América Latina

3 febrero, 2016

Boaventura de Sousa Santos: “El gobierno de Brasil está dándose tiros en los pies”

El sociólogo portugués demostró apoyo al Partido de los Trabajadores (PT) en situaciones anteriores, pero en esta entrevista afirma estar preocupado con el rumbo de las políticas económicas y sociales del gobierno federal.

Nacido en Portugal, pero enamorado de América Latina, el sociólogo Boaventura de Sousa Santos, uno de los más reconocidos intelectuales de la actualidad, estuvo una semana en Porto Alegre, para el Foro Social Mundial. Profesor catedrático jubilado de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra, Boaventura actualmente es director del Centro de Estudios Sociales de esa universidad y coordinador científico del Observatorio Permanente de la Justicia Portuguesa.

En esta entrevista publicada por Sul21, Boaventura habla sobre el escenario actual y critica decisiones del gobierno de Dilma Rousseff. “Es todo resultado de una forma de gobierno que está aumentando la desigualdad social. Eso es lo que un gobierno de derecha hace, pero en un gobierno que se dice de izquierda es incomprensible”, evaluó. Además habló de la necesidad de regulación de los medios, de la crisis de los refugiados y criticó la creencia de que más cárceles generarían más seguridad.

– ¿Cómo evalúa el actual momento de la política brasilera, con la posibilidad de impeachment de la presidenta Dilma Rousseff y con un Congreso conservador?

Es un cuadro muy complejo, porque obviamente todos somos solidarios con la normalidad constitucional en este país y esta normalidad implica que, tal como están las cosas, un impeachment sería un golpe parlamentario, ya que no se configura ninguna de las situaciones que permiten incriminar o condenar penalmente a la presidenta por algún acto realizado durante su gestión que justifique el juicio político. Y esto es algo que pienso que es unánimemente condenado por quienes participamos del Foro y que fue incluso el asunto central de la marcha de apertura.

Por otro lado, este gobierno está desorientando a quienes tanto lucharon por él. Yo verdaderamente me siento cada vez más perplejo con algunas políticas que están emergiendo y que buscan profundizar la relación del gobierno con el capital, especialmente el financiero, y divorciándose cada vez más de los movimientos sociales y las luchas populares.

– ¿Esto es perceptible en diversos niveles?

Sí, eso está obviamente sucediendo en todos los niveles, algunos de los cuales son los que me resultan especialmente importantes, como el caso de la investigación universitaria y el marco legal de las investigaciones. El gobierno está intentando que esté cada vez más vinculada a los intereses de las empresas y a la innovación industrial va a hacer que los investigadores que quieran trabajar con movimientos y organizaciones sociales no tengan financiamiento para su investigación.

No es razonable que un gobierno que se dice de izquierda tome esa posición, yo lo comprendería en un gobierno como el de Mauricio Macri, pero no lo comprendería aquí, como no comprendo otras medidas que están tomando, en el dominio del agronegocio. Por eso, es un gobierno que está lleno de contradicciones y que a mi entender está dándose tiros en el pie, corroyendo la base social de apoyo.

Una de las características interesantes de este país fue dar visibilidad política a la economía solidaria y en este momento la propia Secretaría de Economía Solidaria puede cerrar o ser desarticulada. Tampoco entiendo que Dilma haya vetado la ley de diversidad lingüística, que había sido aprobada en el Parlamento, lo que en mi opinión es un obstáculo para el desarrollo. Algo está sucediendo, que me deja perplejo, es incomprensible, y puede tener consecuencias peligrosas.

– ¿Cree que el gobierno está más preocupado en agradar a la base parlamentaria de derecha que a su base social?

– Hace algún tiempo es lo que viene haciendo, desde el primer mandato de la presidenta Dilma. Pero ahora parece que está profundizando esa distancia. Estamos viendo como eso repercute en la sociedad, con mayor desprecio por los habitantes de los quilombos, los afrodescendientes, los indígenas y con la violencia en el campo y urbana que estamos observando. Entonces, es todo resultado de una forma de gobierno que está aumentando la desigualdad social. Eso es lo que hace un gobierno de derecha, pero en un gobierno que se dice de izquierda es incomprensible.

– ¿La victoria de Macri en Argentina puede afectar el cuadro en Brasil?

– La victoria de Macri es una especie de ensayo de cómo será un país grande comandado por el capital internacional y por el imperialismo norteamericano, que es lo que se quiere para toda América Latina en la próxima década.

(El capital internacional) ha hecho ya transformaciones en países más pequeños, como Honduras o Paraguay, pero Argentina es el primer país grande en caer en esa lógica de destruir las políticas sociales y tener un gobierno agresivo, de vincular el gobierno a las exigencias del capital financiero y, en el caso de Argentina, ciertamente la cuestión de la deuda va a ser tratada de manera muy diferente de cómo fue con Cristina Kirchner. Va a ser el primer gran ensayo, vamos a ver si ellos o continúan o paran ahí, lo que también va a depender de la resistencia popular.

– En Argentina habían regulado los medios, que es lo que Macri ya está queriendo destruir. Y en Brasil esa discusión es muy difícil de dar, hay mucha resistencia. ¿Cuál sería su importancia?

Los medios en este país son el gran partido de oposición y tal vez el más violento, porque tiene prácticamente el monopolio de construcción de la opinión pública. Pienso que es necesaria una regulación. No en el sentido conservador de controlar el contenido de los medios como hacen en Polonia, sino para garantizar la pluralidad y diversidad de la opinión pública, protegiendo, ayudando y financiando los medios alternativos, que tienen menos dinero, menos posibilidades, para que puedan desarrollarse y crecer.

– El miércoles 20 de enero, en el Foro Social Mundial también habló sobre la crisis de los refugiados. ¿Cómo está siendo y como puede ser el papel de Brasil en recibir mejor a esos refugiados e inmigrantes que el que han tenido algunos países del primer mundo?

Brasil tiene que asumir que tiene que hacer mejor aquello que en otras ocasiones ha hecho mal. La intervención de Brasil en Haití es algo que no debe ser motivo de orgullo para los brasileros, es una ocupación colonial de la cual Brasil participa.

Pero al mismo tiempo los sindicatos calculan que aquí en Rio Grande do Sul hay cerca de dos mil haitianos y senegaleses trabajando, no sé en qué condiciones. Los sindicatos dicen que deben ser tratados con dignidad y tener los mismos derechos, pero no analicé si los tienen o no.

Y sobre los refugiados específicamente, hay una gran responsabilidad política, pero pienso que Brasil en los últimos tiempos ha mostrado muy poca solidaridad internacional. Infelizmente no tengo grandes expectativas de parte de Brasil en esta cuestión.

– Uno de los grandes problemas en Brasil actualmente es que hay un enorme población carcelaria, que no para de crecer, pero la violencia sigue aumentado también. ¿Esto es una señal de que el sistema carcelario no funciona?

Absolutamente, no funciona. Apenas para aquellos que quieren sacar de las calles a los jóvenes que pueden motivar protestas y movimientos sociales. Y la respuesta de la seguridad va a alimentar sobre todo ese complejo de seguridad, militarizando, algo en lo que las industrias bélicas están muy involucradas.

En los Estados Unidos ya transformaron las prisiones en un negocio, con la privatización, lo que aún no sucede en Brasil. Está demostrado hace muchos años que no funciona, ya que las cárceles son grandes lugares donde se disemina el delito, donde se aprende a hacer delitos mucho más graves de aquellos por los que entraron en la prisión.

La seguridad humana se está transformando en seguridad nacional, con la criminalización de la protesta y la juventud, sobre todo de la juventud afrodescendiente. Y muchas veces lo que es peor en esa criminalización, el asesinato y las masacres.

– ¿Cuál sería una solución mejor para la criminalidad?

Justamente los motivos para la desintegración social son las causas. Son jóvenes que están desempleados, en familias desestructuradas por el desempleo, con una desigualdad social cada vez más alarmante y que muchos de los efectos se vuelven criminalidad, las mujeres muchas veces acaban siendo víctimas de violencia doméstica. Lo que tenemos que hacer es ir a las causas, aumentar el empleo, disminuir la desigualdad social, con políticas de mayores derechos sociales, buena atención de salud pública y educación, no atacando los síntomas.

– La derecha brasilera tiene mucha resistencia a esa idea, cree que “bandido bueno, es bandido muerto”, ¿eso también atrasa ese tipo de reforma de modelos?

Eso es parte de la ideología dominante, pero en el caso de Brasil también tiene una connotación racista muy fuerte. Eso es lo que alimenta que después de cualquier delito haya más financiamiento para la policía y la seguridad, y el dinero va para la compra de armas automáticas y no va para las escuelas públicas y los hospitales. Todo forma parte de la dominación, cuando se gastaría menos atacando las causas.

Débora Fogliatto*

Foto: Caroline Ferraz / Sul21

*Artículo publicado originalmente en Sul21. Traducción: Natacha Guala

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