26 septiembre, 2016
¿Qué hay en juego en el primer debate Clinton – Trump?
Con los ataques en Manhattan y el estado de Washington, y las protestas en Charlotte como trasfondo, los dos candidatos principales se encuentran cara a cara a 45 días de las elecciones.

Este lunes, a las 21 hora del Este (23 en la Argentina), más de 110 millones de personas dentro de los Estados Unidos, y otras tantas en el exterior, posarán sus ojos en la televisión para observar lo que ocurra en la Universidad Hofstra, en Hempstead, Nueva York. Allí, a 45 días de las elecciones presidenciales, tendrá lugar el primero de los tres debates entre la candidata demócrata, Hillary Clinton, y el republicano, Donald Trump.
Dentro de una campaña absolutamente imprevisible, imposible de comparar con cualquier otra en la historia reciente de los Estados Unidos, el primer cara a cara entre los candidatos de los partidos mayoritarios será una oportunidad inmejorable para poner las cartas sobre la mesa. Meses de batallas verbales y acusaciones altisonantes, especialmente provenientes del lado republicano, decantan finalmente en este punto: el evento en Hempstead marca el inicio de la recta final de la campaña.
La previa a este 26 de septiembre no podrían haber sido más cargados. Desde los ataques sin víctimas fatales ocurridos en Manhattan, el pasado 17, pasando por el levantamiento popular en Charlotte, Carolina del Norte, tras el asesinato de un hombre negro desarmado cometido por un policía, hasta un nuevo atentado en el Estado de Washington, al noroeste del país, fueron días plagados de violencia que, sin duda, serán tratados en los 90 minutos -sin cortes- que insumirá el debate.
Seguridad, la vedette
Los atentados menores ocurridos en los últimos días en Manhattan y en el Estado de Washington, por los que fueron acusados respectivamente un ciudadano afgano y uno turco, inevitablemente serán protagonistas del debate.
A partir de estos hechos, Trump buscará reforzar sus propuestas anti-inmigrantes: su afamada propuesta de construir una muralla que divida el sur de los Estados Unidos de México, y que sea el país latinoamericano quien financie su construcción; lo mismo respecto a la política de refugiados, tópico en el que el magnate neoyorquino llegó a afirmar que era necesario prohibir el ingreso a todos los peticionantes musulmanes de asilo hasta tanto se “compruebe” que comparten “los valores americanos”.
La línea discursiva de la campaña de Hillary Clinton en las últimas semanas fue el contraataque: luego de las explosiones en Manhattan, la antigua secretaria de Estado afirmó que “el tipo de retórica y lenguaje que utiliza Trump le está dando ayuda y comodidad a nuestros adversarios”. En esa misma ocasión, buscó reafirmar la superioridad sobre su rival en temas de seguridad, que le da su pasado como jefa de la política exterior estadounidense. Aseguró entonces que era la única candidata capacitada para lidiar con estas amenazas por “haber formado parte de decisiones difíciles para sacar a los terroristas del campo de batalla”.
¿Importan las vidas negras?
La ciudad de Charlotte, Carolina del Norte, fue el escenario esta semana de una nueva serie de disturbios contra la violencia policial racista. El asesinato de un hombre afroamericano desarmado, Keith Lamont Scott, fue el disparador para masivas protestas que fueron reprimidas por las fuerzas de seguridad. El gobernador del Estado, el republicano Pat McCrory, declaró el estado de emergencia y convocó a la Guardia Nacional -una fuerza militarizada-, para contener las manifestaciones.
Bajo la consigna Black Lives Matter (BLM, Las vidas negras importan), las manifestaciones se suceden en distintas ciudades del país desde 2014, cuando el asesinato de Michael Brown en Ferguson, Missouri, desató una rebelión que duró varios días. Lugares tan diversos como Louisiana, Maryland o Minnesota han sido objeto de manifestaciones de este tipo.
La renovada discusión en torno al racismo, personificada ahora en las fuerzas policiales, se hará probablemente un lugar en el debate. Donald Trump es apoyado abiertamente por grupos partidarios de la “supremacía blanca” y este podría ser un punto que Hillary podría utilizar a su favor. Sin embargo, ambos candidatos han sufrido actos de repudio por parte de miembros del colectivo BLM durante sus actos de campaña.
Los números
Tras un repunte furibundo de Trump durante agosto y los primeros días de septiembre, que lo llevó a situarse entre dos y tres puntos por detrás de Clinton en todas las encuestas, la situación parece haberse estabilizado.
La candidata demócrata lidera en todos los estados “disputados” que necesita para hacerse con la victoria, incluyendo el crucial Pensilvania. Y si bien se mantiene por debajo de Trump en Florida y Ohio, la distancia es escasa y podría modificarse.
Para Hillary, el debate puede ser un punto de inflexión que la acomode definitivamente como favorita a ganar la elección. De salir bien parada tras los 90 minutos en Hofstra, podría recuperarse de su reciente caída y transitar la recta final con una ventaja cómoda. Si, en cambio, Trump sale airoso, estará ante una posibilidad real de ser presidente de los Estados Unidos, algo que, aún después de su nominación en la Convención Republicana, parecía casi una quimera.
Desde John F. Kennedy y Richard Nixon en 1960, los debates presidenciales en Estados Unidos fueron más que un simple acto ceremonial. En los estudios de televisión y auditorios de universidades se han ganado y perdido elecciones. En la campaña menos tradicional de la historia reciente, este es un hecho que continúa inmutable. Clinton y Trump lo saben.
Nicolás Zyssholtz – @likasisol
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