Cultura

5 mayo, 2016

Tito Andrónico quiere decir Habeas Corpus, una obra que merece ser repuesta

Quienes quieran ser espectadores pasivos no deben ver este espectáculo. Su modo referencial y su puesta desbordante impide agotar las posibles lecturas de la obra. No hay tesis o hay demasiadas. Una tragedia postmoderna en la que cada espectador se lleva su propia pregunta.

El miércoles me fuí antes de mi clase para poder llegar a horario a la función, allí debería estar un amigo actor esperándome. Pero no estaba. Llegué temprano, él todavía tenía media hora para llegar pero nunca ocurrió; tuve la suerte de queotro amigo colega me llamara. Le dije que viniera rápido por que ya solo faltaban 5 minutos para que comience la obra. Recorrió 30 cuadras en menos de 10 minutos con su bicicleta, acababan de dar sala cuando entró sudado al edificio, ató su bicicleta y entramos, últimos.

Pidieron apagar los celulares, y quise estar segura de no tener ninguna alarma que pudiera llegar a sonar aunque el celular este apagado. No quería ser protagonista de la aberración que implica ese sonido impertinente en medio de una obra. Tardé demasiado en fijarme y cuando apreté el botón para apagar el celular Aarón comenzó su lineas. ¡Maldito mi destino! el sonido del apagado se escuchó por sobre su gruesa y potente voz. El negro me miró vigorosamente, se detuvo en mi cuaderno de anotaciones y me invadió el miedo a que me lo arrancara de las manos en venganza, ya me sentía interpelada.

Al fondo, tres pantallas consecutivas. La obra comienza con barras verticales de colores y un sonido constante. Vemos y escuchamos la señal de ajuste. Todos vestidos de blanco, los personajes se organizaban al rededor de una mesa/plataforma gigantesca cubierta con un mantel, arriba el champán y algunos canapés que luego nos serían convidados.

Yo sabía que no iba a ver una puesta tradicional de Shakespeare pero no imaginaba que Saturnino y Tito Andrónico serían capaces de besarse.  El primero que se sacó la remera fue Saturnino y nos mostró que por debajo tenía una remera de red que nos dejaba ver sus pezones. La música muy alta mientras los textos cruzaban la historia de la cultura occidental de un punto a otro, de una ciencia a otra, de una rama del arte a otra. La referencialidad se hacía imposible de seguir en su totalidad, la pantalla tiraba información todo el tiempo, los actores hacían crecer la contraescena. Los personajes incomodaban a los espectadores con sus discursos, su mirada, su presencia.

Exceso, exceso y más exceso. Me subí al viaje de la fiesta dionisíaca que proponían, tampoco me dejaron otra opción y, de haber podido, hubiera entrado a escena. Los vimos beber, los vimos fumar, vimos a Saturnino esnifando una línea de merca sobre el culo de Támora, vimos cuerpos presentes.

Los espectadores estábamos ahí obligados a verlos en toda su locura, en realidad no tanto. Hay que reconocer el gesto de la dramaturgia, a la mitad de la obra nos avisaron “esta obra es larguísima, todavía falta un montón” y nos invitaron a retirarnos si ya no estábamos interesados en ser participes y cómplices de todo lo que ocurría.

Pero nadie se movió de su asiento, nos encontrábamos sobre estimulados, extasiados danzábamos la obra como los cuerpos que observábamos danzar en medio de la sobre-información.  A esta altura de la obra ya me sentía tan acelerada como los personajes y esos múltiples mensajes funcionaban como bombardeos que no me dejaban descanso.

Es claro que quienes quieran ser espectadores pasivos, cómodos, que puedan apoltronarse en una butaca no deben ver este espectáculo. Su modo referencial y su puesta que desbordante impide agotar las posibles lecturas de la obra. No hay tesis o hay demasiadas. Los múltiples mensajes van en una línea: que al finalizar esta tragedia postmoderna cada espectador se lleve su propia pregunta más que su propia respuesta.

Milagros Mateos

Ficha técnico artística
Autoría: Mateo De Urquiza
Actúan: Martina Greiner, Cintia Hernández, Norberto Laino, Santiago Paciullo, Vicente Santos, Juan Pablo Sierra
Vestuario: Daniela Draiye
Iluminación: Julio Vega
Diseño de escenografía: Sofía Eliosoff
Diseño sonoro: Vanesa Del Barco
Realización de escenografia: Sofía Eliosoff
Musicalización: Victoria Beheran, Mateo De Urquiza
Video: Federico Shmidt, Facundo Viñabal
Fotografía: Federico Shmidt
Diseño gráfico: Mateo De Urquiza, Federico Shmidt, Facundo Viñabal
Asistencia de escenografía: Sofía Etcheverry
Asistencia de vestuario: Sofía Etcheverry, Gabriela Muñoz
Asistencia de dirección: Victoria Beheran
Producción: Mauro J Pérea
Coreografía: Valeria Narvaez
Dirección: Mateo De Urquiza

La obra se presentó en el teatro El Extranjero y será repuesta en el EMAD (Jufré 141) desde el 11 de junio.

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