23 octubre, 2016
Detrás del límite a los superpoderes, más superpoderes
Por Federico Dalponte. El gobierno busca restringir las reasignaciones al 10% del presupuesto. Ello significa el doble del límite propuesto por el kirchnerismo en 2009 y cinco veces lo utilizado durante los últimos años. “Democradura”, el término usado por Macri en 2006 cuando surgió el debate.

Por Federico Dalponte. El diputado Mauricio Macri solía faltar a las sesiones del Congreso. Pero cada tanto asistía a alguna. El 2 de agosto de 2006, mientras el mundo político discutía la consagración de los «superpoderes», el entonces legislador alzó la manó y habló.
Dijo, entre otras cosas, que el uso de esta herramienta cavaba “aún más profundamente la fosa de la institucionalidad argentina”. Mencionó que se afectaba la calidad democrática, que ello era peligroso y que los modelos de concentración del poder solían fracasar.
Hoy, una década después, el hombre es presidente y procura aprovechar los instrumentos legados por el kirchnerismo. La otra cara de la pesada herencia.
En efecto, el pasado viernes ingresó a la Cámara Baja un proyecto que -según los autores- pretende limitar esos «superpoderes», haciéndolos más débiles, más humanos. Los firmantes son Marcos Peña y Alfonso Prat Gay. Pero aunque la proclama es noble, lleva impregnada la marca de la historia más reciente.
En aquel recordado 2006 el presidente era Néstor Kirchner y su iniciativa superpoderosa abrió un debate sobre la figura del jefe de gabinete. El puesto lo ocupaba el hoy massista Alberto Fernández y fue él quien inició el sistema de reasignaciones a discreción bajo la nueva ley.
Antes, a partir de 1997, luego de la sanción de la Ley de administración financiera y de la reforma constitucional, el sistema funcionaba en los hechos casi igual. Se solía incorporar al final de cada año, con la aprobación del presupuesto, la facultad delegada por el Congreso al Ejecutivo para concretar esas readecuaciones.
Fueron así casi diez años de una delegación anual, que Kirchner procuró tornar definitiva con su propuesta. En 2009, sin embargo, luego del conflicto campestre y frente a unas elecciones legislativas adversas, la presidenta Cristina Fernández propuso la autolimitación como respuesta a las críticas. En concreto, que no pudiesen hacerse reasignaciones por más del 5% del presupuesto.
La iniciativa, por supuesto, descolocó a los bloques opositores, que la recibieron con beneplácito pero no tardaron en redoblar la apuesta y reforzar las objeciones: “Los superpoderes siguen vigentes si se destina a ellos un 5% del presupuesto”, opinó por ejemplo Patricia Bullrich.
En ese sentido, los bloques unidos de la UCR, el PRO, la Coalición Cívica, el Partido Socialista y otros lograron imponer así un proyecto alternativo, más riguroso que el original, para asegurarse el control parlamentario de las reasignaciones. Como consecuencia, el proyecto fue frenado en el Senado y archivado en 2012 sin sanción definitiva.
Lo paradójico, años después de aquel debate, es que el límite que hoy proponen los socios de Cambiemos es del 10%, el doble de lo que planteó el Frente para la Victoria en 2009. Se dirá, claro, que ese monto proyecta rebajarse al 7,5% para el 2018 y al 5% para 2019. Pero hay más.
Si se analizan los datos oficiales de ejecución presupuestaria, se observa que la reasignación de recursos suele mantenerse, año tras año, en cifras cercanas al 1% del total. Incluso por ello, cuando se debatió en 2009 la autolimitación propuesta por el kirchnerismo, una de las quejas más certeras -por ejemplo de Claudio Lozano- era que, en la práctica, el tope estaba puesto muy por encima de lo que realmente se utilizaba. El periodista de La Nación Mariano Obarrio concluía incluso con desdén: “La cifra es casi simbólica”.
Y tal vez lo era. Y lo es. Antes y ahora, máxime cuando en la ciudad de Buenos Aires, gobernada por el PRO desde 2007, el límite a las readecuaciones es precisamente del 5% -y no del 10%-. Y más: si en efecto el proyecto termina siendo tratado en el Congreso junto al presupuesto, tanto desde el Frente para la Victoria como desde el bloque Justicialista, ya advirtieron que darán pelea contra el artículo 51. Allí, según advirtieron, se le otorgan facultades extraordinarias a Marcos Peña. “Lo que limitan por un lado lo dan por el otro”, se quejó Héctor Recalde.
En cualquier caso, lo cierto es que los poderes extraordinarios no lo serán menos a partir de ahora. Dice el proyecto oficial que el presupuesto “requiere una razonable flexibilidad para no convertirse en un obstáculo de la ejecución”. Y dice también que es necesario que “el presupuesto no adolezca de rigideces que le impidan constituirse en un instrumento eficaz para la administración”.
Aunque similares, los extractos pertenecen a dos proyectos distintos de dos oficialismos distantes. El primero es del actual gobierno. El segundo data de 2006, y fue el argumento de Kirchner para proponer justamente los «superpoderes».
@fdalponte
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