27 mayo, 2016
A la derecha de Netanyahu, ni la pared
Tras una semana de laboriosas negociaciones, el primer ministro israelí, Netanyahu, y el ex canciller y dirigente de ultraderecha, Avigdor Lieberman, acordaron que éste ocupe el crucial cargo de Defensa, que supervisa nada menos que la ocupación israelí en los territorios palestinos.

Tras una semana de laboriosas negociaciones, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el ex canciller y dirigente de ultraderecha, Avigdor Lieberman, acordaron que éste ocupe el crucial Ministerio de Defensa, que supervisa nada menos que la ocupación israelí en los territorios palestinos.
Luego de la victoria electoral del año pasado que, sin embargo, se transformó en una muy ajustada victoria parlamentaria (61 escaños de los 120), únicamente Lieberman y su partido se encontraban fuera de la coalición de gobierno, entre los partidos de derecha israelíes que compiten en elecciones. Esta ampliación eleva a 66 escaños la mayoría de Netanyahu y le da un poco de aire al gobierno, que con un número tan estrecho era uno de los más inestables de la historia. Pero, al mismo tiempo, lo convierte en el gobierno más a la derecha de la historia de Israel.
Lieberman: un viejo conocido que regresa
No es la primera vez que Lieberman se suma a una coalición de gobierno del Likud o alguna de sus variantes. Nacido en 1958 en Moldavia y emigrado a Israel en 1978, el nuevo ministro ha tenido siempre importantes vínculos con la colectividad de judíos emigrados de la Unión Soviética a partir de la caída del muro (más de un millón de personas, la oleada migratoria más grande en la historia de Israel). Lleva trabajando con Netanyahu desde 1988. Entre 1996 y 1997 fue funcionario de su primer gobierno, hasta que tuvo su primer enfrentamiento con “Bibi” y renunció para formar Yisrael Beiteinu (“Israel Nuestra Casa”), desde entonces, el partido más representativo de la colectividad de emigrados soviéticos laicos, con una “línea dura” en la negociación con los palestinos.
En 2002 fue ministro de Infraestructura, puesto clave considerando que desde allí se ponen en marcha las obras de expansión de asentamientos ilegales en Palestina; en 2003, ministro de Transporte, al que renunció por oponerse a la retirada de Gaza de 2005; en 2006, ministro de Asuntos Estratégicos, enfocado en investigar y denunciar el programa nuclear iraní; se retiró del gabinete en 2008 por su oposición a la reanudación de las charlas de paz.
Finalmente en 2009 su partido salió en la tercera posición en las legislativas por lo que fue nuevamente convocado por Netanyahu para ocupar Relaciones Exteriores. La coalición entre su partido y Likud llegó a un nivel de cercanía tal que, en 2012, anunciaron la fusión entre ambas fuerzas.
Relevado de su cargo en 2012 por un juicio de corrupción en el que terminó absuelto, retornó entre 2013 y 2015. Sin embargo, en las elecciones del mismo año Lieberman decidió no integrar la coalición propuesta por Netanyahu. Esta decisión se basaba sobre todo en los compromisos asumidos por el primer ministro con los partidos religiosos ultraortodoxos que implicaban la anulación de leyes importantes para la colectividad rusa laica, como la de simplificación del proceso de conversión al judaísmo (fundamental en Israel para cosas tan básicas como reclamar ciudadanía o casarse), o la que castigaba a los ultraortodoxos por no sumarse al ejército
¿Por qué ahora?
Pocas semanas atrás, en el día del Holocausto, el general Yair Golán, número dos en el Estado Mayor, declaró en los medios que en el Israel de estos días, existirían «tendencias nauseabundas», que recordaban al nacionalsocialismo alemán. El ahora ex ministro de defensa Yaalón, dirigente moderado del Likud, se mostró favorable a que los mandos del ejército expresen sus puntos de vista en público, opinión no compartida por Netanyahu.
Dos meses atrás ya había sucedido otro altercado entre ambos, cuando un soldado israelí remató a un supuesto agresor palestino moribundo. Una ONG israelí filmó y difundió la escena y Yaalón salió a condenar el acto, iniciando de inmediato un juicio. Netanyahu, fue también crítico en un primer momento, pero luego modificó su discurso. Lieberman, por su parte, acudió al juicio para mostrar su apoyo al militar y se ha pronunciado desde entonces a favor de instaurar la pena de muerte a los agresores palestinos.
La decisión de Netanyahu puede ser vista entonces como un intento de subir la apuesta para consolidar el voto de su electorado de derecha y una demostración de autoridad a los pocos actores moderados que quedan en su gobierno. También puede ser leída como un gesto geopolítico, ya que se produce a las puertas de una conferencia organizada por Francia para el 3 de junio en París, que busca resucitar la solución de dos Estados, paralizada desde hace años por el imparable avance de los asentamientos israelíes en Cisjordania y el este de Jerusalén.
Sea cual sea el desenlace, para poder imponer su posición en las negociaciones, “Bibi” sabía que necesitaba potenciar su frágil coalición, y ante el fracaso en sus intentos de sumar al líder de la oposición, el laborista Isaac Herzog, decidió ampliar su gobierno en la única dirección en la que puede hacerlo: la derecha.
¿Qué se puede esperar?
Si Netanyahu intenta avanzar con la pena de muerte a los autores de atentados sería todo un hito en términos de legislación antidemocrática y contraria a las convenciones internacionales. Para un país que no tiene Constitución y que ha sido condenado numerosas veces en la ONU por violaciones a los derechos humanos y crímenes de guerra, sería perder uno de los pocos motivos de reivindicación de sí mismo como supuesto bastión de la democracia en la región. El Estado no avala legalmente la pena de muerte desde 1962.
En cuanto a las negociaciones de paz, Lieberman es una figura condenada de manera contundente por los dirigentes palestinos. Es también resistido por las potencias, incluidos los Estados Unidos. No obstante, el flamante ministro de Defensa ha afirmado que llevará a cabo una política «responsable» y «equilibrada».
Vale aclarar que Lieberman no es hostil a la creación de un Estado palestino en sí. Su visión es tan segregacionista, que defiende la llamada doctrina de “paz por territorios”, que propone abandonar la “línea verde” trazada en base a la situación territorial previa a la ocupación israelí de 1967, para diagramar un nuevo acuerdo, en el que Israel traspase la soberanía de una zona llamada “el Triángulo”, situada al norte y cuya población es mayoritariamente árabe, a cambio de los territorios de Cisjordania y el este de Jerusalén en donde actualmente están la mayoría de los grandes asentamientos judíos ilegales.
Esta idea es inaceptable para los dirigentes de todas las organizaciones palestinas, por lo que parece difícil que se alcance un acuerdo por esta vía. Antes aparece como más probable una solución unilateral por parte de Israel: el trazado de nuevas fronteras “de hecho” mediante un intento de extensión del muro de separación, y la retirada unilateral del resto de los territorios ocupados.
Joaquín Zajac – @joaquinitoZ
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