15 agosto, 2016
La granada que arrojó Rodolfo Walsh sigue a punto de explotar
Se estrenó una nueva versión teatral de La Granada, una de las dos únicas obras teatrales de Rodolfo Walsh. La puesta de Nacho Steimberg ofrece la posibilidad de disfrutar de una propuesta dramática de Walsh en la cartelera porteña en una versión muy cuidada que ridiculiza la concepción castrense del mundo.

«El mundo está lleno de objetos así, hechos para atestiguar una situación, no para remediarla.»
Rodolfo Walsh es muchísimo más conocido por su rol como periodista o como escritor de cuentos y novelas que como autor dramático. Sin embargo, allá por 1965 publicó dos obras de teatro: La Granada y La Batalla.
En ambas, como es evidente desde sus títulos, aborda la problemática militar, siempre en un tono que alterna la comedia y el drama. En La Granada, la más representada de las dos (incluso en una puesta del año 1965, que Walsh llegó a ver), el conflicto comienza con unas maniobras militares que enfrentan a “verdes” y “amarillos”, en una clara referencia a la disputa de “azules” y “colorados” que estuvieron al borde de un enfrentamiento con tanques y barricadas entre la caída de Frondizi y las elecciones de 1963 (año en el que se puede haber sido escrita la obra).
La Granada, concebida después de la experiencia cubana de Walsh, expresa su constante interés por los temas militares. Pero también implica una declaración de principios en cuanto al teatro: “Me siento ligado, con diferencias de concepto y estilo, al teatro de Cossa, Rozenmacher y De Cecco. Pero yo no quiero hacer un teatro realista. Me importa un teatro que aluda a lo real sin ser realista, que tome lo real desde abajo, que lo exprese mediante símbolos poderosos sin ser documental”.
La obra fue presentada a concurso para el Premio Comedia Nacional en 1964, pero la mayoría del jurado decidió que era impublicable un texto que ridiculizara el Ejército Argentino de tal manera. Sin embargo será Osvaldo Bonet, uno de los miembros del jurado, el que poner la obra de Walsh en 1965, su entusiasmo con el texto lo lleva a reservarse un papel, además del rol de director.
En una carta a su hija Vicky, Walsh cuenta al respecto: “La Granada irá recién en mayo o en junio. Es mejor porque eso significa el apogeo de la temporada, cuando todos están en Buenos Aires. No sé si les conté lo que pasó en Canal 13. Además de tres premios en efectivo, dieron treinta menciones, y la primera mención era la mía, pero eso no significa dinero, sino solamente la ‘posibilidad’ de que la pasen este año”. Luego agrega: “Lo ocurrido ahí demuestra que están equivocados quienes creen que me bastaría escribir cosas ‘inofensivas’ para que me llovieran los premios. Aquí hay todo un sector de la cultura ‘oficial, del periodismo ‘serio’, etc. que nunca me va a perdonar que haya escrito Operación Masacre y El caso Satanowsky y que haya estado en Cuba”. Finalmente la puesta se realizó y Walsh pudo presenciarla y hasta subir al escenario la noche del estreno a compartir con el público unas palabras.
La acción de La Granada comienza con un teniente y un sargento estudiando las operaciones a la distancia, pasando de la charla más o menos banal a diversos temas militares, hasta llegar a la cuestión del más reciente avance tecnológico militar: una nueva granada suiza que garantiza la muerte en un radio de 30 metros. La introducción en tono de comedia (sólidamente llevado por Max Acuña, como el teniente Strauss, y por Diego Roqué, como el sargento Sosa) se contrasta rápidamente con el ingreso de un conscripto que trae una granada sin espoleta, de la que evita la explosión por el elemental trámite de mantener un resorte clave apretado con un dedo. Quitar el dedo implicaría la muerte para él y los que lo rodean.
La obra se irá estructurando en torno a este dilema técnico y humano. ¿Cuánto vale la vida de un soldadito? ¿Es verdadera la amenaza explosiva? ¿No podría tratarse de una perversa maniobra de infiltración de la facción enemiga destinada a sembrar el desánimo? ¿Qué hacer? Luego de que un técnico en explosivos constate que es imposible desmontar el artefacto sin detonarlo, el soldado deberá pasar la noche sin dormirse. Debe pasar la noche, en una duermevela febril en la que lo visitan familiares, amigos y amores, para llegar al tribunal militar que decidirá si le perdona su peligrosa torpeza o lo condena por traidor.
En este juicio delirante es donde el texto de Walsh vuelca más claramente toda su acidez contra las Fuerzas Armadas. Está claro que aún no son las FFAA responsables de la negra noche dictatorial de 1976, pero también es cierto que en 1965 ya cuentan con un largo historial de asonadas y golpes de Estado. Todo apunta a demostrar la idea, tan común en aquellos años, de la superioridad del ámbito militar por sobre el civil, al que despreciaba. Si bien a lo largo de toda la obra esta lógica castrense es ridiculizada, será en el debate para establecer si el conscripto es o no un traidor donde la parodia alcance su clímax, mostrando que efectivamente “inteligencia militar” constituye un oxímoron.
El colimba (corre, limpia, barre) sin nombre, que puede emparentarse con el protagonista de «Imaginaria» (cuento contemporáneo de Walsh, publicado en Los oficios terrestres, el único que aborda abiertamente la vida militar), está de paso por las Fuerzas Armadas, es parte de una sociedad civil que no deja de ser maltratada y humillada por los oficiales, incluso por aquellos que asumen su defensa en el juicio. La Granada, como la relación entre FFAA y sociedad, se encuentra a punto de estallar.
La puesta de Nacho Steimberg opta por dejar de lado muchas referencias del texto original a situaciones políticas contemporáneas. Es cierto que algunas podrían resultar difícilmente decodificables para el espectador actual, pero también lo es que así a veces el texto pierde densidad. También podría ser cuestionable la decisión de reemplazar a personajes originalmente masculinos por sus equivalentes femeninos. La concepción de cupo tal vez introduce matices innecesarios y aliviana un clima eminentemente masculino, característico de una cierta concepción militar muy ligada al machismo y la misoginia.
Los actores responden solventemente a las exigencias de la obra (aunque en algunos se hace evidente un menor recorrido de los escenarios, particularmente con un personaje tan central como el del conscripto interpretado por Elián Rosales). La escenografía, simple y sin pretensiones, funciona perfectamente, acompañada por una iluminación efectiva.
La puesta de Steimberg rescata para los escenarios porteños esta rareza dentro de la producción de Rodolfo Walsh, permitiéndonos reencontrarnos con uno de los aspectos menos conocidos del autor de Operación Masacre, en una versión muy digna, con logrados momentos de comedia sobre lo ridículo de la concepción militar del mundo.
Pedro Perucca – @PedroP71
Ficha técnica
La Granada
De Rodolfo Walsh
Puesta En Escena y Dirección General: Nacho Steinberg
Actúan: Max Acuña, Diego Roque, Elian Rosales, Sofia Fernandez Canedo, Eduardo Darani, Enzo Arroyo, Mercedes Villalba, Alicia Toker Y Gabriela Logiudice.-
Escenografía: Fernanda Chali
Teatro Fray Mocho
Juan Domingo Perón 3644, CABA
Teléfonos: 4865-9835
Facebook: La Granada
Localidades $ 150 – Estudiantes y jubilados $100
Funciones: Sábados 20,30hs
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