Cultura

10 noviembre, 2016

“Porque está en Netflix” y otras razones para ver The O.C.

No es una serie de culto, no se destaca por sus actuaciones brillantes, pero sin duda es la marca de una época… y ahora está en Netflix. The O.C., una no tan típica serie de adolescentes ricos de California que sin duda vale la pena (volver a) ver.

A mediados de octubre Netflix subió las cuatro temporadas completas de The O.C., la serie que fue emitida por la cadena Fox entre 2003 y 2007 y contaba la historia de los adinerados habitantes de Newport Beach, la ciudad costera de Orange County.

Una historia típica, adaptada al siglo XXI

The O.C. no dista mucho en su argumento general de cualquier otra historia adolescente de la televisión estadounidense. Se trata de jóvenes en sus últimos años de secundaria en busca del amor, pasando el rato con amigos y definiendo hacia donde irá su futuro: trabajar o ir a la universidad.

Su joven creador, Josh Schwartz -al comenzar la serie tenía apenas 26 años- reconoció haberse inspirado originalmente en Dawson’s Creek, sin embargo logró darle un giro propio de la época. A diferencia de la mayoría de las producciones televisivas de ese estilo y que se habían realizado hasta el momento, The O.C. aborda temas como el consumo de drogas, el alcoholismo, el embarazo adolescente, la violencia de género, la corrupción. También trata el tema de la homosexualidad, tanto entre los adultos como los jóvenes.

Además, en un EEUU marcado por el comienzo de la guerra de Irak y al quiebre de la multinacional Enron que sería un anticipo de la crisis financiera que llegaría tiempo después, las referencias a la realidad de aquellos años se cuelan sin problema en los guiones.

Personajes más complejos de lo esperado

El protagonista principal de la serie, aunque no por eso el mejor personaje, es el joven Ryan Atwood (Benjamin Mckenzie, hoy estrella de Gotham), un muchacho problemático de Chino, un suburbio de Los Ángeles. Adoptado por Sandy Cohen (Peter Gallagher), un abogado progresista que trabaja en el Ministerio Público, Ryan será el eje disruptivo que vendrá a transformar la “normalidad” de Newport.

Por su parte, más allá de su trabajo y postura ideológica, Sandy está casado con Kirsten Nichol (Kelly Rowan) una típica White Anglo-Saxon Protestant (WASP) de California, hija del magnate de la construcción Caleb Nichol.

Ambos viven en una mansión frente a la playa, junto a su hijo también adolescente Seth Cohen (Adam Brody), por lejos uno de los personajes más recordados y mejor logrados. Seth es un completo inadaptado, neurótico, marginado en la escuela y fanático de los cómics que, a pesar de su potencial nerd no deja de lado su perfil propio de un joven de Orange County que navega y anda en skate. A esto se le suma su bien trabajada ironía y, por supuesto, Chrismukkah.

El cuarteto adolescente -y de parejas-, lo completan Marissa Cooper (Mischa Barton) y Summer Roberts (Rachel Bilson).

Marissa es vecina de los Cohen y la más popular de la escuela Harbor que al principio sale con el capitán del equipo de waterpolo (no sabemos por qué, pero no juegan fútbol americano). Su historia de idas y venidas con Ryan, así como los problemas con su arpía madre la irán llevando por un camino de desbarranco donde la veremos pasar de ser la niña buena que organiza eventos escolares a una alcohólica y drogadicta -para los parámetros de Newport- que se acuesta con un “chico malo” todo tatuado.

En cambio Summer hará un camino diferente. Amor imposible de Seth, irá evolucionando para pasar de ser una adolescente superficial, a una activista política universitaria.

Aunque no hay espacio para hablar de todos los personajes, sin duda Julie Cooper (Melinda Clarke) -madre de Marissa- merece una mención. Su pasado en la pobreza -similar al de Ryan- es muy bien ocultado por esta manipuladora y trepadora mujer que supo convertirse a fuerza de su inteligencia, astucia y maldad, en la más snob de todo Newport.

Dos temporadas buenas, una mediocre, una pésima (spoiler alert)

Sin duda lo mejor de The O.C. se vio en sus primeras dos temporadas. La adopción de Ryan, su inclusión progresiva en la familia Cohen y la evolución de su amistad con Seth se va concatenando muy bien en los primeros episodios. En paralelo corren las historias de separación de los Cooper, nace el amor con Marissa (con el loquito Oliver de por medio y la aparición de Theresa directo desde Chino… golpeada y embarazada). Seth va perfilando su gran performance, dejando de ser aquel joven excluido para ir convirtiéndose en el galán por el cual se pelean dos mujeres.

El final de esa temporada: tan memorable como triste. Ryan yéndose de la casa de los Cohen a hacer su vida de adulto, trabajando para mantener a su presunto hijo por venir. Seth dejando al amor de su vida. Marissa comenzando su camino de ida con el alcohol a partir del casamiento de su madre con Caleb Nichol. Todo con la excelente interpretación de “Hallelujah” cantada por Jeff Buckle (búsquenla).

La segunda temporada arranca con solvencia, tirando con de todo y sumando cuatro nuevos personajes que serán las parejas de nuestros cuatro protagonistas. Sin embargo eso irá decantando a lo largo de los episodios y solo Zach -el novio de Summer- llegará con algo de resto al final de ese año.

The Bait Shop, el bar regenteado por Alex (pareja de Seth y luego de Marissa) será el lugar donde aparecerán varios grupos de música indie del escenario californiano del momento como The Killers o Death Cab For Cutie. Es que si hay algo que reconocer a The O.C. es justamente eso: la integración de la música en toda la serie, manteniendo la fidelidad a un estilo.

https://www.youtube.com/watch?v=ZnSHZ9USUWo

Ya para la tercera temporada las cosas empezaron a tomar giros más repentinos y bruscos: Sandy al frente del Newport Group, Kirsten alcohólica y Marissa en su decadencia definitiva con el peor final de todos: su muerte (provocada por las ganas de la actriz de irse de la serie y no por decisión de los guionistas).

La cuarta y última temporada vio la audiencia caer estrepitosamente. Sin Marissa hicieron solo 16 episodios (y no 24 como en las anteriores). Afortunadamente el último capítulo con el casamiento de Seth y Summer y la imagen de un Ryan arquitecto haciendo con un niño lo mismo que hizo Sandy con él, dejaron una sensación de que -a pesar de todo- The O.C. iba a dejar su huella.

A casi una década de aquel final, gracias a Netflix podemos volver a la casa de la piscina y a ese verano eterno y adolescente, mientras de fondo suena “California here we come… ¡Californiaaaaa! ¡Californiaaa!”.

Santiago Mayor – @SantiMayor

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