7 julio, 2016
El 9 de Julio de 1816 y sus debates
Por Damián Finucci. Hace 200 años la Argentina comenzaba su camino de independencia luego de haber transitado durante seis años los debates sobre hacia dónde orientarnos como país luego de la revolución de 1810. Un repaso por los hechos y principales discusiones .

Por Damián Finucci. Hace 200 años la Argentina comenzaba su camino de independencia luego de haber transitado durante seis años los debates sobre hacia dónde orientarnos como país luego de la revolución de 1810. El 24 de marzo de 1816 se iniciaba el Congreso en Tucumán que daría inicio al proceso independentista que se expresará en el acta de la independencia que firmarán los 33 congresales y delegados de varias provincias del cuyo, centro y norte argentino. Previo a esto, es importante poder tener en cuenta los hechos que se venían dando del otro lado del Atlántico.
Antecedentes
El primer elemento para destacar, es el retorno al trono en 1814 de Fernando VII a España tras el retroceso que estaba padeciendo el imperio napoleónico -y que sería derrotado posteriormente- frente a las fuerzas que formarían la Santa Alianza. Este regreso al trono estuvo acompañado con la intención de recuperar las zonas que se había declarado en rebeldía en el cono sur del continente americano. El segundo elemento a considerar es que la zona declarada en rebeldía no tenía una unidad política. Es más, se dio una disputa entre distintas regiones y personalidades que poseían diferentes proyectos políticos, económicos y sociales.
Fiesta popular y prolongada
Más allá de los debates, el primer dato a destacar es que el 9 de julio la famosa «casita» de Tucumán se vistió de fiesta. El cronograma en las primeras horas de ese día se distribuyó de la siguiente manera:
- A las 9 de la mañana se celebró una misa que ofició el congresal-sacerdote por La Rioja Padre Ignacio de Castro Barros.
- Posterior a la misa, la plaza de la capital estaba abarrotada de gente queriendo ver que sucedía. Era miércoles pero nadie se quería perder este evento. Los congresales se paseaban entre la gente, compartieron algunos pastelitos y continuaron rumbo a la casa del gobernador Bernabé Aráoz
- A las 14 horas, en la casa del gobernador Aráoz y en una breve sesión se nombrò a Juan Martín Pueyrredón como director supremo de las provincias unidas del Sud y a Manuel Belgrano jefe del ejército del Alto Perú.
Posterior a esto, el director supremo partió hacia Córdoba a encontrarse -de forma secreta- con don José de San Martín para planificar los primeros pasos del nuevo gobierno patrio en relación a la batalla militar a librar contra los realistas españoles.
Hacia la noche, el salón congresal de la famosa casa de Tucumán estaba ocupado por las familias más ricas y poderosas de aquél entonces quienes se despacharon con una serie de bailes, festejos y brindis. No obstante y posterior a este festejo, el gobernador Aráoz se puso como objetivo realizar una fiesta popular el 25 de julio para todo el pueblo de Tucumán donde se le rindiera, por un lado, homenaje a los caídos y, por otro lado, pudiera anunciar su idea: la conformación de un gran imperio del sur, gobernado por un descendiente de los Incas.
Imperio vs República
La intención del gobernador Aráoz de dar a conocer la propuesta de conformar el “Gran Imperio del Sur” formó parte un acalorado debate entre los congresales reunidos en Tucumán. La caída de Napoleón hacia 1815 había disparado en Europa la necesidad de contrarrestar los efectos generados por la revolución francesa en torno a las ideas republicanas de “libertad, igualdad, fraternidad”. En este sentido nació la Santa Alianza -una alianza entre las monarquías absolutistas de Austria, Rusia y Prusia- con un fuerte sesgo conservador y autoritario, que protagonizarían la escena política europea por los siguientes 15 años.
Mientras tanto, en Tucumán, la influencia de este conglomerado de reyes absolutistas logró filtrarse en los debates que se dieron en los días una sucesivos a la firma del acta, gracias a la lectura que aporta Belgrano sobre las acciones que se estaban sucediendo en Europa y que, en sus palabras, se expresaban de la siguiente manera: “Las ideas republicanas ya no tenían predicamento en Europa y ahora se trataba de monarquizarlo todo”.
Es interesante ver las posturas diversas que se desprendieron de este debate ya que, más allá de la apreciación que se pueda hacer en torno a las desprolijidades y el apuro por definir la forma de gobierno previa a la Constitución, se deduce la urgencia por querer ser reconocidos por los poderes fácticos pero, sobre todo, la discusión estaba centrada en quien lideraría el proceso: las provincias del norte y centro o Buenos Aires y su puerto; en segundo lugar, la discusión sobre cómo resolver este debate desnuda una debate siempre vigente: ¿tienen los representantes la capacidad de poder decidir por encima de sus representados (o sea el pueblo)?
La historiografía tradicional ubica en la figura del Fray Justo Santa María de Oro -congresal de San Juan- al defensor de la tesis republicana y de la soberanía popular por lo que se le adjudica que, para tomar semejante decisión, primero había que “consultarle al pueblo”.
“De españa y de toda potencia extranjera”
Otro de los debates que se dieron dentro del Congreso de Tucumán (que sesionó más allá del 9 de julio) estuvo vinculado a la relación que se debía adoptar frente a las potencias hegemónicas.
No hubo discusión entorno a la independencia de España. En efecto, el Congreso se había pronunciado por unanimidad sobre este tema y había logrado la siguiente formulación que se expresaría en el acta: “Libres de los reyes de España y su metrópoli”. Si bien la expresión también contó con el consenso total de los congresales, hubo voces que plantearon la insuficiencia de la formulación alcanzada ya que los rumores de que la independencia de España buscaba acercarnos al imperio de Inglaterra y al de Portugal eran muy fuertes.
En este sentido, fue el diputado por Buenos Aires, el abogado y poeta Pedro Medrano en la sesión secreta del 19 de julio quien propuso un agregado a la oración aprobada para que ayude a disipar las dudas sobre el futuro de la nación naciente sentenciando que la independencia debía ser de España, sus reyes, su metrópoli y “de toda nación extranjera”.
La independencia sigue siendo el horizonte
Doscientos años después del 9 de julio donde se firmó el acta de la independencia que nos proclamaba como nación soberana es interesante poder recuperar algunos de los debates que se dieron en esa fecha.
No hubo discusión sobre la necesidad de independizarse de España hacia 1816 pero esa independencia no tuvo acuerdo en las formas de gobierno ni, mucho menos, en relación a las potestades atribuidas por los congresales. Por otro lado, siempre es importante poder recuperar el rol protagónico del pueblo, ya sea festejando o siendo considerado para debatir sobre el futuro.
Por último, una verdadera independencia no se puede pensar en relación a someterse a otras potencias o imperios. Como decía Jauretche, un extemporáneo a este periodo: “No se trata de cambiar de collar sino de dejar de ser perro”.
@damiancitolean
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