Medio Oriente

26 enero, 2016

A cinco años de Tahrir: el comienzo de la “primavera árabe” en Egipto

El 25 de enero se cumplió el quinto aniversario del comienzo de la rebelión callejera que removió del poder en Egipto a Hosni Mubarak, enmarcada en un complejo proceso regional conocido como “primavera árabe”. Sin embargo, a cinco años de las movilizaciones que pidieron por “pan, libertad y justicia social”, el desempleo, la corrupción y la represión política pintan un cuadro diferente.

El 25 de enero se cumplió el quinto aniversario del comienzo de la rebelión callejera que removió del poder al entonces mandatario de Egipto, el mariscal Hosni Mubarak, enmarcada en un complejo y dinámico proceso regional conocido como “primavera árabe”.

Supuso el fin de 30 años de mandato autoritario. Sin embargo, hoy las fuerzas armadas han ocupado nuevamente el centro de la escena política, en medio de un clima de creciente endurecimiento de las medidas de control social y militarización de la seguridad en la región. A cinco años de las movilizaciones que pidieron por “pan, libertad y justicia social”, el desempleo, la corrupción y la represión política pintan un cuadro diferente.

Cuarteles de invierno

La rebelión tuvo como epicentro simbólico y político una de las plazas centrales de El Cairo, la Plaza Tahrir (en árabe, “de la Liberación”). Durante las dos semanas que comprendieron las protestas, este centro histórico fue ocupado por millones de personas, estableciendo un campamento que se volvió una de las mayores experiencias efectivas de autoorganización en la historia del país.

Años de continua monopolización de la representación y el poder de decisión en manos de las fuerzas armadas y el Partido Democrático Nacional se vieron aparejados por una permanente reforma pro mercado que minó las bases de legitimidad del régimen. El incremento en los costos de vida y el sostenido desmantelamiento de las políticas sociales condujeron a que la presión social acumulada estallara en enero de 2011.

Sindicatos, agrupaciones juveniles, culturales y de mujeres confluyeron dando forma a un activismo que desbordó las medidas de seguridad y una feroz represión. Sobre el final, la histórica Hermandad Musulmana (movimiento político y social islamista fundado en 1928) optó por no quedarse afuera y se volcó a las calles con un grado de cohesión y organización que fueron clave para vencer en la posterior apertura democrática. Con Mubarak derrocado y enjuiciado junto a sus hijos a causa de la represión y el enriquecimiento desmedido durante sus años de gobierno, Egipto vio al primer presidente surgido de elecciones libres en la figura del islamista Mohammed Morsi.

La experiencia duró poco: en 2013, poco más de un año después de haber asumido, su gobierno fue derrocado y reemplazado por una nueva junta militar que prometió estabilizar el país agitando la figura del terrorismo y el peligro de la creciente polarización social y política. Surgido de las filas castrenses, pero refrendado como presidente en unas elecciones marcadas por la represión y proscripción contra la Hermandad Musulmana, el mariscal Abdel Fattah al Sisi se convirtió en el nuevo hombre fuerte de Egipto.

Borrón y cuenta nueva

Con el Parlamento disuelto por la Corte Suprema y las principales figuras del gobierno derrocado presas, la asunción de al Sisi se caracterizó por un retorno al viejo orden, simbolizado por la liberación de un Mubarak ya convaleciente y sus hijos. Explotando el temor de una parte importante de la sociedad egipcia al ascenso del islamismo, el nuevo presidente regresó al viejo estilo de gobernar en estado de excepción, habilitado por leyes de emergencia que han desplazado todo vestigio del activismo social y político, aquel que emergió en las jornadas de 2011.

Hoy, siguiendo el manual de la lucha contra el terrorismo, las detenciones extrajudiciales, la tortura y las desapariciones no sólo se extienden al tradicional enemigo islamista, sino que han golpeado a figuras referentes de los derechos humanos, la prensa, la militancia sindical y juvenil. El broche de oro es la condena a muerte a Morsi y otros miembros de su gobierno, bajo cargos de terrorismo e incitación a la violencia.

El panorama económico se ha visto particularmente dañado por la frágil situación que atraviesa la industria turística egipcia, una de las más grandes del mundo, víctima de la inestable situación regional. El 31 de octubre de 2015, un avión de pasajeros ruso fue destruido por un artefacto explosivo, en un atentado reivindicado por una rama del grupo Estado Islámico que opera en la península del Sinaí; el saldo fue de 224 víctimas. Se trató del mayor atentado en la historia del país, pero solo el caso más resonante de una cadena de amenazas y acciones que han hecho blanco contra sitios turísticos y culturales.

El Sinaí, región estratégica que limita con Israel y la región palestina de la Franja de Gaza, ha sido escenario de una encarnizada campaña militar contra organizaciones armadas que desde hace un año han jurado lealtad al Estado Islámico. Los insurgentes se han embarcado en una serie de atentados y sabotajes contra objetivos militares e importantes instalaciones para el transporte y refinamiento de gas, al tiempo que representan una amenaza para el tráfico comercial en el Canal de Suez, que conecta el Mediterráneo con el Mar Rojo.

Ni las promesas de grandes inversiones en infraestructura que traerían empleo o de nuevos programas sociales parecen contrarrestar el desencanto social, especialmente entre la juventud, desmoralizada por el creciente desempleo y un opresivo clima político.

Como ejemplo gráfico del clima de desencanto predominante, las elecciones legislativas pasadas (divididas en dos instancias realizadas en octubre y noviembre de 2015) contaron tan solo con la participación del 28% del padrón nacional, el cual contabiliza unos 53 millones de votantes habilitados. El nuevo Parlamento unicameral posiblemente esté orientado a otorgar y garantizar la concentración de facultades extraordinarias en el Ejecutivo.

A cinco años de la rebelión de la Plaza Tahrir, pocas fueron las manifestaciones vistas en la calle, en medio de un gigantesco operativo de seguridad. Las expectativas despertadas por la “primavera” de 2011 no han encontrado terreno fértil en el duro invierno.

Julián Aguirre – @julianlomje

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