Batalla de Ideas

29 enero, 2016

¿El imperio del fin del mundo?

Por Juan Manuel Erazo. La caída del precio del petróleo, la desaceleración en China y una nueva ofensiva sobre América Latina son algunos de los factores que envalentonan a los Estados Unidos en su búsqueda por recuperar la hegemonía en un mundo multipolar y en pleno siglo XXI.

Por Juan Manuel Erazo. La caída del precio del petróleo, la desaceleración en China y una nueva ofensiva sobre América Latina son algunos de los factores que envalentonan a los Estados Unidos en su búsqueda por recuperar la hegemonía en un mundo multipolar y en pleno siglo XXI.

Destino manifiesto

En su libro Guerra y Paz en el siglo XXI, el historiador ingles Eric Hobsbawm sostiene que la historia del siglo XX está signada por el ascenso de Estados Unidos como la principal potencia mundial, por la búsqueda de consolidar su hegemonía y por todas las resistencias (coordinadas o no) que ha encontrado en esa búsqueda.

«Habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos», los Estados Unidos trasladaron esta política interna del presidente Theodore Roosevelt a sus relaciones diplomáticas en América Latina, marcando el inicio del imperialismo norteamericano a comienzos del siglo XX. Una avanzada continental de carácter político, militar y económico, justificada por el corolario de Roosevelt a la Doctrina Monroe que establecía el derecho a intervenir en los asuntos internos de las naciones americanas con el fin de defender los intereses de los ciudadanos norteamericanos.

Su intervención de carácter militar y económico en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue central a la hora de hegemonizar lo que se denomino el bloque occidental capitalista. La caída del bloque soviético a comienzos de los 90 significó el posicionamiento de EEUU como la principal potencia mundial y del capitalismo como el sistema social por excelencia, lo que Fukuyama denominó “el fin de la historia”. O como decía George W. Bush, “Dios no es neutral, el está de nuestro lado”. Estados Unidos deliberaba, decidía y repartía la agenda internacional.

El siglo XXI estuvo signado por una serie de resistencias a la política neoliberal en América Latina que dieron inicio a un ciclo progresista y de integración en la región, con mayores y menores niveles de radicalidad en sus expresiones de gobierno. Mientras Rusia y China comenzaban a abrirse paso en la competencia económica y militar, Estados Unidos se lanzaba a las incursiones en Medio Oriente, con Israel como principal aliado e Irán como principal enemigo. Comenzó entonces a rondar una pregunta en los ámbitos políticos y académicos: “¿Estará Estados Unidos iniciando un periodo de decadencia?”.

El agujero interior

El 15 de septiembre del 2008, el banco de inversiones Lehman Brothers se declaró en banca rota, las acciones de la bolsa de Nueva York tuvieron la mayor caída de la historia en un solo día, dando así comienzo a una recesión que sepultó ahorros personales, trabajos, casas y dejó a miles de personas debajo de la línea de la pobreza. El gobierno estadounidense intervino desesperadamente inyectando cientos de miles de millones de dólares para salvar algunas de estas entidades, pero la reacción dio escasas respuestas.

Estados Unidos no solo enfrentaba una crisis económica que había comenzado en el sweet home, la correlación de fuerzas mundial, que ya había comenzado a cambiar antes de la crisis, aceleraba en muchos casos sus transformaciones. El BRIC, término empleado en el 2001 por el economista Jim O’ Neil para referirse a las economías emergentes de Brasil, Rusia, India y China, pasaba de ser una teoría académica a una articulación real, con su primera cumbre en 2009 y la incorporación de Sudáfrica en 2010.

Con China consolidando su capacidad industrial y Rusia imponiéndose como una potencia militar, Estados Unidos asumió que su hegemonía estaba en disputa y comenzó a actuar en consecuencia. A siete años de la crisis económica, la economía norteamericana comenzó a recuperar los índices previos a 2008. La desocupación se redujo en 1,1 millón de personas (alrededor del 5%), el ritmo de creación de empleos se acercó al punto óptimo que espera la Reserva Federal (FED) para culminar con su política de estímulo monetario y los salarios se encuentran ahora en su mejor momento desde el crítico año 2009.

Ante los nuevos bríos, la FED ha anunciado el incremento de la tasa de interés en un intervalo entre 0,25% y 0,50%. Desde diciembre de 2008 hasta la fecha se ha mantenido prácticamente en cero, basculando entre 0 y 0,25%. Esta decisión incrementó la volatilidad de los mercados financieros de muchas economías del mundo, desde Europa hasta algunos de los principales países emergentes como Brasil y Rusia. Por otro lado, este aumento ha provocado la caída de los precios del petróleo en las cotizaciones de todo el mundo, perjudicando a países como Venezuela e Irán, enemigos declarados del imperialismo norteamericano.

En este escenario, Estados Unidos pueden replantearse volver a los años dorados del liberalismo y su hegemonía unilateral, pero varias cosas han cambiado.

La crisis civilizatoria

Vivimos un nuevo ciclo mundial signado por la avanzada norteamericana sobre América Latina, la “balcanización” de Medio Oriente, el crecimiento de las derechas en Europa y un continente africano convulsionado. Estados Unidos se lanza nuevamente al control de diferentes recursos necesarios para la reproducción del sistema capitalista que sostiene y ampara. Puede utilizar diversos medios, pero en última instancia, será la guerra el único que le quede para conquistarlos.

La historia no una profecía autocumplida ni una repetición incesante de ciclos. Aunque Estados Unidos se lance nuevamente al control del mundo ya nada va a ser igual, porque es el capitalismo mismo es el que está en decadencia. Ahora bien, esa decadencia no implica necesariamente el surgimiento de un sistema alternativo superador. La continuación del sistema capitalista global, así como el del consumo que le va emparejado, se ha vuelto, por primera vez en la historia, una verdadera amenaza para el porvenir de la humanidad y del planeta.

“El país que invierte tanto dinero y tropas para combatir el narcotráfico en América Latina y que envía a la DEA para asesorar gobiernos en su lucha contra la producción de drogas es el primer consumidor de cocaína del mundo. Como si esto fuera poco, la inmensa mayoría de las armas que se usan en México se fabrican en Estados Unidos”, sostiene en un artículo el analista internacional Pedro Brieger.

Hoy hablamos de narcoestados, de inmensas redes de trata, de elevados niveles de contaminación, de índices de pobreza y exclusión inhumanos, de guerras, de armas con capacidades destructivas impensables. La avanzada del imperialismo norteamericano y la esperanza de subsistencia del capitalismo se sustenta en estos factores catastróficos. ¿Cae el imperialismo norteamericano? ¿Está en debacle el capitalismo? ¿Qué sigue después de esto? Son los interrogantes que se abren en estos nuevos tiempos. Por lo pronto, toma más resonancia aquella frase de Hugo Chávez, “o tomamos el camino del socialismo o se acaba el mundo”. Hay muchos y muchas que apuestan todavía por lo primero.

@JuanchiVasco

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