Fútbol

21 junio, 2016

30 años no es nada: el día que Maradona se convirtió en D10S

No se puede analizar los goles a los ingleses individualmente. Unificados dan muestra de un talento y de una rapidez mental sin igual. Ambos son obra maestra del mejor jugador del mundo de todos los tiempos, en su mejor momento futbolístico.

Las críticas arreciaban en la etapa previa. La angustiosa clasificación en la cancha de River con una guapeada de Passarella y el toque final de Gareca habían sembrado un manto de dudas sobre un equipo que no podía configurar una identidad definida. El recorrido de amistosos antes de llegar a México confirmaba las apreciaciones del mundo del fútbol, desde los periodistas hasta los hinchas pasando por jugadores o técnicos que la miraban de afuera: Argentina iba camino a hacer un papelón en tierras aztecas. No le podía ganar a nadie, ni aunque tuviera entre sus filas a quien estaba disputando el trono del mejor jugador del planeta. Pero Bilardo se tuvo confianza en esa ya histórica frase: «Somos los primeros en llegar y seremos los últimos en irnos». Por ahora estábamos en cuartos de final. Nada mal para los pronósticos destructivos.

La primera ronda mostró a una Selección decidida a exponer una nueva cara. Sólida defensivamente, con un medio campo que parecía combinar las dosis justas de combate y talento, el inestimable aporte ofensivo de un Jorge Valdano predestinado a tener una gran competencia y la magia de quien desde el primer minuto ante Corea del Sur exhibió unas credenciales de lujo para dar ese salto a la gloria, tanto personal como colectiva: Diego Armando Maradona. El triunfo inicial por 3 a 1 ante los asiáticos pero sobre todo el muy buen empate ante Italia con gol del 10 empezaron a alimentar una ilusión desconocida. El 2 a 0 ante Bulgaria redondeó el liderazgo del grupo y un cruce rioplatense en octavos de final.

El 16 de junio en Puebla, Argentina y Uruguay se vieron las caras para determinar quién se ubicaría entre los 8 mejores del Mundial. Un gol de Pedro Pablo Pasculli cerca de finalizar el primer tiempo les daría la victoria a los dirigidos por el Narigón, que jugaron un muy buen encuentro ante una Celeste también competitiva y de perfil más vistoso que aguerrido. Dos días después, con una goleada 3 a 0 ante Paraguay, el fantasma de la Selección inglesa se asomó en el horizonte. ¿Fantasma por lo que provocaba su fútbol? Nada más lejos de eso.

Pero desde 1966, y fundamentalmente tras la Guerra de Malvinas cuatro años antes, esa histórica rivalidad había tomado ribetes de alta tensión. Así como se afirma que la política es la continuación de la guerra por otros medios, el fútbol tenía un capítulo guardado donde todo estaba inevitablemente mezclado.

Jugadores, dirigentes y políticos se cansaron de declarar que el deporte no se mezclaba con la guerra de Malvinas, por eso los jugadores previo al partido definieron no hablar ante la prensa. Al mismo tiempo, los argentinos sabíamos que ningún resultado político iba a sanar la herida de lo que representaba el capítulo malvinense en la historia, pero era imposible dejarla a un costado, mucho menos en el fútbol y en nuestra manera de vivirlo.

El “Tata” Brown en una entrevista mencionó a ”pibes que habían jugado conmigo acá en Ranchos, o que eran de Belgrano, de Monte, amigos míos fueron a la guerra y no volvieron, yo de alguna manera quería vengarlos, quería ganarles”. Maradona, en su último libro de reciente aparición, declaró: ”Si bien los ingleses son culpables, igual de culpables habían sido los argentinos que mandaron a los pibes a enfrentar a la tercera potencia mundial con zapatillas Flecha. Uno nunca pierde el patriotismo, pero uno habría querido más que no hubiera habido guerra. No jugué el partido pensando que íbamos a ganar la guerra, pero sí que le íbamos a hacer honor a la memoria de nuestros muertos, a darles un alivio a los familiares de los chicos”.

Entre la mano de Dios y el gol del siglo

Mucho se ha hablado de los goles a los ingleses, y ¿cómo no hablar de ellos? No se pueden analizar individualmente, unificados dan muestra de un talento y de una rapidez mental sin igual, solamente lo haremos a fines explicativos, pero ambos son obra maestra del mejor jugador del mundo de todos los tiempos, en su mejor momento futbolístico.

Corría el minuto 51 y Olarticoechea rompe la línea de mitad de cancha,le pasa la pelota al Diego que encara buscando socio, se la pasa a Valdano que la para defectuosamente y Hodge lo anticipa y rechaza para atrás metiendo la pelota en el área, a donde iría Diego contra Shilton en un duelo que el arquero parecía que iba a ganar fácilmente. Pero el estado físico del argentino lo puso a la par del arquero con su lucidez sumada en el potrero de Villa Fiorito. Puñetazo con la zurda y a festejar, sus compañeros tímidamente festejaron. Albin Bennaceur no lo notó, el lineman búlgaro Dotchev, tampoco. 1 a 0 Argentina.

En el minuto 54, ocurriría la jugada que cada vez que vemos, se nos pone la piel de gallina y volvemos a nuestra niñez donde soñábamos con alguna vez hacer algo parecido con una pelota en los pies. Mejor contada por su autor: “Más allá del chiste, el pase del Negro es fundamental. ¿Qué pasaba si le erraba por medio metro? Yo no la recibía como la recibí y no podía girar para sacarme a dos de encima, a Beardsley y al pobre Reid».

«En el giro ya me saco a dos, vayan contando», narra el 10. Y sigue: «Enseguida se ve cómo Reid me abandona cuando yo ya estoy lanzado, entonces me sale Butcher por primera vez. Yo le amagó a irme por afuera y enganchó apenas para adentro. Pasa de largo, gira y me empieza a seguir. También los veo a Valdano y Burruchaga que me vienen pidiendo la pelota por la izquierda, pero ¡Ni loco se la doy!».

«Entonces me sale Fenwick, me tira el manotazo a la altura del estómago, ni lo siento. A Shilton no le tengo que hacer ningún amague; le tengo que adelantar la pelota nada más… hizo cualquier cosa menos taparme como un arquero normal. Cuando lo paso, yo ya sabía que era gol: la toco, tac, cortita, tres dedos para que la pelota entre mansita. Y listo”, relata Maradona.

El partido, a pesar del gol más grande de todos los tiempos, no terminaba ahí. Los ingleses con el marcador tan adverso iban a matar o morir. El técnico inglés, Robson, movió el banco e ingresó Barnes, un extremo que desbordó todo el resto del partido a Giusti. En uno de esos desbordes, minuto 80, Lineker no perdonó dentro del área. En otro desborde de Barnes se daría la jugada conocida como “La nuca de Dios”, en la que sin explicaciones físicas reales, Olarticoechea saca la pelota en la línea con la nuca.

Argentina se encaminaba a las semifinales con el duro equipo belga, pero uno de los capítulos más brillantes de la historia de nuestro fútbol se había escrito. La tarde en que el Azteca y sus 115 mil espectadores vieron a un barrilete cósmico atravesar ese verde césped para convertirse en el mejor jugador de la historia. La tarde en que Maradona se convirtió en D10S.

Sebastián Tafuro – @tafurel y Julián Bacca

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