Cultura

13 junio, 2016

Las revistas montoneras: una entrevista con Daniela Slipak (1)

Desde Notas dialogamos en exclusiva a Daniela Slipak acerca de «Las revistas montoneras: cómo la organización construyó su identidad a través de sus publicaciones», recientemente publicado por Siglo XXI. Primera parte de la entrevista.

Notas, Periodismo Popular conversó con Daniela Slipak sobre su libro Las revistas montoneras: cómo la organización construyó su identidad a través de sus publicaciones, recientemente publicado por Siglo XXI. En esta primera parte de la charla, Slipak indaga -sin concesiones- en el relato histórico del movimiento y en  las lógicas que lo atravesaron.

¿Cómo se construye un montonero?

-Yo te puedo responder cuál sería la construcción simbólica que se hace del militante montonero a través de  las publicaciones, más allá de las apropiaciones individuales de dicha construcción.  La pregunta específica me la hago en el último capítulo del libro cuando hablo de la publicación Evita montonera. Lo que veo es cómo tratan de reconstruir el modelo de militante que se estaba demandando por parte de la publicación. Me ayudo además con los códigos de disciplina de la Organización Montoneros, que prescribían determinados delitos, castigos, procesos jurídicos. Busco indagar el modelo simbólico de militante, las acciones que se premiaban y se mostraban en la revista.

Ese modelo de militante es integral, no se prescribía solo cuál debía ser la conducta militar o la conducta en un trabajo de superficie barrial o en una fábrica sino que se prescribió un militante en todas las esferas de la vida política, militar, familiar, sexual, en las cuales participaba. Se propusieron patrones normativos de lo que debía ser una familia, festejaban las relaciones maritales estables, con un tiempo dedicado a los hijos. El código disciplinario del 75 prohibía la infidelidad, por ejemplo. Se trató de un intento de gobernar todos los aspectos de la vida. En otras palabras, evitar que exista un ámbito privado respecto de la injerencia de la política de la conducción.

-¿Un intento de homogeneizar?

-La idea de homogeneizar el espacio de pertenencia es propia de varios grupos revolucionarios de entonces. Se trató de establecer una disciplina que moldeara un militante obediente. Eso aparece, por ejemplo, en los escritos de Guevara; cómo debía ser un militante, cómo debía responder.

En las revistas se ve ese intento por mostrar cómo debía ser un militante: disciplinado, obediente de las órdenes, sacrificial, es decir, sacrificarse por la causa revolucionaria, hasta el punto de entregar su propia vida. Esto ya aparece en Cristianismo y Revolución, una publicación de muchos años antes, que comenzó a editarse en 1966.

La figura sacrificial, de un mártir, que también debía ser un héroe, fue troncal en los grupos armados de entonces. También atravesó al PRT-ERP, como lo señala Vera Carnovale. Montoneros también la reprodujo.  La figuración de un militante que sacrifica su vida por la causa. A eso se suma una escenificación de la muerte violenta como un acto heroico. En este sentido, en las publicaciones de Montoneros observé  la idea de la «muerte bella», que Sarlo identificó en la carta donde Walsh reconstruye la muerte de su hija. Esto muestra, me parece,  más allá de la situación personal, que el escritor estaba inmerso en una trama simbólica en la cual la muerte violenta era vista como un acto heroico. Es una figura que va a aparecer  en todas las publicaciones, también en las legales,  por ejemplo, a través de semblanzas que se escriben de los militantes “caídos”.

Otra cuestión que hay que sumar es la tradición peronista; fue un tipo particular de peronismo el que ellos defendieron  en la revista, un peronismo combativo. Es un peronismo que tiene una relación tensa con Perón y al mismo tiempo es un peronismo que reivindica la figura de un pueblo combatiente, revolucionario. Una reconstrucción del peronismo que se fue construyendo desde la proscripción en adelante.

-¿El peronismo fue una máscara?

-Altamirano retoma la metáfora de la máscara en un texto clásico, subrayando en qué sentido los símbolos son importantes para el análisis político y en qué sentido  las identidades son importantes para el juego político como tal. Una máscara política no es solo una máscara; uno se convierte al mismo tiempo en ella. De esta manera, Altamirano impugna las lecturas estratégicas que se hacen de Montoneros, que plantean que defendían a Perón pero después se sacaban esa máscara hipócrita…

En política, y más cuando hay apuestas como exponer o quitar la vida,  esas máscaras no son meros accesorios. Uno termina constituyéndose con esas máscaras con las que juega, con esa trama simbólica. Esto explica la importancia que tienen  los símbolos y las identidades en la construcción de la política como tal.

Entonces, la máscara es la metáfora para hablar de la tradición peronista. No es que se reivindicó al peronismo como una estrategia por debajo de la cual ocultaban sus verdaderas intenciones. O, por lo menos, no se trató solo de eso. Uno se ve interpelado por esa realidad y esa tradición peronista termina siendo la propia identidad. No todo se explica en términos estratégicos.

Reconociendo ese espacio de reivindicación y reinvención de las tradiciones, Montoneros se apropió de la tradición peronista y al mismo tiempo la reinventó: el significado que tenía el pueblo,  la propia relación con Perón, probablemente no sean los mismos para otros sectores del peronismo ni para otros sectores de la llamada “izquierda peronista”.

Tomando la figura de las máscaras, las identidades, analizo cómo se construye un peronismo que reivindica a Perón, que es impensado sin su figura, pero que también toma la tradición posterior al 55. En contraposición al trabajo de Ollier, que plantea que Montoneros -creo que ella se refiere a la “izquierda peronista”- reivindica la tradición peronista de la Resistencia y no tanto la tradición del 17 de octubre. Yo eso lo encuentro. Reconstruir el peronismo fue para ellos recuperar tanto el legado de lo que ellos llaman la década del gobierno peronista desde el 17 de octubre de 1945, propia de la mitología clásica del peronismo (el líder que se encuentra con el pueblo sin mediaciones, el pueblo feliz de la mano del líder), como la figura del pueblo más protagonista y combativo de después del 55.

-¿Cómo aparece la relación de Montoneros con Perón?

-La relación con Perón es tensa,  no pueden pensar el peronismo sin Perón, pero heredando -a su vez- esa tradición más combativa de un pueblo sin Perón. Esto no tiene por qué ser resuelto; eso convivió, estaban los dos relatos. Las ideologías,  los símbolos y las tramas no tienen por qué ser coherentes y lineales.

-¿Hay una contradicción entre el “luche y vuelve” pero mejor que no vuelva?

-Está la lucha por el retorno, la reificación de lo que fue la década del gobierno,  del vínculo, pero al mismo tiempo está la reivindicación de un pueblo que ellos dicen encarnar, que  casi no necesita de un líder porque así se figura que estuvo durante muchos años, un pueblo combativo que lo que quiere es tomar el poder, para decirlo en la gramática de la época.

-Pero hacen cosas que saben que los  van a terminar alejando de Perón…

-Y, matar a Rucci, el pilar del pacto social, a dos días de haber ganado Perón las elecciones…  Además  tenía una simbología distinta a los ajusticiamientos populares. Una provocación, una amenaza.

(La entrevista concluye en la segunda parte)

Fabiana Montenegro

 

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