Batalla de Ideas

4 septiembre, 2016

De drogas y guerras

Por Matias Solmi*. El Plan «Argentina sin Narcotráfico» anunciado por Mauricio Macri la semana pasada reedita, como en otros momentos de la historia, cadenas de significaciones en donde el blanco represivo vuelve a ser la juventud.

Por Matias Solmi*. El martes pasado el presidente Mauricio Macri presentó en Tecnópolis el Plan “Argentina sin Narcotráfico”. Estaban presentes gobernadores de la administración Cambiemos, de quienes fueron elegidos por el Frente para la Victoria, el Presidente de la Corte Suprema de Justicia y miembros de ONG`s.

La comunicación y explicación de la puesta en práctica de este Plan no fue explicitada, pero durante los más de cinco minutos que duró el discurso del Presidente, hubo alusión a enunciados muy complejos que, de ser puestos en práctica, implicarían un gran retroceso, -pensándolo bien, el hecho de enunciar algo sobre lo real basta como una puesta en práctica-.

No es casual y sí causal, que en un mismo discurso presidencial estén presentes las palabras drogas, seguridad, guerra, jóvenes y delito. Es causal y preocupante de un modelo de la política pública que piensa y ejecuta la problemática de este sector desde “la guerra al narcotráfico”.

En primer lugar nada tiene que ver una política de seguridad con el problema de las adicciones. Tampoco con una guerra. Mucho menos en la etapa de este capitalismo a escala global puede pensarse un país o un mundo sin drogas. Como es sabido, el negocio del narcotráfico genera una producción de dinero en donde el mismo es parte de la maquinaria de riqueza para unos pocos. Por lo tanto en ese círculo productivo las ganancias generadas por este mercado ilegal son volcadas a negocios inmobiliarios, a cadenas de ventas de autos de alta gama y a un entramado de extrema complejidad por parte de las fuerzas de seguridad.

La expresión del Presidente “una Argentina sin drogas” es una falacia argumentativa tanto como “pobreza cero”. De esto solo puede desprenderse una manipulación hacia la población ávida de respuestas mágicas, facilitada por la operación sistémica y diaria de los medios de comunicación.

Por el lado de las drogas, es preocupante el discurso del presidente al asociar en una misma secuencia de sentidos a las sustancias, con el delito, los jóvenes y asesinatos. Todos los que hemos trabajado en el tema sabemos, y de esto ya hace bastante tiempo, que no puede hablarse de la sustancia para abordar la problemática, sino que la solución del problema debe estar en los sujetos que consumen. Es cierto que Macri remarcó la importancia de la educación y la inclusión, pero es sumamente peligroso que en un mismo discurso de la máxima autoridad del Estado, aparezcan mezcladas estas problemáticas.

Asociar el consumo, y abordarlo solo desde la sustancia, implica un retroceso en términos prácticos de la puesta en clave territorial de programas que impactan sobre la población que consume sustancias como la cocaína, el alcohol y otras drogas ilegales.

El solo hecho de hablar de la droga obtura el contexto de consumo, así como las singularidades de quienes realizan dicho acto. No es lo mismo el consumo en la clase media que en los barrios populares, ni el consumo de alcohol que el de cocaína, tampoco si un sujeto consume sosteniendo un trabajo o es desocupado, mucho menos si tiene instituciones de referencia a si no sabe dónde concurrir cuando siente que el consumo es algo que debe trabajar o le produce un malestar que hace insoportable su vida diaria.

Más preocupante aún es la enunciación en el discurso presidencial de los jóvenes como adictos y asesinos. Tampoco llama la atención esta asociación de sentidos del jefe del PRO- Cambiemos.

En la actualidad se están reeditando cadenas de significaciones en donde el blanco represivo vuelve a ser la juventud. Habrá que hacer el reflexivo ejercicio de la historización para recordar qué ocurrió en los gobiernos que vieron a la juventud como un objeto a intervenir desde teorías y prácticas restrictivas, punitivitas y represivas. Ocurrió en los años 60 y 70 mediante la fuerza y la desaparición y en los 90 obturando un horizonte de realización para las jóvenes. El Estado les quitó las posibilidades en la educación, instaló la desocupación, la flexibilización laboral, y la estupidización televisiva como herramientas para alejar a la juventud de la participación política. Una vez más, la juventud vuelva a ser el campo de disputa desde un gobierno nacional.

Ante la posibilidad de perder esta batalla cultural, podemos encontrar una mano dura que no solamente irá sobre los pibes y pibas de los barrios más humildes, también llegará a los jóvenes de clase media que comiencen a organizarse en contra de un gobierno que los está dejando afuera, cada vez más. Como sostuvo el general Saint Jean, gobernador de Buenos en 1977: “Primeros mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, enseguida a aquellos que permanecen indiferentes, y finalmente mataremos a los tímidos”.

Volver a una concepción del Estado adultocéntrica, represiva y autoritaria traerá consecuencias nefastas sobre nuestro pueblo.

@matiassolmi

*Antropólogo

Foto: El País (Uruguay)

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