13 junio, 2016
La derrota de Cambiemos en Río Cuarto y el mito de los globos
Por Santiago Mayor. Este fin de semana la alianza peronista Unión Por Córdoba se impuso en las elecciones municipales de Río Cuarto ante el candidato radical apoyado por el presidente Mauricio Macri. ¿Fue una caída estrepitosa del PRO o un elemento que permite comprender mejor a la fuerza política que gobierna el país?

Por Santiago Mayor. Este fin de semana la alianza peronista Unión Por Córdoba se impuso en las elecciones municipales de Río Cuarto ante el candidato radical apoyado por el presidente Mauricio Macri. ¿Fue una caída estrepitosa del PRO o un elemento que permite comprender mejor a la fuerza política que gobierna el país?
La Provincia de Córdoba cumplió un papel clave en la victoria de Macri en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Brindándole el 70% de los votos en uno de los distritos más importantes del país, las y los cordobeses catapultaron a la presidencia al empresario y ex presidente de Boca Juniors.
Sin embargo, en su primera batalla electoral desde que llegó a la Casa Rosada, la alianza Cambiemos cayó derrotada justamente allí.
Lejos de intentar explicar un resultado electoral local, la votación de Río Cuarto permite analizar una variable más que importante de la construcción política y nacional del PRO.
El poder territorial
Mucho se teorizó sobre la audaz campaña electoral planificada desde las oficinas de Jaime Durán Barba que permitieron a Macri crecer aceleradamente en las encuestas que, a principios de 2015, todavía lo ubicaban en un tercer puesto por detrás de Sergio Massa. Sin embargo pocas personas han puesto el eje en el fuerte apoyo territorial que esta “nueva derecha” necesitó (y necesita) para lograr sus objetivos.
El caso de la Provincia de Córdoba es contundente. Mientras en las primarias de agosto Cambiemos había obtenido -sumando candidaturas- un 35%, para el ballotage de noviembre había duplicado ese porcentaje. En una provincia gobernada por el peronismo desde 1999, donde había triunfado nuevamente un gobernador peronista, el candidato no peronista fue el beneficiado.
José Manuel De la Sota, líder indiscutido del PJ cordobés y precandidato presidencial que en su provincia había obtenido más del 30% en las PASO, jugó sus fichas y volcó la estructura partidaria provincial a favor de Cambiemos. Aunque la política no es matemática, prácticamente todos sus votos se trasladaron al candidato vencedor.
Lejos de un mero spot electoral o buenos posteos en Facebook, el crecimiento de Cambiemos en Córdoba se debió al desarrollo, los recursos económicos y el arraigo territorial del delasotismo. Por eso, en gran medida, en la elección de Río Cuarto donde la Unión Cívica Radical y el PRO quisieron enfrentarse al peronismo cordobés obtuvieron un porcentaje de votos similar al de las primarias de 2015: 32%.
Las estructuras tradicionales detrás de “lo nuevo”
Al analizar los logros del PRO al frente de la Ciudad de Buenos Aires, sería ingenuo dejar de lado el importante desarrollo de punteros que tiene en los barrios que garantizan la llegada de su mensaje, su política, sus recursos, su Estado, a todo el territorio. O en la provincia de Santa Fe el respaldo del peronismo que responde a Carlos Reutemann y, por supuesto, la estratégica alianza con la UCR a nivel nacional que le dio la estructura necesaria para llegar a todo el país.
Pero el Partido Justicialista -en sus distintas versiones- no sólo acompañó al PRO en Córdoba y Santa Fe. La victoria de María Eugenia Vidal en territorio bonaerense no se puede explicar sin el respaldo de una parte considerable del mismo.
Un ejemplo claro de este accionar se vio en Quilmes, uno de los distritos más poblados del conurbano y tierra natal del candidato a gobernador del Frente para la Victoria (FPV) en las elecciones del año pasado, Aníbal Fernández. Allí los dos candidatos del FPV a la intendencia sumaron más de 40% en las primarias contra 29% del candidato del PRO, Martiniano Molina.
El perdedor de la primaria peronista, Daniel Gurzi, había obtenido 19%. En las elecciones de octubre mientras el FPV alcanzó apenas el 32% a nivel municipal (cayó 10 puntos), el PRO ascendió a 47% (subió 18 puntos). Nada es casualidad: al famoso chef y ex jugador de handball no le hubiera alcanzado solo con su imagen y su sonrisa. Quienes habitamos el distrito vimos a los punteros de Gurzi repartir boletas de Cambiemos.
Pero este ejemplo puntual, que tuvo réplicas en otros distritos, tuvo un aditivo. Otro poder histórico y tradicional intervino a favor de la victoria de Cambiemos en la Provincia de Buenos Aires: un sector de la Iglesia Católica.
Fernanda Balatti, escribió en el diario Perfil sobre “el trabajo ecuménico que involucró a fieles católicos” en la campaña de Vidal. Buscando explicar cómo “sin ser varón ni baronesa ni radical ni peronista” la ex vicejefa de gobierno porteño se alzó con la victoria en la provincia más importante del país, Balatti decidió ahondar más allá del análisis del marketing.
“Hubo un trabajo ecuménico que involucró fuertemente tanto a fieles católicos como a referentes de las iglesias evangélicas. Hubo cadenas de oración en templos, hospitales y centros comunitarios; y feligreses de distintos credos informaron a la ciudadanía sobre las opciones que ofrecían las boletas y cómo combinarlas”, relató la periodista.
La militancia puede más
Una pata más garantizó el triunfo de Vidal en Buenos Aires -quizás más resonante que el del propio Macri en el ballotage-. Si bien tuvo una importante difusión de las redes sociales, nada hubiera sido posible sin que la ahora gobernadora “pateara” la provincia de punta a punta.
Puerta a puerta, municipio a municipio, arrancando desde un piso muy bajo (20% de conocimiento), la gobernadora recorrió el extenso territorio. Como describió Andrés Fidanza en una nota de Revista Anfibia, “a fines del 2014, Vidal había estado en 133 municipios (en varios más una vez), sobre un total de 135. Y ya alcanzaba el 60% de conocimiento entre los votantes bonaerenses”.
Mientras muchos militantes del FPV salieron a la calle con fuerza recién después de la primera vuelta, para ese entonces la pregunta “¿A quién le dejarías tus hijos: a María Eugenia o Aníbal?” ya había recorrido la provincia y la victoria estaba consumada.
El PRO ganó las elecciones con militancia, con alianzas políticas inteligentes y el respaldo de poderes fácticos que le dieron estructura y arraigo territorial (por una cuestión de extensión quedarán para futuros análisis el sindicalismo y los medios de comunicación).
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Este repaso, que por supuesto no es exhaustivo, busca poner de relieve factores importantes para analizar el desenvolvimiento y potencialidad de la situación política actual. De tratar de entender que la derrota electoral en Río Cuarto, lejos de ser -como algunos quisieron vender- una muestra del retroceso del PRO, resalta las complejidades a las que nos enfrentamos.
El triunfo del delasotismo no es una derrota de las fuerzas conservadoras, sino más bien el reforzamiento de un sistema político que tiende a construir una oposición moderada (anclada en el PJ) que logre contener el descontento social para seguir garantizando los grandes negociados.
Disputar ese bipartidismo en formación debe, necesariamente, ir más allá de una buena campaña publicitaria. El PRO lo entendió antes que nadie.
@SantiMayor
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