13 agosto, 2016
El fiord: una tormenta de sensaciones
Por Gustavo Pecoraro. En el marco del Festival Nueva Ópera, se presenta una versión teatral de El fiord, texto rupturista de Osvaldo Lamborghini de 1969. La puesta de Silvio Lang sobre libro de Ignacio Bartolone rinde logrado homenaje a este texto pionero en un espectáculo “visionario, insolente, revulsivo y provocador”.

Por Gustavo Pecoraro*. Escribió Elsa Drucaroff en su artículo «Los hijos de Osvaldo Lamborghini» que “para leer El fiord, en 1969, había que acercarse al mostrador de una librería de la calle Corrientes y pedirlo, en voz muy baja, a un librero cómplice. Antes de eso, había circulado en hojas mecanografiadas, entregadas por el propio Osvaldo Lamborghini, que propagandizaba su obra entre la gente que consideraba inteligente”.
En concordancia con ello creo conveniente que para hablar hoy -en 2016- de la versión de El fiord que Silvio Lang y Nacho Bartolone dieron a luz en el marco del Festival Nueva Opera Buenos Aires, habría que pedir a una parte del público bastante más amplia de lo esperada (y no por no considerarla inteligente, aclaro), que googlee cuál era el marco político en aquellos tiempos de la dictadura de Onganía, qué fue el Cordobazo y cuál fue el devenir político (con sus entramados, figuras y nombres propios -me pregunto cuántos espectadores conocen quién fue Augusto Timoteo Vandor-) que desembocaría en la terrible etapa que abre la Triple A y que corona la genocida dictadura militar de 1976.
Aunque la era 2.0 haya modificado las comunicaciones y las relaciones personales para siempre, las y loss 30.000 desaparecidos siguen siendo una llama encendida en cada pañuelo blanco y en cada silueta pintada en el suelo. Al menos por ellas y ellos, por su memoria, y para que no se olviden, posar la mirada en el pasado debe ser un acto obligatorio o muy recomendable. Más con la comodidad de poder hacerlo desde el celular o la tablet, dónde mejor nos quede en gana.
Entrelazado con esto (con la historia política de la Argentina precisamente), radica el inmenso valor de director y adaptador para rescatar uno de los textos más visionarios, insolentes, revulsivos y provocadores, integrante indiscutido de un top five que comparte con La narración de la historia de Carlos Correas, Asfalto de Renato Pellegrini, Evita vive de Perlongher y Las Tumbas de Enrique Medina (ranking elaborado subjetivamente, por supuesto). Todos relatos que excitaron mi adolescencia y me acompañaron en esas siestas y anocheceres donde la paja misteriosa y ya marica se llenaba de literatura prohibida.
Más allá de la coptación de estas historias, tan usual como bastardeada en las manos torpes que habitan el submundo cultural del neo modernismo de cabotaje, la coherencia (me atrevería a hacer un mix entre tenacidad y obsesión) de Lang en proponer en sus espectáculos algo más allá que la simple aventura de sentarse en una butaca, hace que El fiord se re signifique en una tormenta de sensaciones -todas ellas inquietantes- que me permiten certificar la presencia de un acto teatral (y me cito) “visionario, insolente, revulsivo y provocador”, con un partenaire a su altura -Bartolone- con el que danzan en bolas en nuestras caras, cachetéandonos (vale también un buen pijazo en los dientes) un poco para que despertemos de cierta modorra intelectual. Bartolone hace lo suyo -y muy bien- como una parte más de ese hilo de Ariadna que parece entretejido con Piedra sentada, pata corrida, o la espléndida La piel del poema, partes de su gauchesco relato que se atreve a todo. Por suerte.
En la obsesiva tenacidad de la dirección de Lang cohabitan los colores, las luces, las voces, los cuerpos, las palabras, todas hiper realistas. Las pijas, las conchas, la mierda, los culos, las tetas, los gritos están ahí para provocar placer (imagino que es su cometido inicial) y rechazo (presencié como algunas señoras y algunos señores se levantaban de su butaca y se iban del teatro). Un objetivo peligroso que Lang no rehúye (y eso es algo a destacar en su producción), aunque alguna vez le haya jugado una mala pasada como en su puesta del Centro Cultural Kirchner donde, a mí entender, desperdició la potencia de Por qué seremos tan hermosas de Perlongher en una básica y olvidable interpretación de la voz puto, cuyo registro me recordó tristemente a Fabián Gianolla.
En El fiord Lang dotó a la palabra con una herramienta ideológica en cada interpretación (brillante elenco donde Florencia Bergallo, Julián Cabrera y Hernán Franco llevan las palmas) y esa coherencia fue la que me hizo transitar emociones que se corporizaron en presencias del lejano pasado y del presente bien presente. Así imaginé a Evita en medio de su ataúd, toda blanca y pura. Así imaginé al General Perón todo semental y macho (imagen nada empática, valga aclarar). Así imaginé a Cristina Kirchner (oradora, siempre oradora) en esa guerrillera lésbica-revolucionaria de pija colgando y exuberancia corporal con la que Bergallo me hipnotizó. Así supe otra vez de mis lágrimas cuando Atilio Tancredo Vacán (interpretado por Eddy García) levanta su cartel (un momento donde mi mente reunió a Lamborghini y a Perlongher y a Correas y a Pellegrini y a Medina) en un homenaje a Lohana Berkins y a cada nombre que podamos sumarle -elija cada uno el suyo como hizo Lang- con que ya casi nos bajaba el telón.
Lamborghini no quiso hacer un clásico de El fiord, de eso estoy seguro. Tampoco -dicen los que saben- tenía mucho interés en publicar lo que escribía. Ni siquiera cuidaba mucho su aspecto personal -repiten quienes lo conocieron-.
Pero como todo aquel que no busca mucho, nada más que su propia satisfacción, hay una recompensa impensada que lo excede. A veces cuanto más nos creemos merecedores de algo es cuando menos lo merecemos -otra de las patologías de la modernidad tan creída de que su palabra cuenta o interesa más allá de su círculo de aplaudidores rentados-.
Ser artista, escritor o comunicador hoy, es diferente de haberlo sido a finales de la década del 60 o en los 70 (con hacer un juego de comparaciones entre Alejandro Fantino y Rodolfo Walsh ya está todo dicho).
Lo mismo que hablar hoy de revolución es exponencialmente diferente a plantearlo en aquellos días donde si te la creías un poco hasta podías conocer lo que es disparar un arma.
Ni que hablar de ser peronista. Si no, googleen (reitero).
No conozco aún el devenir de El fiord más allá de este Festival, pero espero que pueda rodar por más teatros y festivales. Que vaya a las provincias, que se discuta y provoque (placer y rechazo).
Tamaño laburo (el de Lang, el de Bartolone, el del director musical Juan Martín Miceli y su orquesta y coro, el del elenco, el del equipo técnico y, por supuesto, el de Osvaldo Lamborghini) merece toda la visibilidad posible.
Debo confesar que fui a ver El fiord con ciertas dudas. No quería presenciar un nuevo abuso de nuestros grandes textos formantes, esos que me retrotraen a mi solitaria construcción marica. La mariquita que construye su castillo como puede y con quien puede. Muchas veces con la propia imaginación que le da leer unas palabras en la hoja sucia y desgastada de un libro viejo.
Mis dudas eran puro prejuicio.
Ojalá este espectáculo que rescata a Lamborghini y a El fiord produzca en otras mariquitas 2.0 las mismas posibilidades de construir su castillo. Así habrá un renacer de nuevos hijos de Lamborghini.
@gustavopecoraro
*Escritor y periodista.
Foto de portada: Ezequiel Bilbao
Fotos del cuerpo de la nota: Rocío Pérez
Ficha técnico artística
Sobre textos de: Osvaldo Lamborghini
Libro: Ignacio Bartolone
Intérpretes: Eugenia Andreani, Mercedes Atadia, Florencia Bergallo, Julián Cabrera, Federico Caruso, Sol Fernández López, Hernán Franco, Verónica Frías, Eddy García, Naim Munier, Johanna Pisani, David Quiroga, Victoria Sambuelli, victor torres, Milca Touceda, Tomás Vallesi
Músicos: Oscar Albrieu Roca, Elena Buchbinder, Axel Juarez, Alejandro Labastía, Silvia Luna, Elizabeth Magazian, Javier Mariani, Facundo Ordoñez
Vestuario: Endi Ruiz
Escenografía: Leonardo Ceolin
Iluminación:David Seldes
Realización de escenografia: Taller 793
Realización de vestuario: Paula Guidi, Emanuel Medina, Jorge Orlando, Laura Penas
Música: Diego Tedesco
Asistencia de dirección: Federico Grinbank
Producción: Luciana Rico
Coreografía: Alina Folini
Dirección vocal: Camilo Santostefano
Dirección artística: Endi Ruiz
Dirección Escénica: Silvio Lang
Director musical: Juan Martín Miceli
Complejo Cultural Teatro 25 de Mayo
Av Triunvirato 4444 – Capital Federal
Teléfonos: 4524-7997 internos 212
Web: http://www.teatro25demayo.org/
Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado – 20:00 hs – Hasta el 13/08/2016
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.