Batalla de Ideas

12 julio, 2016

400%, el número de la resignación

Por Juan Manuel Erazo. El tarifazo del gobierno de Cambiemos es parte crucial del plan de ajuste que impulsan, para dar lugar a las pretensiones del capital trasnacional y Estados Unidos. Una batalla abierta.

Por Juan Manuel Erazo. Un operario de fábrica del conurbano bonaerense analiza sobre la mesa su recibo de sueldo y las facturas de los servicios que acaban de llegar. Las cuentas dan en rojo, va a ser necesario ajustar los gastos domésticos. Esta realidad es compartida por miles y miles de trabajadores y trabajadoras en diferentes partes del país. Este golpe al bolsillo se llama pérdida del poder adquisitivo del salario, su causante se llama política de ajuste y es ejecutada por el gobierno nacional.

Estos millones de trabajadores argentinos comparten a su vez la realidad de otros millones de trabajadores en toda América Latina que deben dejar de consumir determinadas cosas, o buscar otros trabajos, abandonar proyectos de construcción, vivir peor que antes. Esto se llama caída en las condiciones de vida, y se explica por el avance del capital sobre el salario, es decir, mayores ingresos para el empresariado, menores ingresos para el trabajador.

Esta avanzada del capital sobre el salario responde a una realidad global que se llama salida de la crisis del capitalismo. Si uno analiza la historia, cada crisis del capitalismo deja como consecuencia una humanidad más deteriorada y excluida. En palabras del historiador colombiano Renán Vega Cantor: “La crisis actual tiene características diferentes a todas las anteriores ya que hace parte de un quiebre civilizatorio de carácter integral, que incluye factores ambientales, climáticos, energéticos, hídricos y alimenticios”.

El capital a nivel mundial se concentra cada vez en menos manos y para hacerlo requiere que su complemento, el trabajo, se deteriore (más precarizado, flexibilizado, enajenado). Pero la situación va un poco más allá. Algunos intelectuales como el filosofo francés André Gorz sostienen que “la carrera hacia la productividad tiende a acelerarse, los recursos humanos a reducirse, la presión sobre el personal a endurecerse, el nivel y la masa salarial a disminuir”. Esta carrera mundial devora a diversos sectores de la sociedad, incluidas las llamadas burguesías nacionales que caen presas de los poderosos capitales trasnacionales.

El sistema capitalista actual se reduce a círculos más pequeños, dejando a grandes masas de personas a la deriva, excluidos, fuera de los círculos de integración del capital-trabajo ya de por sí malogrados. Para este pedazo de humanidad el futuro llegó ya hace rato, el Estado apenas llega, también el sistema. Solo queda la organización para la transformación del mundo, la globalización de la esperanza, o el fin del mundo.

La situación de estas masas difiere de la de nuestro operario bonaerense. Es la realidad de una cartonera que trabaja en el microcentro, que vive en un asentamiento de la Capital y que hoy tuvo que decidir entre comprar la garrafa o comer un poco mejor. “Sera pan y mate cocido para mí y fideos para las nenas”, piensa mientras arrastra el carro. Las realidades del operario y la cartonera son diferentes, sí. Pero el sistema que los hace vivir cada vez peor es el mismo, se llama capitalismo.

Complaciendo al capital

El tarifazo en los servicios públicos responde a un plan de ajuste local implementado por la alianza Cambiemos que, a su vez es correlato de una realidad global donde cada vez son menos los que más tienen. “No había camino alternativo”, respondió el jefe de Gabinete, Marcos Peña, en conferencia de prensa este lunes. Y sí, es obvio que para Peña, quien realizó sus estudios primarios en la Wayside Elementary School de Estados Unidos, el tarifazo sea la única salida.

Los argumentos son bastante claros. “Aumentó el consumo porque tenemos costumbres de un país rico en gas (…) Tenemos que ir cambiando los hábitos», dice. Básicamente, hay que acostumbrarse a vivir peor, mientras otros viven mejor. Su discurso responde a la realidad global, a las intenciones del capital.

Se alega la falta de gas generada por una crisis estructural del sistema energético que puede ser real, pero donde no son los usuarios los culpables, sino las empresas subsidiadas durante años y años que jamás han invertido en una infraestructura sustentable. Y esta lógica, no solo no se ha modificado, sino que ha empeorado con la quita de subsidios supuestamente necesaria para reducir el déficit fiscal.

Mientras tanto, se compra gas vía Chile a precios altísimos, luego de un contrato elaborado en mayo de este año con el grupo energético internacional GDF Suez, el capital trasnacional. Todo esto bajo la excusa de que Bolivia (quien nos vende el gas notoriamente más barato) no cumple con los términos de entrega y que no tiene más gas para vendernos, según declaraciones del ministro de Energía y ex CEO de Shell, Juan José Aranguren.

Esto fue desmentido por el ministro de Hidrocarburos y Energía de Bolivia, Luis Alberto Sánchez, quien aseguró que su país está cumpliendo con el contrato de venta de gas natural a la Argentina y que están abiertos a analizar nuevas propuestas de volúmenes con los “hermanos argentinos”. No comprarle más gas a Bolivia puede responder a una realidad continental, a los planes del imperialismo norteamericano, al desmedro de la sustentabilidad del país andino. A esta altura, nada es casual.

Combatiendo al capital

En respuesta al descontento generado por el aumento de tarifas, el Gobierno Nacional ofrece fijar un tope de 400% en la factura de gas. Cuatrocientos por ciento es el número que habrán fijado luego de encuestas, observaciones, análisis, focus groups, tácticas de la nueva derecha. Es el número de la resignación que creen que gran parte del pueblo argentino está dispuesto a tolerar para dar lugar al “sinceramiento”, a la lluvia de inversiones, a la nueva teoría del derroche, al neoliberalismo.

Saben que es una batalla crucial en la avanzada de su plan de ajuste. Que gran parte de la población acepte implicaría resignarse ante la pérdida del poder adquisitivo del salario, el avance del capital sobre el trabajo. Es una batalla abierta donde todavía las acciones políticas, judiciales y de toma de espacios públicos no se han agotado (se está convocando a una gran movilización para el 14 de julio).

Se necesitará la mayor unidad posible para que el operario del conurbano llegue bien a fin de mes, para que la cartonera pueda vivir mejor. Se necesitara la mayor unidad posible para frenar el tarifazo, que implicaría una seria derrota al plan de ajuste de Cambiemos, que implique a su vez un golpe a las pretensiones del capital trasnacional en el país, a las oscuras intenciones del imperialismo norteamericano, a la carrera destructiva del capital sobre el trabajo.

@JuanchiVasco

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