1 abril, 2016
Siria y Yemen, cálculos para un fin del conflicto
A más de un año del inicio de la ofensiva Saudí en Yemen que desató una crisis humanitaria en la empobrecida nación, ningún lado parece poder volcar la balanza a su favor. Mientras tanto en Siria, un inestable cese de hostilidades se cumple con resultados desiguales a la espera de la batalla política en la mesa de negociaciones.

A más de un año del inicio de la ofensiva Saudí en Yemen que desató una crisis humanitaria en la empobrecida nación, ningún lado parece poder volcar la balanza a su favor. Mientras tanto en Siria, un inestable cese de hostilidades se cumple con resultados desiguales a la espera de la batalla política en la mesa de negociaciones. Una tensa expectativa se eleva sobre los dos frentes donde los poderes regionales y sus respectivos aliados se disputan la hegemonía en el Medio Oriente.
La atención ha vuelto a posarse sobre Yemen, el mediador de la ONU, Ismail Ould Cheikh Ahmed, anunció que los bandos enfrentados habrían acordado un cese de hostilidades para el 10 de abril como paso previo para consolidar las negociaciones de paz que tendrán lugar el 18 del mismo mes. Esto llega como resultado del evidente estancamiento de la ofensiva militar liderada por Arabia Saudita que, si bien ha logrado detener el avance Houthi, no ha podido aplastar al movimiento ni situar a un gobierno aliado en posición de poder.
La capital, Sana’a, sigue encontrándose bajo control Houthi, quienes movilizaron a decenas de miles de personas el pasado domingo 26 en un acto para condenar la aventura militar saudita a un año de su inicio. Las multitudes se reunieron bajo el sonido de los aviones de la coalición árabe que lidera Riad sobrevolando la ciudad, en una clara demostración de fuerzas.
Más de 6300 personas han muerto desde el inicio de las operaciones militares, cerca de la mitad de ellas civiles, como ha reconocido la ONU, y alrededor de 2,5 millones se han visto desplazadas de sus hogares. El país ha sufrido daños inmensos a su infraestructura, siendo testigo del colapso de sus servicios más elementales en medio de la fragmentación del Estado central, propiciando con ello una aguda crisis humanitaria.
Tensando la cuerda
Si Arabia Saudita encuentra incapaz de contener su frente sur, al norte, en Siria, las cartas tampoco se muestran a su favor. Inquietos por la gradual reconstrucción del diálogo entre Occidente e Irán (lo cual indirectamente favorece la posición del gobierno sirio) y el retroceso de las facciones insurgentes que han apoyado en la guerra civil, los gobiernos de Turquía y Arabia Saudita parecían dispuestos a tomar el asunto en sus manos.
Ankara había iniciado el incremento de efectivos y equipo militar en su frontera sur, con el ejército turco recrudeciendo la represión sobre la población kurda. Por su parte, la monarquía saudí había comenzado el traslado de aviones de guerra a bases militares turcas en la frontera con Siria.
Ambos países habían anunciado su disposición de intervenir en la arena siria bajo la vaga premisa de “combatir al terrorismo”. Sus intenciones parecieron esclarecerse después de que Arabia Saudita y sus aliados lograran hacer aprobar un proyecto en el último encuentro de la Liga Árabe donde se catalogaba a Hezbollah como “organización terrorista”, decisión objetada solamente por los representantes de Líbano e Irak (Siria se encuentra suspendida del organismo). Siendo Hezbollah uno de las principales fuerzas combatiendo a favor del gobierno de Bashar al Assad, la decisión otorgaría legitimidad política a una incursión militar en territorio sirio.
La paz armada
Contrarrestando la beligerancia creciente, el retiro gradual de las fuerzas militares desplegados por Rusia en apoyo del gobierno sirio buscó traducir en logros políticos lo alcanzado en el terreno militar por las fuerzas pro gubernamentales. Una iniciativa dirigida en varias direcciones. Por un lado, se trata de un gesto que busca construir confianza tanto con Occidente como con las fuerzas de la oposición siria aceptadas dentro de la mesa de diálogo por los socios de uno y otro bando.
Al disminuir la presencia de sus propias fuerzas, Moscú busca presionar a su propio aliado para que atenúe sus intenciones de lograr una victoria militar total y aceptar una vía transitoria con las fuerzas opositoras incluidas dentro del marco del cese de hostilidades.
Esto no implica que Rusia haya abandonado sus posiciones ganadas en Medio Oriente, en tanto mantiene el funcionamiento de la base naval en la ciudad costera de Tartus y el aeródromo militar de Hmeimin. Infraestructura con la cual puede rápidamente volver a desplegar sus fuerzas si el equilibrio logrado hoy en el campo de batalla volviera a romperse.
Aviones rusos siguen piloteando misiones de bombardeo en apoyo a las fuerzas sirias y aliadas en tierra en aquellos frentes donde combaten a grupos como el Estado Islámico (EI) y el Frente Al Nusra, rama siria de Al Qaeda. Su apoyo resultó clave la semana pasada, que terminó con la recaptura gubernamental de la ciudad de Palmira, ocupada por el EI diez meses atrás.
Reconocida por su riqueza arqueológica debido a la abundancia de ruinas y artefactos que se retrotraen a algunas de las primeras civilizaciones humanas, la reconquista de Palmira supone una gran victoria moral para el gobierno, permitiéndole mostrarse como única fuerza capaz de confrontar al EI. Suma importancia además si Damasco aspira a reconstruir su relación con Occidente, en especial con lo sensibilizada que se encuentra la opinión pública europea tras los atentados de Paris y Bruselas.
Las discusiones se encuentran trabadas en torno al carácter y composición del cuerpo de gobierno que supervise el proceso de paz. La delegación gubernamental ha propuesto la inclusión de representantes de la oposición y de la sociedad civil dentro un gobierno de transición, respetando la estructura estatal actual. Algo que ha recibido el rechazo de la delegación opositora, que sostiene como precondición para la paz la partida del presidente Bashar al Assad.
Con elecciones parlamentarias a realizarse en abril, el gobierno sirio parece haber recompuesto su posición en el conflicto respecto de años anteriores. Su sostenimiento, como la resistencia Houthi en Yemen, han vuelto infructuosos por el momento los intentos de Arabia Saudita y Turquía. Algo que ha empañando su relación con Occidente al tiempo que se acentúan los matices (sin que sean determinantes aún) sobre cuál será la dirección que tendrá el reordenamiento de la región.
Julián Aguirre – @julianlomje
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