8 marzo, 2016
La Nación y la pasión de los inquisidores
Por Raquel Robles. “La tolerancia es la pasión de los inquisidores”, dice Silvio Rodríguez en una de sus tantas canciones lúcidas. La columna del diario La Nación, “Un camino hacia la concordia” escrita por el presidente de la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, Alberto Solanet, hace un llamado a ese tipo de tolerancia.

Por Raquel Robles*. “La tolerancia es la pasión de los inquisidores”, dice Silvio Rodríguez en una de sus tantas canciones lúcidas. La columna del diario La Nación, “Un camino hacia la concordia” escrita por el presidente de la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, Alberto Solanet, hace un llamado a ese tipo de tolerancia: la que apasiona a los inquisidores.
Así que los torturadores, los asesinos, los desaparecedores de cadáveres, los secuestradores de niños, piden concordia: que “se termine con la venganza”. Las palabras, como ya se sabe, cuando se usan mucho se gastan, su significado se atenúa y, a veces, se convierten en consignas. Entonces les propongo que pensemos una vez más a qué alude la palabra torturador y nos dejemos llenar por un momento de esas imágenes. Qué significa asesino, qué significa desaparecer un cadáver o secuestrar un bebé recién nacido. Esos son los ancianos enfermos que están alojados en una cárcel común. Sería lindo también volver a pensar en el concepto de “condiciones inhumanas” -que usa Solanet-, miremos el pabellón para presos por delito de lesa humanidad de Marcos Paz y después observemos el resto de las cárceles de nuestro país.
Pero en todo caso, después de la gastritis y la embolia cerebral que puede suponer leer la columna del diario La Nación que ya no tiene el más mínimo pudor ni el menor aprecio por la verdad, pensemos un momento en nosotros. Nosotros que luchamos para que hubiera justicia. Que tuvimos que soportar primero a los incrédulos, después a los timoratos y siempre a los hijos de puta. Nosotros que planteamos una verdad de Perogrullo pero que tan difícil fue de entender: si no hay justicia, hay impunidad. Y si no hay justicia para con delitos aberrantes, tampoco hay justicia en relación a ningún otro delito.
Pensemos en nosotros que festejamos la derogación de las leyes de Obediencia Debida, Punto Final y los Indultos. En nosotros que vimos con alivio como los genocidas se sentaban donde se tenían que sentar: en el banquillo de los acusados. También pensemos en nosotros que hacemos las cuentas y los números no nos dan, porque ningún Centro Clandestino se gestiona con la cantidad de genocidas que están imputados. Para poner sólo un caso, en el primer juicio de la ESMA fueron presos 18 acusados. Ahí se sabe que, al menos, estuvieron secuestradas cinco mil personas.
Pensemos en nosotros y no nos tengamos pena. Nos han asestado un golpe durísimo y estamos todavía pataleando en el piso, pero salgamos de la autocompasión, de la rabia, de la dignidad mancillada y pensemos: ¿Qué tienen ellos que no tenemos nosotros? Ellos comprenden perfectamente cuál es la contradicción principal. Y nosotros vamos a hacer dos marchas el 24 de marzo porque unos “no quieren hablar mal de Néstor y Cristina” y otros basan sus argumentos en, me imagino, criticar al kirchnerismo.
¿De verdad esa es la contradicción principal? ¿Kirchnerismo sí o kirchnerismo no? ¿En relación a delitos de lesa humanidad, en relación a los Derechos Humanos, no podemos hacer un acuerdo mínimo como para hacer una sola marcha y, digamos, inclusive, dos discursos basados en el respeto sin resignar las diferencias?
Ellos no cantaron “vamos a volver”. Ellos tienen la historia de su parte. Saben que puede haber un período malo, como hay malas cosechas de vez en cuando, pero nunca se van. Claro, si no los echamos, no se van. Siguen ahí, larvados, trabajando, replanteando estrategias. Soportan las afrentas con la certeza de que la venganza será implacable. La única salida es comprender la contradicción principal y pensar quiénes están de un lado y quiénes están del otro. Pensemos. Ellos vienen con munición pesada y nosotros estamos contándonos las costillas, midiendo el pedigrí y haciendo todo tipo de tests de izquierdismo.
Esta columna de opinión de La Nación nos demuestra que no somos los únicos que tenemos memoria. Ellos también recuerdan muy bien que el genocidio arrancó el problema de raíz sin tanta vuelta. Este 24 de marzo pensemos por qué estamos pataleando en el piso, por qué es posible una columna de La Nación como esta.
Tal vez la mezquindad haya tenido algo que ver. No todo, la trama política es más compleja y la culpa no es sólo nuestra. Pero para hacer sentir el estruendo de un pueblo que pisa fuerte, que entiende a qué lugares no va volver nunca más, hay que unirse detrás de las banderas que nos juntan a todos. Seguro que todos y todas queremos homenajear a nuestros muertos. Seguro que todos y todas queremos ver presos a todos los genocidas, civiles y militares. Seguro que todos y todas sabemos que no queremos un solo muerto más.
Como siempre, en las buenas y en las malas, aun cuando hayamos logrado una sociedad sin clases, el presente es de lucha y el futuro es nuestro. Porque el enemigo nunca descansa. Y el enemigo son ellos. No nosotros.
* Escritora. En 1995 fue una de los fundadores de H.I.J.O.S., organización en la que militó los siguientes diez años
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