Cultura

18 julio, 2016

Guerra Civil Española: cuatro poetas por la República

Por Mariel Martínez. A 80 años del comienzo de la guerra civil española, hacemos presentes a cuatro poetas que hicieron de sus versos fusil y trinchera.

Por Mariel Martínez. Este julio se cumplen 80 años del comienzo de la Guerra Civil Española. Los tres años que transcurrieron entre 1936 y 1939 fueron para el mundo el escenario en donde se dirimía una lucha ancestral: la de las fuerzas de la reacción despótica y conservadora y la de los que se apostaban plenos a la construcción de un mundo más justo. Estos últimos, no exentos de discusiones, ensayos y errores tenían, desde que se impusieron en  las elecciones de 1931, la posibilidad de empezar a prefigurar ese mundo soñado. Desde sus inicios la segunda República trabajó fuerte en una disputa tan difícil e intrincada como fundamental, la de la cultura.

Misiones pedagógicas, compañías de teatro recorriendo pueblos, poesía por doquier. La batalla entre la república y el fascismo se dio también en el campo de las letras, de las imágenes, de los sonidos.  Ofrecemos aquí un recorrido –  muy breve y de recorte caprichoso- de lo que fue la poesía en el frente de batalla.

LorcaOs escupo en la cara: Federico García Lorca

Cuando mataron a García Lorca algunos de sus colegas escritores señalaron una verdad dolorosa: nunca el mundo habían llorado tanto a un poeta. Lo lloraron en España, en los frentes de combate y en toda la América Latina que había llegado a conocer

Federico, especialista en dramas de amor y desamor, en pensar en las tablas pequeñas historias que develasen las hipocresías sociales propias y ajenas, ni llegó a entrever su muerte. Desde tierras latinoamericanas le pedían el exilio, desde España que se esconda. Pero el horror real es mucho más difícil de imaginar que el literario

Varios misterios  rodean las circunstancias de su muerte. Lo fusilaron  (¿un 18? ¿un 19? de agosto de 1936) junto a dos banderilleros anarquistas y un maestro de escuela. Uno de sus asesinos, un familiar directo. Otro, Juan Luis Trescastro, Trescastro llegó la madrugada de ese agosto del 36 a un bar de Granada, jactándose de haberle pegado dos tiros en  el culo por maricón.

Un fragmento de uno de sus poemas, que dice tanto de su muerte como de su vida:

Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus montes de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la última fiesta de los taladros.
Os escupo en la cara. 

miguel-hernandezTu risa me hace libre: Miguel Hernández

Antes que poeta pastor, el primer libro de Miguel Hernández cayó en la indiferencia madrileña. El campesino de Orihuela lanzado a probar suerte en la urbe cultural se había topado con su primer gran escollo. Cuando presenta sus quejas a García Lorca, el poeta ya consagrado le contesta: «Yo quisiera que pudieras superarte de la obsesión, de esa obsesión de poeta incomprendido, por otra obsesión más generosa política y poética».

El poeta pastor de Orihuela y el poeta señorito de la sociedad Andaluza, tuvieron un desencuentro que duró por años. Y se encontraron luego en el mismo lado. Fue Miguel Hernández uno de los primeros en llorar a Lorca desde la poesía en su Elegía Primera”: Primo de las manzanas, / no podrá con tu savia la carcoma, / no podrá con tu muerte la lengua del gusano, / y para dar salud fiera a su poma / elegirá tus huesos el manzano. / Cegado el manantial de tu saliva, / hijo de la paloma, / nieto del ruiseñor y de la oliva: / serás, mientras la tierra vaya y vuelva, / esposo siempre de la siempreviva, / estiércol padre de la madreselva.

Incorporado al ejército Popular de la República es, en el frente, soldado y poeta. Cuando en 1939 se da por concluida la guerra y el triunfo del fascismo es real, Miguel Hernández es apresado -luego de traslados, maltratos e infrahumanas condiciones de vida, morirá de tuberculosis en una cárcel- y su esposa e hijo padecen la miseria. Después de unos meses de trascurrir en la prisión, Josefina le escribe una carta narrándole una realidad cruda: ella y su hijo no tienen para comer más que pan y cebolla. La respuesta del poeta es ese gran poema que inmortalizó la lucha y la ternura: nanas de la cebolla.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

(…)
Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa

ni lo que ocurre.

nerudaEspaña en el corazón: Pablo Neruda

«No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera», escribió Neruda sobre Miguel Hernández, tras su muerte. El poeta chileno ya había conocido en 1933 a Federico García Lorca, que había recorrido el sur de  Latinoamérica convidando sus obras teatrales

En España y en 1934, en la redacción de Cruz y Raya -revista cultural española que circuló entre 1933 y 1936- Miguel y Pablo se conocen y se reconocen no neutrales.

El poemario España en el Corazón es una muestra de ese tomar partido y de la preocupación porque la poesía se transformara también en un arma de combate. El poema “Explico algunas cosas” reactualiza el eterno idilio en debate:

Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles

gabriel-celayaLa poesía es un arma cargada de futuro: Gabriel Celaya

Celaya conoció a Neruda, como a otros tantos poetas. Pero a este último le dedicó un poema desde la derrota política que significó el triunfo del fascismo. El poema se llamó «A Pablo Neruda»:

Te escribo desde un puerto,
desde una costa rota,
desde un país sin dientes, ni párpados, ni llanto.
Te escribo con sus muertos, te escribo por los vivos,
por todos los que aguantan y aún luchan duramente.
Poca alegría queda ya en esta España nuestra.
Mas, ya ves, esperamos.

Gabriel Celaya combatió por la República como voluntario, con el cargo de capitán. Al caer Bilbao -donde se encontraba en batalla- en manos del general Franco, el poeta acabó en un campo de concentración. Antes de caer prisionero se arrancó las estrellas del uniforme, pasando así a la vista del enemigo de ser un capitán a ser un soldado raso. Esto y otras circunstancias hicieron que saliera de allí con vida.

Quizás uno de los principales aportes a la lucha por la República fue ciertamente su poesía. Un fragmento del que, seguramente, fue el más recitado de sus poemas. «La poesía es un arma cargada de futuro»:

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica
.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.

@Mariel_mzc

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