Batalla de Ideas

15 septiembre, 2016

El Mini Davos de Mauricio: un Disney CEO en el CCK

Por Martín Ogando. Termina una semana esperada por el gobierno. La primera en lo que va del segundo semestre donde no todas son pálidas para el macrismo y algunos de sus principales funcionarios pueden trocar muecas de preocupación por algo de alivio. El Foro de Inversión y Negocios de Argentina fue un indiscutible triunfo PRO, en medio de muchos dolores de cabeza y justo antes de la Audiencia Pública por la tarifa del gas.

Por Martín Ogando. Más de 1600 grandes empresarios, CEOs y lobbistas, en su mayoría extranjeros, colmaron el CCK en un lujoso evento que sirvió de vidriera al mundo para la nueva administración. Los mismos funcionarios que suelen lucir incómodos en el roce con gremios y oposición, o erráticos frente a la prensa, se movieron como peces en el agua, en un ámbito que conocen a la perfección. Prat-Gay, Cabrera, Sturzenegger, Bullrich, Aranguren, y por supuesto el propio Macri, si dieron el gusto de compartir la semana con algunos de los CEO globales más renombrados.

Fantasía y realidad

El costoso mega-evento tuvo el objetivo de acelerar la lluvia de inversiones prometida por el gobierno. A tono con ese propósito, se promovieron las “extraordinarias oportunidades de negocios” que reserva nuestro suelo, haciendo énfasis reiterado en el cambio de actitud del ejecutivo nacional respecto de la inversión y la rentabilidad empresaria. Del lado de los funcionarios sobraron promesas de estabilidad y seguridad jurídica, vivas ideológicas al libre mercado y la iniciativa privada, admoniciones contra la presión fiscal y el dirigismo estatal. Brillaron por su ausencia, esta vez, los lamentos por la herencia recibida. No vaya a ser cosa que algún inversor se asuste.

Que el gobierno festeje el éxito del Mini Davos es buen indicador de que el camino recorrido en estos nueve meses resultó más arduo de lo esperado. ¿Acaso no era su carácter nítidamente pro-empresarial y su vínculo aceitado con los mercados el punto fuerte de Macri y sus secuaces? ¿No parecía lógico que contara con un decidido apoyo empresario un gobierno dispuesto a garantizarles el oro y el moro, aún a costa del bienestar popular? Así y todo, el apoyo inversor seguía escaseando en el haber.

Los hombres de negocios llenaron de elogios a tan distinguidos anfitriones y se encargaron de remarcar las expectativas que genera esta nueva etapa política. Las primeras medidas del gobierno fueron ampliamente alabadas, aunque en algunos casos se le exigió ir por más. La preocupación empresaria más reiterada carece de toda novedad: ¿puede garantizar este gobierno estabilidad y previsibilidad?

Argentina, hay que decirlo, tiene mala fama en las altas esferas del capital. Una sociedad civil demasiado arisca, sindicatos con innegable capacidad de presión, y el eterno retorno del “populismo” -entendido por estos actores como cualquier concesión frente a las demandas populares-, son amenazas que moderan por ahora los estallidos de algarabía. Si se afina el lápiz, se ven más certezas entusiastas en las finanzas que en la industria, en el capital extranjero que en los grandes grupos locales. Cuestiones de escala, riesgos de inversión e incidencia más o menos determinante del clima político local juegan en el asunto. Por otro lado, la gran capacidad de endeudamiento que tiene el gobierno explica parte de la expectativa financiera y bancaria, contrapesando las dudas que persisten sobre el achicamiento del déficit primario para el 2017.

Estas incertidumbres explican, en parte, la distancia que aún existe entre el triunfo político del Mini Davos y el desembolso concreto de las inversiones. Billetera mata galán, dicen, y por ahora el establishment se deshace en mimos hacia el nuevo gobierno, pero es mas cauto a la hora de sacar la chequera. Más allá del optimismo televisivo, todo el gabinete reconoce puertas adentro este desafío. Por ahora, pudieron anunciar con bombos y platillos inversiones fuertes de Siemens (“Ahora hay otro liderazgo político, es momento de comprometerse”, dijo su CEO), Dow Chemical, IBM y Pan American Silver (para un preocupante megaproyecto minero en Chubut) y reconfirmar un anuncio que The Coca Cola Company ya había hecho en el Davos original. El resto de las promesas tienen cifras más módicas o plazos más inciertos.

Puertas afuera del paraíso

Decir que la fiesta empresaria del CCK se trató de una burbuja acorazada no tiene nada de original. No solo porque fuera del lujo y el despilfarro sigue transcurriendo la vida de los humildes y trabajadores, que con sus carencias y sinsabores amasan todos los días riquezas ajenas. Tampoco porque a escasos metros estuvieran reclamando los productores frutihortícolas de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) por acceso a la tierra y al crédito barato. Sino también porque, gobierno y oposición, sindicatos y empresarios, se preguntan sobre qué tan relevante será el impacto del Mini Davos puertas afuera, en una sociedad hoy malhumorada por el aumento del desempleo y la pobreza, y con una inflación que baja porque baja el consumo.

El impacto económico de estas inversiones, si llegan, llevará su tiempo. Crecer “por inversión” y no “por consumo”, como gustan repetir en el gobierno, puede ser un buen slogan ideológico, pero en la práctica los engranajes para que dicha inversión se convierta en reactivación económica son múltiples y a veces desdentados. Por eso, mayor endeudamiento, dólar retrasado y perseverancia del gasto público puede ser un módico “plan b” para llegar con aire a las legislativas del 2017.

En las últimas encuestas Macri cayó en promedio 15 puntos en su imagen positiva y una amplísima mayoría valora negativamente la situación económica. Simultáneamente, con el reclamo de reapertura de las paritarias, ganancias y el fin de despidos y suspensiones, se va soldando la unidad sindical hacia el primer paro nacional de la era Macri. La fecha sería octubre y el marco es de reunificación de la CGT, unidad de acción con las dos CTA, y hasta con los otrora invisibilizados trabajadores de la economía popular agrupados en la CTEP. Para peor, el amorío con Massa atraviesa una crisis compartida a su vez con sectores sindicales y de la propia Unión Industrial Argentina (UIA). Divide y reinarás no es una divisa que el gobierno Cambiemos esté demostrando imponer.

Por último, atravesaremos en estos días la Audiencia Pública para imponer un tarifazo “gradualista” en el suministro del gas. Será un nuevo trago amargo luego de días de alivio para Aranguren, pero al mismo tiempo es la apuesta a cerrar un episodio y recuperar ascendencia sobre sectores medios embroncados.

Lo tuyo es mío, lo mío es… mío.

“La incertidumbre para los temas geopolíticos es lo peor. En la medida que Macri convenza a su pueblo, las empresas van a invertir”, dijo el capo de Siemens con nítida conciencia de clase. Si a los empresarios les va bien, al país le va bien, se dirá. El éxito del Foro de inversión es un éxito de todos, repetirán. Recitarán por enésima vez el glosario de la teoría del derrame. Derrame que hasta ahora suele venir en modalidad tóxica, como vuelven a comprobar los vecinos de Jáchal en San Juan. Todo eso resulta previsible. El desafío para Macri es que para convencer, para gestar consenso social, los discursos no alcanzan, por más Durán Barba que garpe.

Entretanto, los de abajo sabemos que, cuando a ellos le va bien, puede que tengamos que estrujar los bolsillos.

@MartinOgando

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