Cultura

12 octubre, 2016

Agarrate Catalina: «Tiramos de la piola hasta que no nos dejaron participar del carnaval»

Entrevistamos a Tabaré Cardozo, uno de los pilares de Agarrate, Catalina, la murga uruguaya con mayor proyección internacional, acerca del espectáculo «Unos días de Julio», que están presentando en una gira por el conurbano bonaerense. Las ventajas de salirse de la rígida estructura del concurso del carnaval, las obsesiones teóricas del personaje central a través de las que se critica la sociedad de consumo y la estructura dramática de un espectáculo tan rupturista como esencialmente murguero.

Desde Notas dialogamos con Tabaré Cardozo, uno de los tres hermanos (junto con Yamandú y Martín) que conforman el alma de Agarrate Catalina, la murga más exitosa, reconocida e innovadora del Uruguay. En esta oportunidad han cruzado el charco para volver a presentar Un día de Julio en gira por el conurbano bonaerense y alrededores. La base de esta ambiciosa y original propuesta de la Catalina fue rechazada para los carnavales de 2015, pero los hermanos Cardozo supieron transformar la amargura en más garra charrúa y parieron el espectáculo actual, tan rupturista y liberador como indiscutible y esencialmente murguero.

Un día de Julio tuvo una génesis particular y la reformulación en base al rechazo terminó siendo algo positivo. ¿En qué te parece que los liberó o los benefició esto que comenzó siendo una decepción?

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Sebastián Sciutti

-Hubo muchas cosas que a nosotros nos pasaron a partir de ese terremoto, de ese tsunami que recibimos. Primero fue la desconexión, el desenchufe, cortar el cordón umbilical con el concurso. Eso me parece que es clave porque el concurso implica reglas y las reglas implican también ciertas limitaciones a la hora de elaborar un producto artístico. Cuando uno está haciendo arte el arte está cerca de la libertad y todo lo que son reglas se aleja de eso.

De hecho, uno elige ser artista porque quiere ser libre. Eso que dicen los Decadentes de «quiero tocar la guitarra todo el día y no quiero laburar», el espíritu del músico que quiere ser músico, porque cuando elegís esta carrera tenés 15 años… Después se transforma en un trabajo pero no deja de ser un divertimento y si esto te empieza a pesar estás perdiendo el eje de lo que querías hacer, perdés la libertad de ir atrás de lo que tenés ganas y hacer lo que se te ocurra.

Y así el concurso nos llevó inevitablemente por ese camino. Nunca llegamos al extremo de hacer cosas que no nos gustaran, pero sí dejás de hacer cosas que te gustan porque no están permitidas. Y bueno, fuimos tirando de la piola hasta que un día tiramos tanto que no nos dejaron participar. Era obvio que iba a pasar. Lo triste es que no se rompió por razones artísticas, que es lo esperable, sino por razones que todavía no sabemos exactamente cuáles fueron, aunque lo intuimos. Lo grave es que nos desconectó de otra parte de la que no está bueno desconectarse, de la posibilidad de ir a los tablados barriales y estar en contacto con la gente, porque mientras se concursa se hacen tablados y ahí es un mes y medio que te lo perdés entero.

Pero gracias a eso pudieron hacer una obra con otro formato, con más tiempo y más libertad de estructura…

-Sí, totalmente. Pero tratamos de mantener la esencia murguera desde el punto de vista formal. La estructura murguera no la rompimos demasiado, es una murga cantando, la batería tiene algún otro instrumento pero básicamente es la de murga y hacemos arreglos murgueros. Lo que sí cambia en lo estructural tiene que ver con lo dramatúrgico, porque dura más del doble e involucra otro lenguaje distinto, un lenguaje audiovisual que hay que guionar… No es lo mismo hacer cuplés que guionar un hecho artístico audiovisual.

Y además queríamos contar un cuento. Y eso en 45 minutos no se puede. Es decir, podés contarlo pero no tenés el tiempo para desarrollarlo, el desenlace es a los pedos… Entonces al final terminó siendo muy beneficioso para el cuento la duración del espectáculo.

El personaje principal es Julio (personificado por Martín Cardozo), que ha vivido encerrado y tiene una cantidad de teorías acerca de cómo funciona el mundo hasta que algunos hechos lo obligan a salir… ¿Las teorías pueden estar muy bien hacia adentro pero cuando se sale al mundo exterior y se intenta aplicarlas las cosas son diferentes?

-En realidad lo que pasa es que él nunca contrasta sus teorías. Tampoco te puedo contar mucho, pero él es como un genio. Es como superdotado e infradotado al mismo tiempo, tiene cero campo empírico, todo teoría. Y sus teorías son completamente locas. Establecemos la lógica de lo ilógico, partimos de un personaje al que le damos un desarrollo de loco pero como una manera de demostrar que la que está loca es la sociedad, porque todas sus teorías son completamente lógicas. Pero están planteadas desde lo ilógico, por lo que resultan ridículas. Es el salvoconducto para demostrar una cantidad de cosas aberrantes de la sociedad.

En cuanto al proceso creativo, ¿arrancan con la temática de la crítica que quieren hacer o con la construcción de la murga y de los diálogos y después van viendo cómo lo mechan en esa historia?

julio-Lo que pasa es que este espectáculo en particular fue armado en forma diferente a los otros. En un espectáculo murguero más clásico capaz sí tenés una canción y después vas viendo cómo la enganchás… Va primero la carreta y después los bueyes, porque el carnaval se trabaja muy a los pedos y a veces para cumplir con el reglamento armás el Frankenstein por otro lugar. Es decir, vos sabés que tenés que tener un cuplé de crítica y, como pasó algo durante el año que disparó una idea buena para hacer un cuplé, ya sabés que vas a tener a un personaje que va a hablar de eso y después ves cómo lo dibujás. Pero eso es enfermizo y pernicioso para el proceso de laburo. Y empieza por el lado equivocado. Se hace porque hay que hacer de tripas corazón para el carnaval. Nosotros siempre hemos tratado de evitar eso, aunque hubo años en que no tuvimos más remedio y tuvimos que armarlo así. Igual siempre le buscamos la vuelta para que quedara bien.

Pero en este caso no. Partimos de la idea, de qué es lo que queremos contar, cuáles son los personajes, sus objetivos y motivaciones, cuál es la verosimilitud de la locación, porqué están ahí, quiénes son los personajes que intervienen como coro griego (o sea, las ratas y los gatos que están ahí porque él es acumulador y la casa se le llenó de ratas y a su vez la madre está loca y como muchas viejas locas tiene muchos gatos). Entonces todo tiene un porqué.

-A Julio lo presentan como un personaje que desde su locura desliza críticas a la sociedad de consumo. Siempre la Catalina tiene un sesgo crítico, ¿pero te parece que esta vez eso está más marcado que otras veces?

-Lo que pasa es que nosotros fuimos mutando en las críticas. Cada vez más hacia el análisis y menos hacia la crítica. Más hacia las preguntas y menos hacia las respuestas. Tratamos de ir hacia ahí. No sé si se logra. Y a la vez tratamos de cambiar el enfoque, de ser cada vez menos dogmáticos, menos panfletarios, preguntar, preguntarnos… Y este es un tema que queríamos tocar hace mucho. Hace mucho que teníamos en la cabeza el tema de la obsolescencia programada y de la percibida. Pero no encontrábamos el espacio para desarrollarlo como corresponde. Porque vos no podés plantearlo a la ligera en dos cuartetas: “Se me rompió el celular. Ah, sí, lo que pasa es que estaba hecho para que se rompiera”.

Como un tema tan profundo merece un análisis profundo necesitábamos tiempo, tiempo para escribir acerca de eso y para desarrollar esa idea arriba del escenario. Y ahora que lo teníamos, decidimos hacerlo. Y nos parecía interesante que el objetivo del personaje, dramatúrgicamente hablando, fuera ese. Porque él tiene que hacer algo, no puede ser descriptiva una obra. ¿Cómo te ganás la vida, cómo comés si no saliste nunca? Ahí le empezamos a hacer la historia de que el padre que era milico se fue pero les dejó la casa donde se quedaron Julio y su madre, viviendo en una mansión pero en la pobreza. La madre lo crió bien pero no lo dejó salir nunca. Después él ya no quería salir y como buen genio empezó a ver que en el mundo estaba todo mal y empezó a arreglar artefactos y a dárselos a la gente, con lo que se terminó transformando en una especie de ícono mesiánico. Después obviamente pasan cosas sobre las que no conviene alertar al espectador, así va a ver la obra.

***

La charla con Tabaré Cardozo continuará en una próxima nota. Un día de Julio se presenta el jueves 13 en el Teatro Municipal de Ensenada, viernes 14 en el Teatro Colonial de Avellaneda, sábado 15 en el Teatro Gran Ituzaingó, domingo 16 en el Auditorio Belgrano, miércoles 19 en el Teatro Cervantes de Quilmes, jueves 20 en el Teatro Trinidad Guevara de Luján, viernes 21 en el Auditorio Bernasconi de Villa del Parque, sábado 22 en el Teatro Niní Marshal de Tigre y el domingo 23 en el Complejo Plaza de San Martín.

Pedro Perucca – @PedroP71

Fotos: Prensa Agarrate Catalina

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