15 junio, 2016
El pogo feminista más grande del mundo
Por María Florencia Alcaraz. De un nuevo Ni Una Menos al próximo Encuentro Nacional de Mujeres. Un movimiento que sale a las calles y se organiza, un pueblo feminista que no se autoconvoca sino que se enreda en cada territorio.
Por María Florencia Alcaraz. A Juana la violaron, al menos, ocho varones. A pesar de que tenía doce años y un retraso madurativo, no pudo acceder a un aborto legal. A Belén la encerraron después de ir a un Hospital a pedir ayuda por un dolor de panza: estaba embarazada y no lo sabía. Tuvo un aborto espontáneo y la condenaron por homicidio. Melisa Bogarín tenía 30 años cuando murió después de un ataque de nervios que le provocó una insuficiencia cardíaca en el medio de una asamblea. Trabajaba en el Instituto Nacional de tecnología Agropecuaria (INTA) de Las Breñas, Chaco. Su marido había sido despedido del Estado y ella tenía un contrato demasiado frágil. Con su sueldo mantenía a su nena de un año.
¿En qué índice de violencias machistas entran estos casos? ¿Quién los registra, los narra, los hace públicos? La respuesta está en el movimiento de mujeres organizado que funciona como un megáfono para que estas historias puedan atravesar las paredes de una cárcel, las amenazas a una comunidad originaria y el cerco mediático.
El pogo feminista más grande del mundo al que asistimos el último 3 de junio nos puso el corazón en estampida. A diario, ese pogo adopta la forma de susurro, de abrazo, de escucha, de mano con mano, de línea telefónica de socorrista en red que acompaña un aborto seguro, de periodistas que construyen alianzas y periodistas organizadas en redes como la Red de Periodistas con Visión de Género y la Red Par, de abogadas feministas que defienden a mujeres criminalizadas. Es el feminismo popular que construimos a diario. Silencioso por momentos, ruidoso cuando se lo propone con acciones callejeras o tuitazos en las redes sociales, como el del próximo viernes para visibilizar el caso de Juana.
Cada octubre, el pogo va a la escuela. El Encuentro Nacional de Mujeres es un espacio único en el mundo, donde narramos desde hace 31 años las violencias machistas. Vamos mujeres de todo el país, de distintas clases sociales, con diversas formaciones e historias. Un lugar del que ninguna participante vuelve igual. Un punto de giro: sentimos esa misma epifanía que nos deja cada Ni Una Menos. Volvés y te das cuenta que no estás sola, que sos muchas y que juntas somos infinitas. Las ciudades por las que pasa la manada feminista también se transforman. Durante tres días ocupamos todos los espacios: plazas, hoteles, restaurantes, bares, universidades, escuelas. Nos festejan, nos cuestionan y nos rechazan. A veces también nos reprimen, como pasó en Mar del Plata.
El año pasado, con el impulso del Ni Una Menos, triplicamos la asistencia promedio. El deseo es que este año seamos aún más. Porque ahí es donde ajustamos las tuercas del feminismo popular que construimos enredadas, donde llenamos de sentido a Ni Una Menos, lo debatimos, lo reflexionamos. En ese espacio íntimo y solidario, donde lo privado se vuelvo público, donde lo personal es político. Después de cada taller está el abrazo de otra compañera, el dique que contiene la emoción desbordada. El Encuentro es cuerpo a cuerpo. O más bien cuerpa a cuerpa.
Al próximo llegamos más robustecidas en eso que nos amontona pero, a la vez, desprotegidas por el nuevo gobierno que desmanteló programas, despidió a miles y aplicó tarifazos que nos afectan. Tenemos una certeza: con un Estado achicado, el deseo de Ni Una Menos se vuelve imposible. La memoria y las conclusiones del próximo Encuentro deberán enunciar las historias de las despedidas y desprotegidas de la gestión macrista. ¿Cuántas mujeres despidieron aquellos funcionarios de Cambiemos que se sacaron una foto con el cartel de Ni Una Menos?
En Tandil las mujeres organizadas advirtieron que no se están repartiendo métodos anticonceptivos que antes se entregaban como parte del Programa Remediar. Otra vez: ¿en qué índice entran estas violencias que sufren las mujeres del segundo cordón del conurbano bonaerense?
En el próximo Encuentro también deberá mencionarse a las perseguidas como Milagro Sala, presa política en Jujuy y víctima de una detención arbitraria.
Cada vez que una mujer nos pide ayuda en el Facebook de Ni Una Menos nos paramos frente a un precipicio y apostamos a las redes de apoyo, a las organizaciones de base en su territorio. Podemos decirle que vaya a la fiscalía de turno, que llame a la línea gratuita, que se acerque a la comisaría de la mujer. Pero ¿cómo sabemos que no será expulsada por los operadores judiciales/policiales o que no la atenderán en un espacio que recibe $4,50 por cada mujer? Por eso, hasta que no se asigne un presupuesto acorde a un problema estructural como lo es la violencia machista nuestra flecha seguirá apuntando hacia donde la apuntamos el 3 de junio.
Un centenar de organizaciones decidió no quedarse inmóvil frente a un escenario para que le marquen el rumbo desde un micrófono. Tampoco hubo vídeo lacrimógeno y escenario de lujo. La marcha fue un vector a la casa de gobierno con una bandera que, además de las frases convocantes, decía: el Estado es responsable. Quien no quiera ver que se trató de un mensaje –y una advertencia- a este nuevo gobierno es un necio. Quien diga que la marcha fue autoconvocada, miente.
Ni Una Menos sintetiza pero en ese resumen tiene pliegues. Aunque las fotos de los famosos intenten homogeneizar, hay fisuras y contradicciones detrás del logo de la nena de pollerita. Hay quienes se paran detrás de ese cartel pidiendo penas más duras. Somos muchas más las que creemos que el punitivismo no es un horizonte posible. Están quienes son abolicionistas y se sacan fotos con Ni Una Menos y otras que entienden el trabajo sexual como un trabajo más y también marchan cada 3 de junio. Para estos debates densos e intensos no alcanzan tuiter, Facebook y las redes sociales. Por eso, también, vamos a nuestro Encuentro.
Vamos a protagonizar. Con el espíritu de la frase Vivas nos queremos. Esa consigna que importamos desde tierras aztecas porque entendemos que la lucha que emprendemos no es nacional, nos hermana con Latinoamérica, en principio, contra un enemigo común que es el patriarcado y ese entramado es parte, sin dudas, del sistema capitalista.
Vivas nos queremos es decir no nos queremos victimizadas. Nos queremos protagonistas. En una crónica de Revista Anfibia, Agustina Paz Frontera cuenta cómo un grupo de mujeres del conurbano toma la teoría y la práctica del teatro del oprimido -ese ejercicio creado por Augusto Boal en Brasil- para decir: no somos víctimas, somos oprimidas. No nos queremos cómo nos presentan los medios y periodistas hegemónicos. El patriarcado nos violenta, nos oprime. No nos queremos víctimas eternas. Buscamos cuestionar esa etiqueta.
Vivas nos queremos es decir no nos queremos islas. Deseamos ser continente. Vivas nos queremos es política en acción. Se enmarca en la lucha de los derechos humanos. Nos inscribimos dentro de la historia de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo de las que aprendimos que los derechos se conquistan en la calle. Por eso cuando convocamos ponemos fecha y lugar, no consignas ambiguas que desmovilizan. Y también, por ese motivo al final de cada Encuentro marchamos en caravana. Como lo hacemos hace tres décadas.
El mundo que deseamos libre de machismo, existe. No esperamos a que se produzca el cambio cultural y la igualdad de derechos sea una realidad: el pueblo feminista lo construye y reconstruye todos los días. Y lo vive con intensidad en cada Encuentro donde no hay nombres propios ni narcisismos exacerbados. El Encuentro somos todas. Y este año nos encontramos en Rosario para decirnos que vivas nos queremos. Nos vemos ahí.
*Periodista. Integrante del colectivo Ni Una Menos.
@florencialcaraz
Foto: Emergente
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.