7 abril, 2016
Peronismo, la identidad en disputa
Por Juan Manuel Erazo. En los últimos días la interna del Partido Justicialista comenzó a acomodarse. Aparecieron candidaturas y posibilidades de unidad. Sin embargo sus distintos sectores siguen haciendo su juego y no está claro el futuro del movimiento.

Por Juan Manuel Erazo. El gobernador formoseño, Gildo Insfrán, y el ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, anunciaron el viernes pasado la primera precandidatura conjunta para competir en las elecciones internas del Partido Justicialista (PJ). Esta semana trascendió una lista distinta, con el diputado nacional José Luis Gioja a la cabeza, y el ex gobernador Daniel Scioli en la vicepresidencia. Insfrán se mostró contento en fotos, Moreno no emitió palabras, La Campora faltó a la reunión. Postales de un peronismo en disputa.
La “Lista de Unidad Justicialista” contenta a algunos y genera incertidumbres en otros. El viejo método argentino de atar con alambre nunca significa la unidad perfecta. El peronismo navega hoy por algo más que un mero reacomodo en su partido: sufre una crisis que se expresa en la pérdida del poderío de su aparato en términos territoriales, una crisis doctrinaria e identitaria (sin renovación de cuadros y teóricos adictos), y la terrible desilusión de encontrarse fuera del gobierno, algo para lo que nació y no se entiende sin él.
Peronismo y PJ son partes de un mismo fenómeno, pero no son exactamente lo mismo. El kirchnerismo supuso un amplio armado que incluía a las estructuras tradicionales del partido, pero también un conglomerado de organizaciones sindicales y movimientos sociales de diferentes tradiciones que se aglutinaban por amor o necesidad bajo una misma conducción. Cuando la conducción va hacia la derrota, llega la hora de los balances, y cada uno puede disparar para cualquier lado. El peronismo es igual que la razón, todos creen tener lo suficiente.
¿Kirchnerismo sin Cristina?
Cada uno se lleva un pedacito (¿un relato?) de la “década ganada”. Están los que quizá anhelan un kichnerismo sin Cristina, o en todo caso, con la misma subordinada. Este sector del peronismo es en parte lo que comúnmente se denomina una “bolsa de gatos”, pero que por lo menos ya se conocen las mañas.
El gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey, se retiró antes del encuentro, descontento por la elección de Scioli como número dos del partido. Varios sectores del sindicalismo se incomodaron por la designación del metalúrgico Antonio Caló, de quien desconfían, como vicepresidente. Los intendentes del conurbano terminaron acompañando a regañadientes un reparto que les da mucho poder a los gobernadores.
Los “traidores” del Bloque Justicialista en la Cámara baja no asistieron, pero estuvieron representados en Urtubey y el gobernador de La Rioja, Sergio Casas. También participaron del encuentro dirigentes que estuvieron alejados del PJ nacional durante el kirchnerismo. Las intenciones de este sector del justicialismo todavía no son claras, no obstante entienden que una intervención del partido (en caso de que no logren renovar las autoridades a tiempo) profundizaría la crisis del peronismo, que el kirchnerismo es culpable de la derrota y debe dar un paso al costado, y que es necesario recomponer el control territorial para influir en la agenda política en pos de pensar en una vuelta que puede o no incluir al kirchnerismo.
El ex gobernador bonaerense Daniel Scioli consideró que el peronismo debe «aggiornarse y modernizar el espacio con propuestas» con el objetivo de mantener la unidad, a la vez que evaluó que desde la asunción de Mauricio Macri «hubo un retroceso en la calidad de vida de la gente». Este sector tiene un discurso ambiguo porque tiene una estrategia aun no definida. El pejotista, a diferencia de otras tradiciones políticas, hace del pragmatismo una de sus máximas fortaleza. Puede subordinarse al macrismo, o querer voltearlo antes de fin de año. Todo lo que sea necesario y más rápido para volver a gobernar.
Sin gobierno, sin estrategia
El peronismo de izquierda existió, y quizá aun exista. Es la tradición política que entiende a algunas ideas programáticas del peronismo de antaño como necesarias para un proceso de socialización que cuestione radicalmente las estructuras del capital (como bien dice la marcha). También comprende al peronismo como la identidad mayoritaria de la clase trabajadora argentina, donde juegan cosas que van más allá de la teoría y el manual.
Hoy en día, luego de extensas noches de neoliberalismo despolitizante y marginador, la identidades políticas no están tan definidas en las clases subalternas, pero del peronismo algo queda.
Hoy en día reina una visión hegemónica del peronismo, más ligada al pejotismo de la burocracia sindical, de la amnistía a los jerarcas de la dictadura, de la gobernabilidad neoliberal noventosa, de la traición con los fondos buitres. Hoy en día se entiende al peronismo como aquel que tiene capacidad de negociar, de ponerse precio, de acomodarse en la clase política.
La Campora no es necesariamente una organización de izquierda peronista, porque hasta ahora no cuestiona los evidentes límites del “capitalismo serio”. Muchos de sus dirigentes responden a las lógicas pejotistas anteriormente mencionadas, solo que hoy la correlación de fuerza les juega en contra.
La lista de unidad está abierta hasta el viernes para que La Campora pueda negociar algunos puestos, eso sí, va al pie y bien lo sabe. Por otro lado, sostiene su constante discurso de “vamos a volver” sin replantearse siquiera los motivos de su fracaso en el gobierno, sin pensar que la lógica de resistencia con panelistas en plazas llenas y algunas iniciativas institucionales, no está alcanzando para frenar la avanzada de una derecha que viene muy enserio.
Sin gobierno, con una estrategia cortoplacista y en crisis, odiados por el PJ tradicional, vistos con mucho resquemor por las organizaciones políticas y sociales que formaron parte de “Unidos y Organizados”, solo les queda acomodarse, desaparecer o remplantear su estrategia. La interna del PJ es secundaria, la batalla principal es identitaria, pero La Campora poco puede si no logra desvincularse tanto de lo otro en un sentido transformador.
Por lo pronto mucho queda de ese “fenómeno kirchnerista” que algunos y algunas entendieron que podía transformar el país. De ese fenómeno que estuvo en consonancia (en mayor o menor medida) con varios de los procesos transformadores de la América Latina.
Los grandes procesos de liberación nacional se dan cuando se ven las dos caras de una misma moneda: las ideas transformadoras que cuestionan al capitalismo y el movimiento nacional y popular. La Campora plantea actualmente una hipótesis de retorno al poder que aun no se cae de los escritorios gubernamentales, parece no entender que “Resistiendo con Aguante” no es más que una página de Facebook.
Sera menester de otras organizaciones tomar la difícil tarea que queda planteada, reagrupar al campo popular tejiendo puentes de articulación y diálogo pero sin subordinar la banderas. Organizaciones que comprendan que las identidades políticas transformadoras cuestan no solo trabajo, sino historia, y que estas no se rifan, porque después cuestan más que meros relatos, cuestan pueblo.
@JuanchiVasco
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