Batalla de Ideas

15 julio, 2016

El profesor Finocchiaro

Por Florencia Mesalina. Alejandro Finocchiaro es Director General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. También es profesor titular de Derecho Político en la UNLaM y en su cátedra se fomentan la meritocracia y la discriminación.

Por Florencia Mesalina. Alejandro Finocchiaro es Director General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. Fue durante varios años Subsecretario de Políticas Educativas de la Ciudad de Buenos Aires. También es Profesor Titular de Derecho Político en la Universidad Nacional de La Matanza. Se sienta a la derecha de la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal. Es gestor, asesor, escritor, historiador, pero ante todo es el profesor Finocchiaro.

El profesor Finocchiaro dicta varias de las clases de Derecho Político en la UNLaM. Entra al aula informal, con un par de carpetas bajo el brazo y una botella de agua, la camisa sin corbata. Gesticula mucho, mueve las manos, como si no fuera quien es, como si no fuera sus diplomas, sus libros, sus cargos gubernamentales. Es un apasionado de la Grecia clásica, sabe la introducción de La Ilíada de Homero casi de memoria. Ama a los sofistas, el periodo democrático, la polis ateniense.

El profesor Finocchiaro explica con pasión el concepto de areté, que según los griegos es el máximo desempeño de las funciones, de la fuerza, de la astucia. Aprendió de los sofistas, que el areté no se lleva sólo en la sangre de los nobles (los descendientes de los guerreros de Troya): cree que puede adquirirse con esfuerzo, conocimiento, merito. El profesor exige un alto areté a sus alumnos, pide el máximo desempeño de sus funciones. Por eso el profesor dice “basta con la pedagogía de la compasión, basta con igualar para abajo”, declara en La Nación que “el esfuerzo es un valor”.

El profesor Finocchiaro decidió hace cuatro meses volver al sistema de calificaciones con aplazos para la educación primaria ¿Sabrá que los números no resuelven el debate sobre cómo mejorar la calidad educativa, evitar la repitencia y evaluar los aprendizajes? Por lo pronto piensa (con justicia) que “una escuela inclusiva es una escuela donde hay clases todos los días, donde los chicos aprenden lo que tienen que aprender y es una escuela además donde se enseñan valores”. Para el profesor, la educación debe volver a la excelencia.

¿Se preguntará el profesor porque a veces no hay clases? Quizá porque el barrio se inunda, o los techos de la escuela se caen a pedazos, o docentes y auxiliares hacen paro ¿Es culpa de los docentes o de sus bajos salarios? ¿Se preguntará porque lo niños a veces no aprenden? ¿Cuáles son los valores que deberían aprender? ¿Será el mérito, la competencia, el areté?

El profesor Finocchiaro parece entender que “la educación está inmersa en un contexto social y económico determinado (…) gran parte de los sectores más humildes acceden a los distintos niveles del sistema educativo pero, sin embargo, la estructura social se ha vuelto progresivamente más desigual y la proporción de personas bajo la línea de pobreza ha aumentado significativamente”, como declara en una entrevista. No obstante, ¿Sabrá que la gestión a la que pertenece generó 4 millones de nuevos pobres? ¿Sabrá de los miles de despidos? ¿Sabrá del aumento de tarifas? La excelencia que pretende, la pobreza que comprende, no coincide con la realidad, no coinciden con su gobierno.

El profesor Finocchiaro se decepcionó mucho este cuatrimestre. Casi el 80% de los alumnos pertenecientes al curso del auxiliar Walter Cerrudo desaprobaron el primer parcial. La mayoría de ellos se enteraron que fueron aplazados sin saber siquiera su nota numérica, como si fueran niños. El areté fue bajo, el merito no alcanzó. El profesor camina enojado de un lado al otro, pide una autocritica, todos quedan callados. Algunos rompen el silencio, alegan familia, muchas horas de trabajo, de viaje, el precio y el estado de los apuntes. El profesor parece escuchar atentamente, pero sigue exigiendo esfuerzo, mérito, areté. “Hay que quemarse las pestañas”, “hay que leer en los tiempos libres que te queden”, “no se puede leer el material solo una vez”.

Por su parte, el profesor Walter Cerrudo admite que la culpa está dividida en tres: la parte más pequeña es de él, por no haber podido trasmitir el ansia de leer. Una porción más grande es de los estudiantes, por no haberse esforzado. La mayor parte de la culpa es de los problemas estructurales del sistema educativo heredado. El profesor Cerrudo repite frases como “se banalizaron conceptos como la inclusión”, “vinieron con estas ideas nuevas de que el conocimiento se construye entre educador y estudiante”, “de que sirven miles de universidades si pasan la secundaria sin conocimientos”, “hay docentes que enseñan sin haber terminado la carrera”. Los pocos que quedan en el curso lo escuchan atentamente, se forman, aprenden.

El profesor Walter Cerrudo gusta de contar de manera jocosa la historia de cómo Aquiles venga la muerte de su amante (varón) Patroclo, “Aquiles se puso… histérico” dice con muecas de risas después de contar que en la antigua Grecia la homosexualidad (y la misoginia) eran moneda corriente. “Aquiles se puso como loco y fue en defensa de su mancebo”. El profesor Cerrudo, licenciado en Ciencias Políticas recibido en la Universidad Católica Argentina, también asesor de la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, utiliza el término “mancebo”, que puede significar “joven”, “amante”, “prostituta” o “criado”. ¿Sabrá el profesor Cerrudo si no hay un puto en el aula? ¿Algún histérico? ¿Algún mancebo?

El profesor Finocchiaro no fue a las últimas clases, se decepcionó del curso que rige Cerrudo, no fue a tomar los recuperatorios, nunca más se presentó. Menos de cinco estudiantes lograron promocionar la materia, aproximadamente veinte fueron a final, el resto aplazó, tienen que recursar (más de cien estudiantes). El profesor debe estar orgulloso de los que lograron pasar, demostraron merito, esfuerzo, un alto areté. Los demás deberán demostrar más esfuerzos para no quedar en la carrera, para avanzar, evolucionar. Los esperará nuevamente el gran educador, el profesor Finocchiaro.

Foto: agepeba.org

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