Batalla de Ideas

28 junio, 2016

El peronismo y la CGT: las internas que sirven a Macri

Por Federico Dalponte. Lejos del obstruccionismo, el gobierno recibió hasta ahora numerosos gestos de apoyo por parte de sectores del peronismo y hasta el silencio colaborador de la CGT. En concordancia, el despedazado sello del PJ perforó su piso histórico en Diputados y tiende a la baja.

Ya nada es lo que era. Es cierto que su mejor versión fue en sus inicios de pugilista, pero a los 40 seguía siendo implacable. Y aunque más viejo y más cansado, al promediar los 50 todavía aprovechaba como nadie las flaquezas del rival. Pero ahora que el peronismo cumple sus 70, está desmembrado en tantos pedazos que es imposible contarlos y a su principal soporte, el sindicalismo ortodoxo, puede pasarle una ola de despidos por encima sin que siquiera mosquee.

El peronismo tiene sus vertientes, se dirá, y es cierto. Pero su debilidad no es hoy producto de escisiones menores, sino del desgaste del propio Frente para la Victoria, dueño indiscutido del sello Justicialista desde hace una década.

En la Cámara de Diputados, por ejemplo, ese PJ de Perón se apronta a reducirse a su mínima expresión desde la recuperación de la democracia. Lejos de los años de esplendor, hoy cuenta con una treintena de legisladores menos que en la apoteosis radical de 1985.

Héctor Recalde, que tiene la amarga tarea de conducir el bloque en tiempos de pobreza, asiste impávido al robustecimiento del macrismo. Dato, por cierto, no menor: Cambiemos es en la actualidad el gran beneficiario de la caída en desgracia del PJ.

El ajuste, el tarifazo y el endeudamiento de los primeros meses de Fernando De la Rúa no le hacen ni sombra al primer semestre de Mauricio Macri, y sin embargo los gobernadores, los legisladores y los sindicalistas del PJ no estuvieron ni cerca de frenar alguna de las medidas recesivas del nuevo gobierno.

Gobernar con apoyo peronista

A medio año de haber asumido, el presidente contó con el apoyo del PJ para pagarles a los fondos buitre, para avalar el decreto de disolución de la AFSCA y para designar a un ex abogado del Grupo Clarín como miembro de la Corte.

Además, tuvo a su favor el beneplácito de ambos bloques del Congreso para aceptar el veto a la ley antidespidos, y hasta la resistencia de la CGT a convocar a una protesta nacional.

Pero entre las novedades más recientes, también se destaca cierta tendencia al suicidio político. Con apoyo del Partido Justicialista, esta semana el Senado dará sanción definitiva a la Ley de blanqueo, que incluye la derogación de una norma cardinal del epílogo kirchnerista: la 27.181, que resguarda las acciones del fondo de sustentabilidad de la ANSES.

En suma, así como aseguran que el primer Papa hizo con su propio dios, hoy el PJ se ensaña en negar a sus más recientes líderes. Tal vez por sincero arrepentimiento o por no querer verse colgados de la cruz, lo cierto es que este embrollo peronista es festejado con vehemencia y globos en Casa Rosada.

El aporte de votos en el Congreso

En la Cámara Baja hay 20 interbloques distintos, de los cuales 13 –todos opositores– tienen alguna identificación más o menos cercana con el PJ. El sello del partido, por supuesto, sólo lo tiene el bloque encabezado por Héctor Recalde (FpV), pero aun así, desbordando la formalidad justicialista, los peronistas suman 154 legisladores contra los 103 del resto del universo político.

¿Cómo se explica entonces que el oficialismo haya conseguido aprobar el pago a los buitres con 165 votos afirmativos y el blanqueo de capitales con 162?

Ni hablar de lo que sucede en el Senado. Allí Cambiemos tiene apenas 15 bancas propias, pero la designación del discutible juez Carlos Rosenkrantz obtuvo 58 avales, mientras que el pago a los buitres alcanzó los 54.

Sergio Massa, Adolfo Rodríguez Saá, Miguel Ángel Pichetto, Diego Bossio son algunas de las caras destacadas del peronismo más cercano al gobierno. Sin embargo, por lo bajo los nombres se multiplican y crecen mes a mes.

La CGT oficialista

«La CGT siempre es oficialista, no importa quién es el gobierno», dijo en 2010 Víctor De Gennaro, uno de los fundadores de la CTA, con mezcla de verdad y malicia.

La parte de malicia, claro, era para distinguir el perfil autónomo de la CTA. Y la de verdad, porque desde 1946 la CGT se alineó siempre a los distintos gobiernos peronistas. Y cuando no, la central se partió en dos o más pedazos: algunos muchos con poder se mantenían afines al gobierno y otros tantos disentían. El último ejemplo, el de la CGT partida en tres a la sombra del peronismo kirchnerista.

Hugo Moyano, Antonio Caló y Luis Barrionuevo se diferenciaron, cada uno a su tiempo, por el tipo de vinculación mantenida con el gobierno anterior. Pero ahora, con el agua mansa, ante una gestión no peronista y en vísperas a la reunificación de la central, sorprende el silencio sepulcral de sus dirigentes ante la multiplicación de pobres y despedidos provocada por «el mejor equipo de gobierno de los últimos 50 años».

“El gobierno no se acuerda de los trabajadores”, dijo Hugo Moyano en el acto por el día del trabajador. Y naturalmente que es así. Lo novedoso, lo llamativo, es que se haya vuelto tan paciente con el paso del tiempo. En el año 2000, por ejemplo, el camionero había tardado apenas tres meses, desde la asunción del último presidente no peronista, en convocar a una protesta multitudinaria frente a la casa de gobierno.

El peronismo y la nada

En silencio y por lo bajo, el macrismo cabalga con caballo peronista. Algunos miembros propios como Rogelio Frigerio provienen precisamente de allí, es cierto, pero además hoy Cambiemos cuenta con el apoyo de la CGT y de cuantiosos gobernadores y legisladores justicialistas.

Y ahí reside también la debilidad del FpV-PJ. Varios de los que abandonaron la otrora aplastante mayoría kirchnerista pasaron sin ruborizarse a apoyar cualquier proyecto del oficialismo. Y de lo que quedó bajo el paraguas justicialista, sólo el núcleo más afín a Cristina Kirchner se planta contra las medidas regresivas del gobierno.

Fuera de ello, el movimiento de Perón se halla fragmentado en más de una decena de pedazos. Así se debilita, se pierde, se reduce a la nada. El partido que supo gobernar sin límites la Argentina ahora no sólo es incapaz de frenar los aspectos más duros del ajuste de Cambiemos, sino que además muchos de sus miembros facilitan esas políticas.

El PJ, pero fundamentalmente el peronismo que lo rebalsa, parece hoy ese viejo que cumplió los 70 en el peor de los estados posibles. De tanto cuestionarse su rol opositor y para garantizar la gobernabilidad, se convirtió en plena era macrista en un colaborador peligroso y obediente.

Si tiene suerte, tal vez halle en el corto plazo nuevos liderazgos que le den vida para cumplir los 80 en mejor forma.

@fdalponte

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