27 junio, 2016
Quisiera ver a Lío para siempre
Por Sebastián Tafuro. No es el propósito central de esta nota el análisis de lo que nos faltó ante Chile, sino rogarle al astro que no se vaya de la Selección. Que lo queremos ver mucho tiempo con los colores patrios. Te queremos ver ganar algo con la Selección, sí. Pero sobre todo te queremos ver jugar.

Por Sebastián Tafuro. Terminó el partido. El sueño de ser campeones se esfumó una vez más, como viene sucediendo desde hace 23 años y de manera inexplicablemente cruel en los últimos tres. Las cámaras del mundo, conscientes del morbo que vende pero también de todo lo que genera ese pequeño genio de 1,70, enfocan sus lágrimas y se alejan del festejo de los ganadores, a quienes las definiciones por penales -pero esencialmente una identidad de juego- les sientan tristemente bien.
Mientras una enorme mayoría siente profunda empatía con su dolor y su tristeza, una minoría intensa, agresiva y miserable lanza sus dagas frente al televisor: «Fracasado», «Perdedor», «Te cagaste de nuevo en la final», «Nunca vas a ser como Maradona» (quien, obviamente, apoyó a Messi) y sigue el espíritu hiriente entre quienes probablemente tengan muchísimos menos logros en la vida que los conseguidos por Lionel. Pero así son. Ampliando la geografía de la canción de Calamaro, en el país de la pelota cualquiera pueda decir lo que se le canta. Y todo parece valer.
Desde el minuto inicial, Messi la pidió siempre y se puso el equipo al hombro. Provocó la expulsión de Marcelo Díaz y obligó a que el mismísimo Arturo Vidal sacrificara su talento en pos de generar un esquema táctico tan cerrado como aguerrido con el único fin de asfixiar el talento del 10. Aún así el crack del Barcelona se las ingenió infinidad de veces para sortear las marcas e inquietar a la defensa trasandina. No tuvo compañía.
Los delanteros de área volvieron a fallar en una instancia decisiva; el socio de los partidos anteriores, Ever Banega, se apagó en gran parte del encuentro; el otro gran talentoso que tiene el conjunto albiceleste, Ángel Di María, mostró que no se había recuperado del desgarro que sufrió ante Panamá.
Podemos seguir enumerando factores que llevaron a que la brillantez de Messi (quien, está claro, no jugó un partido de 10 puntos) no tuviera el premio mayor y que encima se ensañara con él al errar el penal en la tanda respectiva. Pero no es el propósito central de esta nota el análisis de lo que nos faltó ante Chile, sino rogarle al astro que no se vaya de la Selección. Que lo queremos ver mucho tiempo con los colores patrios.
Porque cuando el vestuario más triste del conjunto albiceleste abrió sus puertas, Messi enunció sus palabras letales: «Se terminó la Selección para mí». Nos costó entender el significado de esa frase. Nos dolía en el alma mucho más que la tercera derrota consecutiva en una final. Sin ánimo de exagerar, sólo podía compararse con aquel «me cortaron las piernas» de Diego tras el doping positivo en EEUU 94. Creer o reventar, pero si lo dicho por el máximo goleador histórico de la Selección se vuelve realidad, el país norteamericano se habrá cargado los últimos minutos de los dos más grandes con el número 10 en la espalda.
No podemos permitir eso. No podemos permitir que el tipo que nos ubicó nuevamente en finales -cuando un par de años atrás no pasábamos de los cuartos- se vea frustrado y diga adiós a los 29 años. No Lionel, dejanos disfrutarte. Te queremos ver ganar algo con la Selección, sí. Pero sobre todo te queremos ver jugar.
Porque vos entendés este juego mejor que nadie, porque es un placer cada vez que acaricias la pelota, porque haces jugar a todos, porque tu talento potencia al resto, porque no te interesan los récords individuales (que batís igual), porque tu espíritu competitivo te lleva a querer estar siempre. Porque te fumas el quilombo que hoy es la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), porque todos nos llenamos la boca diciendo «no podemos depender sólo de Messi» y luego el entrenador arma tácticas donde la principal chance de ganar un partido decisivo es que vos te inspires eludiendo a cinco.
Tus cifras nos impactan, pero es tu fútbol el que nos conmueve. Esta nota sólo se escribe porque tenés detractores que seguramente son los que hacen que hayas tomado esta determinación en caliente. Porque sino, ¿cómo explicar lo evidente? ¿qué falta hacen estas palabras si las pruebas están en cada partido? ¿por qué tenemos que «defenderte»? Pero aquí estamos.
#NoTeVayasLio estalló en las redes sociales. Y va a seguir estallando ya que la Selección sin vos es sólo una caricatura. Podrá ganar algún partido, podrá incluso clasificar al Mundial (van cuatro y medio de diez a Rusia), pero no nos va a transmitir absolutamente nada. ¿Quién va a ir a ver los partidos de Eliminatorias en septiembre si vos no estás?
Fracasar es ni siquiera intentarlo. Sabemos que lo venis intentando una y mil veces. Sentís que hagas lo que hagas esa cima soñada no puede alcanzarse. Y creés, en el desasosiego de una nueva derrota, que no va a haber otra oportunidad. Tus energías, cual Bielsa en aquel 2004 -que fue un antes y un después en la historia reciente de la Selección-, parecen haberse agotado. Acá te lo decimos bien claro: intentalo otra vez más. Vos ya sos Messi en mayúsculas, vos ya tenés ganado un lugar entre los más grandes, nadie te lo va a quitar, aún si no llega el título. Pero date esa oportunidad, no a nosotros, sino a vos mismo.
En Relato de un utilero, un maravilloso cuento de Roberto Fontanarrosa (paradójicamente un «canalla»), se nos relata la historia de Dardo Garrido, un jugador que la rompía en cada equipo al que iba pero siempre sufría algún percance al final que deshacía las ilusiones que él mismo había generado. El querido Negro hace referencia de manera magistral a una especie de mitología griega para explicar esta historia: «Por último Taumas impuso a Garrido una condena para toda la eternidad. Debería construir por sí solo, casi sin ayuda de nadie, un templo gigantesco que asombrara a las criaturas vivientes y a los mismos dioses por su magnificencia y belleza. Y cada vez que estuviese a punto de concretar su maravillosa obra, debía derrumbarla de un golpe para luego comenzar de nuevo».
Uno pretendería creer que Messi no sufre la condena impartida a Garrido. ¿Y si así fuera? ¿Quién nos quita esa construcción maravillosa que nos asombra aunque las circunstancias fallen en el último paso? Aunque tenga que comenzar de nuevo todo el tiempo, quisiera ver a Lío para siempre.
@tafurel
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