15 agosto, 2016
La violencia obstétrica resumida en una frase
En la página de Facebook Basta de Violencia Obstétrica más de 500 mujeres compartieron frases de profesionales contra las mujeres en gestación, parto o puerperio. Una de las formas de violencia de género más naturalizadas, que atraviesa transversalmente a todas las mujeres, pero que adopta formas más crudas en los hospitales a los que recurren los sectores populares.

Un grupo de mujeres víctimas de violencia obstétrica lanzó recientemente una página de Facebook para visibilizar la problemática. En Basta de Violencia Obstétrica más de 500 mujeres compartieron frases de los profesionales médicos durante el proceso de la gestación, parto y puerperio que grafican la violencia sufrida. La página ya recibió más de 9 mil «me gusta» y cinco millones de interacciones. Lamentablemente, su éxito es proporcional a esta violencia sufrida por las mujeres.
Según la Ley 26.485 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, violencia obstétrica es “aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, de conformidad con la Ley 25.929”.
En esta ley están detallados los derechos de la mujer y el recién nacido durante la gestación, parto y puerperio. Algunos de los más importantes son:
El derecho a ser informada sobre las distintas intervenciones médicas que puedan tener lugar sobre el proceso y a optar libremente si las acepta o no; a ser tratada con respeto, garantizando su intimidad y consideración con su cultura; a ser considerada persona sana, protagonista de su parto; a que se respeten sus tiempos de fisiológicos y psicológicos; a estar acompañada por una persona de su confianza y elección; a ser internada junto con su hijo o hija y a ser informada de todas las actuaciones sobre éste.
En el mismo sentido, toda persona recién nacida tiene derecho a la identidad, a ser tratada con respeto y dignidad y a la internación conjunta con su madre.
A pesar de estas herramientas legales, la violencia obstétrica es una de las modalidades de violencia de género más naturalizada. Es la objetivación del cuerpo femenino, la expropiación de su poder de gestar y parir y la vulneración de su derecho a ejercer libremente su sexualidad. Es, una vez más, la negación de su derecho a decidir sobre su propio cuerpo.
¿Qué es necesario para un parto natural y sin violencia? La reproducción de nuestra especie es sexual: se inicia con un acto sexual, el coito, y culmina con otro, el parto. En los dos casos intervienen las mismas hormonas (oxitocina y endorfina) y por eso se insiste con el respeto a la intimidad y a un ambiente propicio para un parto natural: intimidad, luz tenue y compañía. El parto es un hecho fisiológico que apenas requiere intervención si el embarazo se dio en salud. Basta con el acompañamiento de los profesionales para actuar en el caso necesario.
Pero ¿qué pasa en un hospital o sanatorio? Nada de lo anterior. Las mujeres somos sometidas a múltiples intervenciones donde se mezclan distintos tipos de violencia de género y en general parimos en condiciones que en algunos casos rozan la tortura y el abuso sexual.
Durante el trabajo de parto las mujeres somos separadas de nuestro acompañante, obligadas a desnudarnos en presencia de extraños y forzadas a permanecer solas durante el trabajo de parto. Luego se nos priva de alimento y bebida, sin más fundamento que el de prevenir un “accidente” que durante el parto ensucie a los profesionales. Por esta misma razón se aplican enemas, práctica tan indignante como dolorosa e incómoda durante el trabajo de parto. No se nos informa sobre procedimientos tales como administración de oxitocina sintética o de la rotura artificial de bolsa para inducir el parto.
Habitualmente somos degradadas verbalmente e infantilizadas, haciendo alusión a nuestra sexualidad, a nuestra edad, a nuestros hábitos y costumbres o a la cantidad de hijos que se desean. Se nos trata como ignorantes incapaces de discernir qué se quiere y qué no en el propio parto.
A la hora del parto se nos obliga a permanecer recostadas y atadas a la camilla, en una posición que claramente atenta contra la fuerza expulsiva que podamos hacer madre e hijo y contra la ley de gravedad. También somos obligadas mediante engaños y amenazas a mantener silencio, a no expresar el dolor y canalizar la energía a través del grito. Se nos somete a maniobras como la de Kristeller, peligrosas para la salud tanto de madre como de hijo. Se nos somete a episiotomías de rutina (un corte en la parte del perineo) con la excusa de evitar desgarros, cuando un desgarro es generalmente superficial y su cicatrización es más rápida.
Todo esto si se tuvo la «suerte» de llegar al parto vaginal, ya que un alto porcentaje termina en cesárea. Tanto las intervenciones para «apurar el parto» como el crecimiento exponencial de las cesáreas -programadas o no- se explican por la agenda de profesionales que no pueden esperar el tiempo que requiere un parto natural. Los honorarios y costos de internación son mayores en el caso de la cesárea, otro motivo para que lleguen al 70% por ciento de los partos en sanatorios privados, muy por arriba del 10 o 15% que estima la Organización Mundial de la Salud como tasa ideal.
En las horas posteriores al parto madres e hijos o hijas son separados hasta por doce horas. No se atienden los requerimientos maternales, incluso poniendo en riesgo nuestra salud y la de nuestros hijos, con argumentos como el de la exageración y la supuesta ignorancia de las madres. No se informan los procedimientos de neonatología, que muchas veces se realizan sin consentimiento de la madre o del padre. La promoción de la lactancia es deficitaria e incluso hay sanatorios esponsoreados por laboratorios multinacionales que fabrican leche de fórmula.
Cuando sos pobre, es peor
Si bien estas prácticas se dan con total naturalidad tanto en sanatorios privados como en hospitales públicos, la violencia obstétrica recrudece con las mujeres de las clases populares. En muchos hospitales faltan camas, frazadas, sábanas y artículos de higiene personal y la parturienta debe levantarse a trapear los pisos. Allí la discriminación por nacionalidad o costumbres tradicionales está a la orden del día y profesionales con pocas horas de sueño descargan sus frustraciones sobre las mujeres.
¿Pero qué pasa si ninguna de las leyes vigentes se cumple? Nada.
La Ley de parto humanizado no contempla sanciones para quien la infringe. La Ley Integral de Prevención y Erradicación de la Violencia hacia las mujeres y el Plan Nacional lanzado por el Consejo Nacional de las Mujeres plantean como única política específica incluir el texto de la ley de parto humanizado en los cursos de preparto (dictados por los mismos profesionales que ejercen la violencia).
La violencia obstétrica es violencia física, psicológica, sexual y reproductiva, pero está tan naturalizada que se hace difícil de identificar hasta para las propias mujeres que la sufren. Por eso la página Basta de Violencia Obstétrica se propone visibilizarla, además de reclamar penas por incumplimiento de las leyes y exigir nuevas instituciones públicas para asistir a las mujeres gestantes, sus hijos y familias.
En los últimos años se registran solo 51 denuncias sobre violencia obstétrica y apenas el 0,1% de los llamados a la línea 144 del Consejo Nacional de las Mujeres corresponde a esta temática. Estos números tan bajos no se explican porque esta violencia sea una excepción sino por su naturalización y por el desconocimiento de las mujeres de sus derechos y de su propia capacidad para decidir cuándo, cómo, dónde y con quién parir.
María Sol Martínez
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