin embargo él sostiene que el número se eleva a diez mil millones.

A pesar de contar una trayectoria que lo vincula con a los micro-climas empresariales y de los medios de comunicación, tuvo en contra desde el primer momento de su campaña a Wall Street y a los principales canales y diarios del país. Todos ellos vieron en el empresario a un personaje que buscaba desestabilizar el sistema político que tantos beneficios les daba.

Su discurso beligerante y su promesa de dar solución a múltiples demandas que emergen en la sociedad como parte de las consecuencias de la crisis que estalló en 2008, lo transformaron en una referencia que iba por fuera de las vías conservadoras del bipartidismo norteamericano. Ni el aparato del Partido Republicano, ni las campañas mediáticas en su contra o el poder del lobby financiero lograron frenar la construcción política de Trump que retomaba el lema de Richard Nixon «Make America great again» («Hacer América grande de nuevo»).

Crisis en el mundo de las ideas

Las coordenadas del pensamiento neoliberal en el mundo instauraron algo así como una «anti-política». Desde el libro La condición posmoderna de Jean -François Lyotard (publicado en 1979) han surgido una infinidad de propuestas que asimilan la política al marketing y a la gestión de lo dado sacando la dimensión conflictiva de la misma. Los argumentos de esta «anti-política» fueron una respuesta ante la crisis de los ideales de la modernidad y principalmente del marxismo. Esta prédica vino acompañada de la idea de un «fin de la historia» con tintes claramente conservadores.

Por otro lado, desde las tradiciones progresistas y de izquierda predominó el pensamiento de resistencia anclado en los intereses materiales de las clases sociales y en la lucha de las mismas que se dan en el seno del poder político. Enormes movimientos sociales han intentado traducir las luchas por sus derechos en alternativas políticas así como también se suele apelar sistemáticamente a las condiciones de vida de la población para justificar resultados electorales. Asimismo, un argumento de por qué triunfan fuerzas que no favorecen estos proyectos se suele sustentar en las ideas de que quienes logran su éxito lo hacen por sus enormes recursos financieros y comunicacionales.

En ambas posiciones la política como esa esfera permeada por las relaciones sociales vigentes tendría un margen muy acotado para transformar la realidad. En una posición la política como herramienta de transformación ya no existía más pues había que dedicarse a gestionar. Y, con la otra, habría que esperar un momento oportuno en el que los oprimidos de la sociedad comprendan que los poderosos no solucionan sus problemas y entonces erigirían a las fuerzas progresistas o de izquierda para defender sus intereses.

En esta elección ganó la política como esa capacidad de acción para quebrar o conservar las relaciones de poder existentes. El triunfo de Trump es un ejemplo de falencias en ambos esquemas.

En primer lugar el magnate ha logrado llegar a la presidencia confrontando con los dispositivos económicos y mediáticos más poderosos del mundo. Ha hecho política deliberadamente para romper con lo políticamente correcto. Ha destruido los pronósticos de encuestadoras, ha vencido sobre operaciones mediáticas y ha derrotado la tranquilidad con la que atravesaban la crisis los operadores de Wall Street.

Se equivocan quienes ven en el empresario a un líder de la anti-política pues la política es fundamentalmente asumir que el poder no se limita a la administración de lo dado y hay una lucha por el mismo. Trump ha derrotado a la anti-política representada por Hillary Clinton.

El segundo aspecto se vincula con los intereses inmediatos de las clases oprimidas descontentas con las consecuencias de la crisis económica. En estos contextos quienes se ven frustrados ante las respuestas del poder político no necesariamente se vuelcan hacia liderazgos que propongan una defensa estricta de sus intereses.

Un ejemplo de ello está en los estados industriales de Michigan y Wisconsin. Allí desde la década de 1980 no ganaba ningún candidato republicano y en la interna demócrata Sanders le ganó a Clinton. Todas las encuestas anunciaban el triunfo demócrata pero el discurso en contra del establishment y de las políticas comerciales neoliberales de Trump le permitieron hacerse con inesperados triunfos.

No subestimar a los pueblos

Las propuestas y las escenas que vinculan a Trump con el machismo y la xenofobia son conocidas. Durante la campaña una infinidad de analistas se apoyaron en el argumento de que la nueva composición de la sociedad norteamericana haría imposible que un candidato con su perfil pudiera triunfar.

Es sano para la política internacional que haya indignación con el éxito de un candidato semejante. Lo que no sería correcto es asumir que la mayoría de los norteamericanos lo sean o defiendan esas ideas que Trump ha levantado a partir del resultado electoral. En esta elección quien ha ganado ha logrado 250 mil votos menos que su adversaria y han participado solo el 56% de los habilitados para votar.

Además, así como se pretendió atacar a Trump por su xenofobia y machismo no se hizo hincapié en las ideas que atrajeron a sus votantes: hacer América grande de nuevo contra quienes llevaron al país a la crisis.

Durante el último año el triunfo del Brexit, el plebiscito en Colombia y el triunfo de Trump han destrozado los pronósticos centrados en el poder de los partidos políticos tradicionales, los medios de comunicación y los intereses de las élites económicas. En todos estos casos las fuerzas de la derecha más conservadora ideológicamente ha sabido construir triunfos electorales apelando al pragmatismo y a nuevas herramientas políticas.

En 2016 hubo experiencias renovadoras desde la izquierda y el progresismo también. La consolidación de Unidos Podemos como alternativa en España, la campaña en la interna demócrata de Bernie Sanders, el buen resultado del Frente Amplio en Perú o el reciente triunfo en la alcaldía de Valparaíso en Chile del Movimiento Autonomista son ejemplos de ello. En todos los casos continúan siendo insuficientes para transformar las correlaciones de fuerzas actuales. Un tiempo de reflexión para una nueva acción está planteado para las fuerzas de este campo político en el mundo entero.

@villaseninl

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