Cultura

1 junio, 2016

Luz negra

Acaba de editarse Tres veces luz, novela negrísima de Juan Mattio. Un barco de carga une el África más desesperada con un puerto de Rosario. Allí un hombre y un niño probarán si la esperanza puede sobrevivir o no aún en medio del miedo y la oscuridad absoluta.

Que hay de esa imagen en mi infierno
Si ya fui roto a tomar aire
Caminaste por mis brasas
Me soñé en la oscuridad
Me estrellé contra mí

«Par mil», Dividos

La gran colección de novela negra Negro absoluto, de Aquilina ediciones, acaba de editar Tres veces luz, primera novela de Juan Mattio (previamente escribió, en colaboración con Kike Ferrari, Punto ciego) que ya había obtenido una mención en el premio Casa de las Américas 2015.

La historia terrible que apuesta a contar Mattio arranca clásicamente con una muerte en uno de los 20 puertos de la provincia de Santa Fe, lo que da pie a la intervención de una tan brillante como amargada fiscal investigadora, impecablemente dibujada. Lejos de apostar al misterio y a la solución de una intriga, la novela juega a la simultaneidad, construyendo contexto al tiempo que se avanza el esclarecimiento. No hay sorpresa sino impacto constante en esa reconstrucción del trayecto infernal de unos polizones en la bodega del buque de carga Propp, que une Costa de Marfil con la ciudad de Rosario.

Mattio, que fue redactor del lamentablemente desaparecido portal de noticias Infojus, cuenta en los «Agradecimientos» que el detonador de la historia se le apareció en la redacción cuando le pidieron investigar la historia de cuatro polizones congoleños asesinados por la tripulación de un buque de carga en alta mar. Allí también señala, consciente de los límites del lenguaje periodístico al momento de meterse en ciertas honduras, que sólo la literatura es capaz de “condensar y desplazar lo real”, replicándolo y desfigurándolo hasta crear un espacio imaginario que permita acercarse a los sucesos “de manera tal que algo nos sea revelado”.

La historia es negrísima y tiene su costado policial, pero claramente es muchísimo más que un mero policial negro, aceptando y transgrediendo al tiempo las fronteras del género. Su arco de acción son diez días de un mes de julio de este siglo. Secuencialmente el recorrido es breve, aunque temporalmente complejo, con flashbacks que, haciendo honor a la etimología, iluminan fugaz y significativamente la trama, y la novela lo aborda en poco más de cien páginas.

La intencionalidad ética y política está claramente allí, pero sin ser jamás panfletaria ni torpemente pedagógica. Tres veces luz se lee como un cuento. Un cuento terrible y, en el fondo, aleccionador, como todos los cuentos que han logrado permanecer en la memoria popular. No es casual que el barco donde transcurre la parte central de la acción se llame Propp (Vladimir Propp fue un estudioso ruso que identificó 31 funciones básicas, irreductibles, presentes en los cuentos populares de su patria), que uno de los personajes se llame Grimm o que la historia que le cuenta Patrice a Chuckle, el hombre y el niño prisioneros de la oscuridad, sea la Odisea.

Aquellos cuentos populares, transmitidos de boca en boca durante generaciones, no esquivaban el horror. Baste con recordar a la bruja Baba Yaga dispuesta a desayunarse a su sobrina, a los huérfanos Hansel y Gretel enjaulados en la oscuridad en la cabaña del bosque o a la desesperación de Ulises y sus marinos en la caverna cerrada mientras Polifemo se los va comiendo de a uno. Que en los tres casos hayamos desembocado en escenas de canibalismo no fue premeditado, pero seguramente quiere decir algo. Ayúdeme, doctor Freud (que, dicho sea de paso, también tiene un par de apariciones pertinentísimas en la novela). Será que hay mucho de antropofagia en este drama tremendo que nace en el África más destrozada política, económica y socialmente y tiene su clímax en los océanos sin ley que la separan de nuestra tierra.

En ese sentido la gran novela de Mattio es también un cachetazo que prohíbe el escapismo. Está bien que en la novela negra suele haber crímenes todo el tiempo, pero a veces se puede visitar esos escenarios sin despeinarse demasiado. Sin embargo, Tres veces luz nos sumerge en una oscuridad de la que es muy difícil salir sin algún dolor en el cuerpo, sin unos dientes apretados y unos ojos húmedos. Porque además está sucediendo ahora mismo. Hay un delito en curso perpetuo contra contra la humanidad. Hay un entero continente destruido, invisibilizado, hundido en las tinieblas de un container que los poderosos del mundo se niegan a abrir.

Como dice en el prólogo Juan Sasturain (puntal de la colección Negro Absoluto), esta gran novela “negra, sucia y húmeda” se lee de un “tirón inevitable” dado por “el arrastre poderoso de la trama y la escritura devorada”. Coincidimos también con el prologuista en la recomendación de relectura. Como los buenos viejos cuentos, Tres veces luz no sólo permite sino que hasta requiere una vuelta reflexiva después del inicial golpe a la boca del estómago.

Pedro Perucca – @PedroP71

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