Géneros

12 febrero, 2016

Amor tras las rejas: una mirada feminista

Entrevista a Estibaliz de Miguel Calvo en el marco de la publicación de su libro Relaciones amorosas de las mujeres encarceladas. Un análisis desde una perspectiva feminista acerca de las posibilidades que abre el estudio de las emociones y del amor, los vínculos entre la academia y el activismo y la importancia de tomar a las prisiones de mujeres como un eje fundamental para el movimiento feminista.

Estibaliz de Miguel Calvo es Doctora en Sociología por la Universidad del País Vasco y una de las referencias en el estado español en el campo de estudios sobre el encarcelamiento de las mujeres. Notas la entrevistó en el marco de la publicación de su libro Relaciones amorosas de las mujeres encarceladas, en el que analiza desde una perspectiva feminista acerca de las posibilidades que abre el estudio de las emociones y del amor, los vínculos entre la academia y el activismo y la importancia de tomar a las prisiones de mujeres como un eje fundamental para el movimiento feminista.

-¿Cómo llegaste a escribir este libro sobre las relaciones amorosas de las mujeres encarceladas?

-La elección del tema vino por mi trabajo previo de intervención en prisión que había sido principalmente con hombres y veía que había una carencia en cuanto a la atención que se daba a las mujeres. Y también por cómo se justificaba esa carencia de atención, desde una perspectiva androcéntrica, cuando lo que existía era una falta de preocupación acerca de cuáles eran sus verdaderas necesidades y una imposibilidad de abordarlas.

En cuanto al tema del amor, el trabajo que me inspiró es el de Elisabet Almeda, su tesis doctoral «Mujeres Encarceladas» en el que hace mención a la relación de las mujeres con sus parejas, a la violencia machista que sufrían, había algunos aspectos ahí que me hacían pensar que era un nudo importante.

No voy a negar que evidentemente el tema del amor y de la pareja es “un tema” para todos y para todas las mujeres sobre todo. Entonces desde mi perspectiva de mujer, feminista, con una perspectiva crítica del amor me parecía que era muy sugerente ahondar ahí y también hacia una trayectoria que evidentemente estaba trabada con mi propia autobiografía y mis propias búsquedas.

-En el libro planteás que el amor puede ser pensado como un “cautiverio”, de la mano de la propuesta de Marcela Lagarde, pero que a partir de tu trabajo con las mujeres encarceladas y de reflexionar con ellas sobre las relaciones amorosas, también es posible pensarlo como un espacio de “liberación” y de la necesidad de complejizar desde una perspectiva feminista esta crítica al amor romántico. ¿Cómo fue que llegaste a ese cuestionamiento?

-La tesis doctoral también fue un viaje, tuve que evolucionar mi perspectiva lo cual es muy interesante, de hecho fui interpelada por personas que me supervisaron en esta cuestión que de alguna manera el análisis de partida parecía demasiado cerrado y lleva a un callejón sin salida. La propia Stevi Jackson que es una profesora de la Universidad de York reflexiona sobre el amor desde la perspectiva feminista y dice esto también: «Si todo es opresión ya no nos queda nada más que reflexionar».

En la tesis hago una propuesta que creo que no deja de ser ambigua y de tener sus problemas, pero por lo menos propone alguna vía de salida. Y tomando en cuenta las circunstancias particulares de las propias mujeres presas a la hora de analizar cuál es la postura respecto al amor.

Tampoco podemos plantear una trayectoria crítica sobre el amor y de distanciamiento del patrón de pareja establecido y exigirles a ciertas mujeres que tienen ciertas carencias, que están en circunstancias tan duras, que hagan ese distanciamiento tan fuerte. Me parecía que también era injusto. Esas circunstancias tan extremas de encarcelamiento quizás también requieren de elementos extremos, cuestiones que quizás cuesta visibilizar como necesarios. «Tener una razón por la que levantarse por la mañana”, es una razón que cambia la posición entre la vida y la muerte.

Hay gente que necesita todos los días una razón por la que no intentar suicidarse en prisión, es algo tan crudo que me parecía que el “tener una ilusión” -como una de las entrevistadas me dijo- era una razón suficientemente fuerte para analizarlo. No niego que es problemático y no creo que tampoco haya que quedarse con eso, creo que hay que seguir explorando las posibilidades del amor. En adelante lo que yo quiero explorar son posibilidades más amplias, todo lo que tiene que ver con redes amorosas, con la amistad, con diferentes formas de amor no centradas exclusivamente en la pareja.

– En tu trabajo proponés como uno de los abordajes teóricos la sociología de las emociones, una apuesta por recuperar y legitimar el valor de lo afectivo como objeto de conocimiento y como elemento para comprender los procesos sociales. ¿Cuál es el aporte de esta perspectiva?

– El campo de la sociología de las emociones viene de los años 70. A mí me parecía muy interesante toda la tradición feminista porque ahí también se puede hacer una articulación entre toda la reflexión que había leído sobre las emociones y el amor desde las teorías feministas multidisciplinares y la sociología de las emociones. Principalmente mi interés era hacer un enfoque que pueda compensar todas esas aproximaciones tan psicologicistas, tan individualizantes que además tienen el riesgo de llevar a la re-victimización o a la culpabilización de las mujeres.

En el marco de la sociología en el que se estudian las estructuras, las normas, las pautas, expectativas, etc. me parecía que era interesante explorar cómo se pueden entender las emociones desde esos diferentes ejes. Efectivamente se abren muchas posibilidades de análisis, desde entender cuáles son las expectativas o las emociones asociadas a los diferentes sexos hasta cuáles son las normas emocionales o las estructuras que de alguna manera determinan una forma de sentir.

Me parecía que un campo muy sugerente que compensa un eje que estaba presente cuando yo empecé a estudiar a las mujeres encarceladas que era esta explicación del amor en las mujeres que es la «dependencia emocional». Si exploramos cómo se construye en circunstancias sociales determinadas generizadamente el amor lo sacamos de esa individualización, de esa patologización, de esa culpabilización y entendemos que se nos llama a ser «seres de amor» como diría Marcela Lagarde.

– Además de tu carrera académica te propusiste formar la Red Sin Rejas que es un espacio de articulación entre investigadoras y grupos que llevan adelante una militancia anticarcelaria. ¿Cómo pensas el vínculo entre la producción científica y la transformación social?

– Para mi es evidente que la teoría y la reflexión son necesarias, pero tiene que estar alimentada y hecha desde la interacción con la propia práctica y sobre todo con articulación de las voces de las protagonistas, esto es pura epistemología feminista.

La red Sin Rejas tiene un doble objetivo, primero el poder hacer confluir a gente que está haciendo investigaciones, para aunar fuerzas y hacer propuestas comunes. Pero no podemos vivir en una isla. Tenemos que seguir manteniendo esa perspectiva de que la experiencia es lo que fundamenta el impulso de nuestro trabajo académico y que tienen que ser las voces de las protagonistas lo primero sobre lo que pivotee nuestra reflexión.

El segundo objetivo de la Red es crear vínculos entre el estado español y Euskadi con América Latina. A menudo descuidamos todo el potencial que hay de establecimiento de redes en el ámbito de habla hispana, entonces también esa es otra apuesta.

-¿De qué manera el análisis del encarcelamiento de las mujeres, en este caso de sus relaciones amorosas, constituye un aporte para la teoría feminista?

– Me parece que estudiar a las mujeres encarceladas tiene sentido en sí por lo que decía de la invisibilización con respecto a este campo, pero también tiene un valor en tanto y en cuanto reflexionamos sobre los propios «cautiverios» como mujeres, los cautiverios de género. Mi apuesta es no desvincularnos, romper ese binomio «ellas-nosotras», las «decentes-las indecentes». Eso nos lleva a reflexionar sobre los resortes patriarcales y en cómo construye la vida de manera dicotómica, jerárquica. Eso también nos escinde entre nosotras.

Natacha Guala

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