7 julio, 2016
Festejos democráticos y nostalgias dictatoriales en la despedida de Lopérfido
Por Pedro Perucca. La inexorable renuncia del provocador y negacionista ministro de Cultura de la Ciudad generó alto impacto. La Nación defiende al yerno del jefe con una editorial brutal, mientras que los organismos de derechos humanos y personalidades culturales y políticas celebran su eyección del cargo.

Por Pedro Perucca. Este miércoles por la tarde, después de haberlo negado a la mañana, Darío Lopérfido tuvo que reconocerse como “renunciado” a su cargo de ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. La exigencia de su renuncia venía siendo planteada por buena parte de la comunidad cultural y por organismos de derechos humanos, que desde principios de año llevaron adelante múltiples iniciativas al respecto.
Cómo es sabido, la salida del cuestionado funcionario se debió a sus diversos exabruptos, desde el original del mes de enero negando la cifra de 30 mil desaparecidos hasta la de hace poco más de una semana denunciando “el mayor fraude de la historia audiovisual argentina”, en el que involucró a productoras y a una serie de actores y actrices a los que tildó de “fanáticos kirchneristas”.
A pesar de que está claro que su alejamiento se debió a su incontinencia verbal y a su rosario de provocaciones, las explicaciones del jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta apuntaron meramente a una sobrecarga de trabajo: “Coincidimos con Darío en que era mejor que se concentre en la dirección artística del Teatro Colón, trabajando con la directora general, María Victoria Alcaraz”. Lopérfido recurrió a la misma línea de excusas: “Fue agotador encarar simultáneamente tres tareas de semejante relevancia”.
Pero luego de que el jefe de Gobierno se viera obligado a aceptar esa renuncia que su ministro no quería presentar (aunque no sin antes confirmarlo en su rol de Director general del Teatro Colón), las reacciones de diversos referentes artísticos, culturales y políticos no se hicieron esperar.
Justificando lo injustificable
Una diversa galería de personajes terroríficos salió inmediatamente a defender al ex integrante del Grupo Sushi, casi siempre apelando a la misma línea argumental: se lo “renuncia” por animarse a decir la verdad, por no ser “políticamente correcto”.
Esmeralda Mitre, esposa de Lopérfido e hija de Bartolomé Mitre, dueño del diario La Nación, compartió su mensaje de solidaridad desde Instagram: “Sos el que más hizo por la cultura en los últimos tiempos y el que cambió la cultura en esta ciudad desde ya hace, muchos años atrás! #seguirasbrillandoenelcolon y desde ahí haciendo lo que amas hacer sin nunca esperar nada a cambio! y sin ambiciones que no tengan solo que ver con el arte y la educación! Sos la persona más fiel, honesta, brillante y fuerte en tus convicciones que conocí en toda mi vida”.
El crítico de cine e inclaudicable defensor del macrismo Gustavo Noriega, luego de compartir una foto en la que se lo ve abrazando calurosamente al ministro saliente, sostuvo desde Twitter: “Lástima, no x decir la verdad tiene que renunciar. O lo renunciaron. Así no cambiamos +. Es cierto lo de los 8 mil y lo de los actores”. Defensa in toto.
José Luis Espert, economista ultramontano, también lo defendió desde Twitter: “Lamento la renuncia de Lopérfido por haber dicho la verdad: no hubo 30.000 desaparecidos en la Dictadura. Mal que se imponga la mentira”.
Su ex compañero Sushi y, según diversos analistas, responsable de su caída final, Hernán Lombardi, eligió una línea algo más sutil, democrática: “Yo no coincido en sus opiniones sobre el tema derechos humanos pero también me parece mal que él no pueda ejercer su opinión pero me parece que la salida tiene que ver con otras cuestiones. Igual, la verdad que no seguí la cuestión de cerca”.
Finalmente, La Nación publicó este jueves otra editorial bestial que bajo el título de “El precio de decir la verdad” defiende el derecho del ex ministro negacionista a “expresarse libremente”. Para justificar un número de desaparecidos de cuatro cifras cita a Graciela Fernández Meijide y al historiador José Luis Romero. Luego también reivindica los dichos del renunciante sobre los «actores K» y, para terminar, mientras al pasar reivindica las bestialidades de González Fraga, plantea: “Permitirse dudar no es ir en contra de nadie ni es razonable que haya que pagar un precio por expresarse libremente”. Para La Nación el límite por derecha es infinito y se puede reivindicar incluso a los genocidas en nombre de la libertad de expresión.
A tono con estas declaraciones pornográficas, también ha habido miles de comentarios de usuarios de redes sociales que, en sintonía con el clima ideológico habilitado por el nuevo gobierno, han sacado brutalmente del closet a sus enanos fascistas.
Tiros para el lado de la justicia
Apenas confirmada la renuncia la Mesa de Cultura y Derechos Humanos, conformada el pasado 14 de junio para exigir la renuncia de Lopérfido, compartió un comunicado que sostiene que su alejamiento “es un gran paso para un Estado sin negacionismo, por una cultura inclusiva y no como mero negocio para pocos” y reitera el planteo a las autoridades de la Ciudad de desplazarlo también de su puesto en el Colón, ya que “este funcionario no debe ocupar ya ningún cargo público, porque su proceder es contrario a la consolidación democrática que la mayoría anhela”.
El texto es firmado por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, H.I.J.O.S., APDH y otros organismos de DDHH, así como por personalidades de la talla de Eugenio Zaffaronni, Pablo Llonto, Víctor Heredia, Alberto Kornblihtt, Alejandra Darín y Claudio Tolcachir, entre otras tantas firmas.
De entre los actores, víctimas directas del último exabrupto del pérfido ministro, se han pronunciado Gustavo Garzón (“Esta renuncia revela que el pueblo le dijo que con los desaparecidos no se jode”), Juan Palomino (“Demoró bastante en renunciar. Ya al poner en duda la cantidad de desaparecidos se estaba transformando en un provocador”) , Rita Cortese (“Fue el triunfo de la certeza, la convicción, la permanencia, y la honorabilidad ante todas las cosas”) y Cristina Banegas (“La presión fue fuerte y muy justa, porque no paraba de decir barbaridades, de desplegar su cinismo y su estupidez”), entre tantos otros actores, actrices, músicos y personalidades de la cultura en general.
Desde el ámbito político, el jefe de bloque del Frente para la Victoria, Carlos Tomada, sostuvo que se trató de “otro logro de los organismos de Derechos Humanos y del mundo de la cultura”. Mariano Recalde, ex presidente de Aerolíneas Argentinas, destacó la “madurez de una sociedad en la que nadie, y mucho menos un funcionario público, puede faltarle el respeto a las víctimas de la dictadura y a la incansable lucha de los organismos de derechos humanos”.
La hija de desaparecidos y diputada del FPV Victoria Montenegro agradeció “a todos los artistas que se solidarizaron para que el negacionismo no se apropie de la cultura”, mientras que Eduardo López, secretario General de CTERA, sostuvo que “la presencia del ex integrante del grupo Sushi en el Gobierno de la Ciudad fue un intento de perforar el piso de consenso político en materia de Derechos Humanos logrado aún desde antes de la recuperación democrática, en diciembre de 1983”.
Finalmente, Taty Almeida, histórica madre de Plaza de Mayo, resumió la situación como nadie: “Lopérfido no renunció, lo renunciamos”.
@PedroP71
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