30 octubre, 2016
Salud mental: «El proyecto del Centro de Neurociencias Aplicadas es contrario a la ley»
Ángel Barraco, integrante de la Red por la Plena Implementación de la Ley de Salud Mental, analiza en esta entrevista las implicancias de la creación de un «Centro de Neurociencias Aplicadas», contemplado en el presupuesto porteño para 2017. El proyecto comprende la «reconversión y refuncionalización» de diversos hospitales neuropsiquiátricos de la Ciudad de Buenos Aires.
A partir del descubrimiento de que en el Presupuesto 2017 para la Ciudad de Buenos Aires se destinan 650 millones para un «Centro de Neurociencias Aplicadas», que implicaría la «reconversión y refuncionalización» de diversos hospitales neuropsiquiátricos de la ciudad, se ha abierto un debate acerca de si el proyecto no entra en contradicción con las leyes de Salud Mental a nivel local y nacional.
Para profundizar en el tema, desde el programa LlevaloPuesto, de FM La Tribu, dialogaron con Ángel Barraco, integrante de la Red por la Plena Implementación de la Ley de Salud Mental.
– ¿Podés explicarnos qué implica la creación de este «Centro de Neurociencias Aplicadas»?
– En el presupuesto de la Ciudad para 2017 se ha detectado una inversión de obra, a nivel plurianual, de 650 millones que están destinados no sólo al hospital Moyano y Borda sino también al Tobar García (hospital infanto juvenil de salud mental), al Alvear (de emergencias), y también al Centro de Salud Mental Ameghino.
Esto implica una orientación político, científica e ideológica, si se quiere, de parte del conjunto gobernante en el área de salud en la Ciudad de Buenos Aires y también de Nación, es decir, el poder político, el conjunto gobernante del macrismo, junto a la corporación médico-psiquiátrica hegemónica que tiene prácticamente el poder de nombrar a todos los funcionarios como de hacer todos los cambios que se les ocurra dentro del sistema sanitario de la Ciudad.
Para que se entienda, tanto la ley 448, de la cual soy co-autor, como la ley nacional 26.657 apuntan a un cambio de paradigma en la atención psiquiátrica. ¿Qué quiere decir esto? Históricamente viene funcionando un sistema que nosotros llamamos de lógica manicomial o de mecánica asilar. En esos hospitales que ya están pasados de moda -no sólo en la historia sino sobre todo en función de la atención que brindan-, las personas quedan depositadas prácticamente de por vida, sobre todo aquellos pacientes que por su condición social no tienen posibilidades de otro tipo de atención. En ellos hay personas en un estado de cronicidad. Personas que, como decía Pichón Riviere, están más internados por pobres que por locos. Y esa direccionalidad que se le da al presupuesto del año 2017 implica contrariar absolutamente lo que expresan las leyes de salud mental.
– ¿Qué implica, en este cambio de paradigma que explicabas, el cambio de hospitales neuropsiquiátricos a polo de neurociencias aplicadas?
– Digamos que hay un cambio substancial por lo que implican las neurociencias. Hoy esta palabra está de moda, sobre todo porque tiene un gurú comunicacional que es el doctor Facundo Manes, que ha cobrado cierta celebridad a partir haber operado a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Manes escribes y sale en los grandes medios de comunicación llevando adelante una concepción en la que el padecimiento mental o psíquico es explicado exclusivamente desde una perspectiva cerebral, anatomo-orgánica-funcional y, obviamente, genética. Esto es un cierre, una mirada unidimensional del padecimiento, dejando por fuera justamente todo aquello que aparece cada vez con más notoriedad, que son las variables que atraviesan a una persona en su existencia en una sociedad. No tiene en cuenta los condicionantes sociales, culturales y económicos que inciden definidamente en muchos padecimientos.
– En este paradigma de la manicomización prevalece la idea de la internación, también muy asociada a los psicofármacos y a la industria que está por detrás… ¿dónde podría estar el eje de un modelo distinto para enfrentar este tipo de situaciones?
– Son varios aspectos, uno tiene que ver con trabajar en la sociedad respecto del prejuicio de que el padecimiento mental está asociado a lo peligroso, vinculado con el delito y lo criminal. Y nada más alejado de esa realidad. Por eso la ley de Salud Mental nacional, sancionada en 2010, modificó ese criterio de peligrosidad por el de riesgo cierto o inminente para sí o para terceros. Y así figura, en concordancia, en el nuevo Código Civil. Entonces quiere decir que lo que hay que modificar es un modelo de atención que ya está perimido.
Estas grandes instituciones, que en épocas anteriores llegaron a tener hasta 3 mil camas, quedaron desalentadas porque su único producto es ni más ni menos que suprimir la subjetividad humana y quitarle todos los derechos al interno. En realidad la atención de una problemática de salud mental debe contar con la misma legalidad que la atención por un problema orgánico. La misma consistencia que la que puede recibir cualquiera de nosotros al concurrir a un hospital por un problema traumatológico o cardíaco.
El ser humano no puede ser escindido entendiendo que en una parte se trata el cuerpo y en otra la mente. Es precisamente el factor de segregación y discriminación que viene actuando en los sistemas sanitarios, el que marca que hay que tener alejado o apartado a toda persona que sufre mentalmente. Y esto es parte de una cultura que hay que modificar.
Lo otro es ver qué hacemos en lugar de esas grandes unidades de internación. Bueno, allí está desplegado en ambas leyes que hay que abrir camas de internación en hospitales generales para que sean internaciones breves y controladas.
Hay que marcar también que hoy indudablemente están en una avanzada para destruir la concepción interdisciplinaria. La atención del padecimiento mental debe ser hecha por un equipo interdisciplinario. La historia viene demostrando que la atención desde una sola visión, la de la psiquiatría, no resuelve la mayoría de los problemas que se presentan en un amplio espectro de padecimientos. Y la concurrencias de otras disciplinas y prácticas -como la psicología, el trabajo social, la intervención de una enfermería especializada, la musicoterapia y tantas otras disciplinas- le dan mayores respuestas y posibilidades a quién padece. Y aún con todos esos recursos, revertir un padecimiento mental es bastante complejo, lo que nos da la dimensión de cómo tenemos que considerar a la salud mental, que es algo mucho más complejo que una ciencia exacta. Algo que el positivismo médico pretende reinstaurar desde los procesos biológicos.
– ¿Cómo juega el tema de los psicofármacos en este escenario?
– Esto está totalmente concatenado con la más poderosa industria de la Tierra, que es la farmacéutica. Justamente la venta de psicofármacos también está incentivada por estos modelos que pretenden suplantar una atención mucho más integral por la cama y el psicofármaco.
El problema hay que empezar a verlo no sólo como algo que incumbe a quienes están internados en las grandes instituciones o quienes tienen un padecimiento mental. El concepto de las neurociencias, y su desarrollo en el mundo, da cuenta de que esto es un problema mucho más grave que apunta a la medicalización de la sociedad. Hoy se trata de avanzar hacia la medicalización de situaciones muy comunes de la vida: algo traumático, un duelo por una pérdida familiar, una situación de ruptura en una vida de pareja, etc. Se pretende ingresar a la mayor cantidad posible de la población en las necesidades de prescripción médica.
Esto es muy grave porque este mecanismo que se pretende instaurar, obviamente de la mano del mercado, nos está generando un daño muy grande. Sobre todo a la población infantil. La semana pasada se votó una ley de dislexia y anteriormente una de autismo, que también pretenden instaurar esta modalidad, van a generar mucho daño y mucho costo para los Estados y para los privados que tenemos que solventar la salud.
Foto: Página/12
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