11 mayo, 2016
De la huelga docente a la alerta universitaria ¿se despertó el gigante?
Por Martín Ogando. Este 12 de mayo el movimiento universitario prepara una movilización histórica por su masividad y carácter unitario. La irresolución de la paritaria docente y la crisis presupuestaria detonaron un conflicto de alcance nacional.

Por Martín Ogando*. Este 12 de mayo el movimiento universitario prepara una movilización histórica por su masividad y carácter unitario. La irresolución de la paritaria docente y la crisis presupuestaria detonaron un conflicto de alcance nacional.
Cuando Mauricio Macri y su gabinete definieron su plan de “sinceramiento” económico seguramente evaluaron puntos de mayor y menor resistencia. En ese plan las universidades nacionales eran toda una incógnita. Estructuras complejas, con tantas dosis de conservatismo como de sensibilidad frente a cualquier cambio, resultan un terreno poco familiar para el núcleo duro del PRO.
Macri, Peña, Caputo, Prat Gay, o el mismísimo Bullrich, son ajenos a sus pasillos. El know how reside en sus socios radicales de la coalición Cambiemos, que a la postre se quedaron con la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) de la mano de Albor Cantard. Pero estos no tienen mando unificado, están descontentos por su escaso protagonismo gubernamental y no logran ser convincentes, ni hacia adentro ni hacia fuera.
La otra incógnita era el estado de salud del movimiento docente y estudiantil. Mas numeroso e “izquierdista” en su superestructura que nunca, sus principales gestas, sin embargo, deben ser rastreadas en el pre-kirchnerismo. Más allá de la huelga docente de 2005 y de algunos procesos que asumieron relevancia regional, protagonistas y analistas destacan un década sin grandes movilizaciones.
El crecimiento económico y la recuperación del salario docente, -aún con sus altibajos-, entre 2005 y 2011, la proliferación de nuevas universidades, el crecimiento cuantitativo del sistema científico-tecnológico y el aumento del presupuesto pueden acercar algunas explicaciones. También habrá que sopesar la incidencia de factores tan diversos como el cambio en el perfil socio-económico del estudiantado y la adhesión política de una parte nada desdeñable del mundo académico al gobierno saliente.
La incógnita comenzó a develarse y la temperatura comenzó a subir al calor del errático andar de la paritaria docente. Envalentonado por el clima de ajuste, el Ministerio de Educación dilató la apertura de la mesa salarial, para luego ofrecer cifras que fueron leídas como una provocación: 25% de aumento y salarios congelados hasta junio del 2017. La respuesta empezó a crecer desde las federaciones docentes con un plan de lucha escalonado.
La CONADU Histórica (CTA-A) tomó la iniciativa y sostuvo una línea consecuente, que asumió en sus últimas dos medidas de fuerza la duración de una semana completa. Una apuesta dura y arriesgada que rindió frutos en el in crescendo del conflicto y se demostró acertada. La novedad fue el rechazo a las propuestas salariales de la conducción de CONADU (CTA-T), cuyas posiciones discurrieron en la burocrática timidez en el pasado reciente. De hecho, condicionados por su adhesión al kirchnerismo, firmaron ese “cepo” al salario docente que terminó siendo la paritaria por 18 meses. El cambio de gobierno trajo un cambio de actitud. La unidad de acción, lograda por momentos entre las dos principales federaciones docentes es el principal rasgo distintivo de la lucha en curso.
Con la paritaria empantanada el gobierno pensó que ganaba tiempo. Sin embargo, el que ganó tiempo fue el movimiento universitario. Con el correr de las semanas la lucha por el salario fue alcanzado cada vez más adhesión y confluyendo con los claros síntomas de una crisis presupuestaria. Atrasos y recortes en partidas, eliminación de programas financiados por Nación, y para peor, “tarifazos” que impactan decisivamente en los “gastos de funcionamiento”. En la UBA, la aprobación por parte del Consejo Superior de un presupuesto que no contenía ningún aumento para este ítem terminó de agitar las aguas.
Se juntaron los ingredientes y se despertó el monstruo. En los últimos 15 días el movimiento estudiantil ha ganado protagonismo, apoyando a sus docentes y sumando reivindicaciones propias. Miles de clases públicas y cortes de calle se agolpan desde Tierra del Fuego a Santiago del Estero. El pasado viernes una multitud se movilizó por el boleto educativo provincial en La Plata. El movimiento comienza a exceder en mucho a las facultades con mayor tradición organizativa, y las universidades del Conurbano aportan un nuevo y joven actor a la conflictividad educativa.
Los colegios preuniversitarios son la vanguardia de la lucha. Tanto en el Carlos Pellegrini como, fundamentalmente, en el Colegio Nacional de Buenos Aires, reclamos específicos se han combinado para generar un potente movimiento que incluye a docentes, estudiantes y padres. Se comienzan a dar las condiciones para un movimiento universitario de masas, que no sólo puede conquistar sus reivindicaciones, sino también generar problemas de importancia a un gobierno que no termina de asentarse.
De todo esto tomó nota el ejecutivo. Primero intentó aislar la huelga docente, anunciando 500 millones de pesos para las universidades nacionales. Falló. Si bien descomprimió la situación en algunas universidades y compró voluntades rectorales, el movimiento lejos de decaer se disparó. Incluso los rectores peronistas del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) señalaron su insuficiencia. Así se configuró el escenario para una marcha histórica este 12 de mayo.
Por primera vez desde el 2001 todas las federaciones y gremios docentes y decenas de federaciones y centros de estudiantes, convocan a una movilización unitaria. Macri ha unido lo que parecía imposible y ha generado un movimiento cuya fuerza es impredecible. En el gobierno ya no hay arrogancia ni subestimación, sino preocupación. Los docentes universitarios no tienen la capacidad de presión corporativa de aceiteros o La Bancaria. Pero el movimiento universitario tiene, en la sociedad argentina, una capacidad asombrosa de catalizar malestares sociales y concitar solidaridades. Esta capacidad ya ha sido testeada por otros gobierno en el pasado.
La sensación de que es necesario resolver el conflicto crece en los despachos oficiales, fogoneada además por el lobby de las más altas autoridades universitarias. El miércoles el rector de la UBA comprometió que aparecerán partidas presupuestarias para los hospitales y el pago de servicios. También crece el corrillo de que el Ministerio hará esfuerzos mayores para este viernes hacer una propuesta al menos discutible para los gremios docentes. Está todo por verse.
Como sea, este 12 de mayo puede que marque un antes y un después en la historia reciente del movimiento docente y estudiantil. Independientemente de que se avance en algunas reivindicaciones, nada garantiza una pronta pacificación en las aulas. Se sabe: mientras mayor es la masa puesta en movimiento mayor será la fuerza necesaria para detenerla.
@MartinOgando
* Docente universitario
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