21 enero, 2016
“Hoy la salud está mucho más vulnerable al ataque de las corporaciones”
Hasta el 31 de diciembre del 2015 Victor Penchaszadeh tenía un cargo docente en la carrera de Medicina de La Universidad Nacional de La Matanza, desde donde fue desplazado injustamente sin renovarse su contratación. Es médico pediatra, genetista, especialista en salud pública y bioética y, entre otros hitos de su carrera dirigió el Banco Nacional de Datos Genéticos.
Hasta el 31 de diciembre del 2015 Victor Penchaszadeh tenía un cargo docente en la carrera de Medicina de La Universidad Nacional de La Matanza, desde donde fue desplazado injustamente sin renovarse su contratación. Es médico pediatra, genetista, especialista en salud pública y bioética y, entre otros hitos de su carrera, dirigió el Banco Nacional de Datos Genéticos.
Penchaszadeh estuvo exiliado en 1975 en Venezuela y Estados Unidos donde se desempeñó como científico y docente. Además, participó en la creación del primer “índice de abuelidad” que permitió identificar los nietos de las Abuelas de Plaza de Mayo y orientó otras investigaciones relacionadas a la genética con una perspectiva de derechos humanos. Es autor del libro Genética y derechos humanos: encuentros y desencuentros.
– ¿Cuáles fueron tus motivaciones o influencias en la formación como médico con una perspectiva de derechos humanos?
– Yo tuve la fortuna de estudiar en la UBA entre los años 1958 y 1964. Esa época fue increíble, valiosa, fértil y rica en cuanto a las organizaciones estudiantiles y eventos que contribuyeron a formarme ideológicamente. Por ejemplo una batalla en todo el país (que perdimos) fue la de ir contra la posibilidad de las universidades privadas de dar títulos. Con respecto específicamente a salud sucedieron las inundaciones en la Isla Maciel y nosotros en el marco de actividades de extensión íbamos como voluntarios. Así fui forjando una inclinación por la justicia social, por la equidad, en ese momento hablábamos de revolución.
Ya en la residencia de pediatría tuvimos un maestro que fue Carlos Gianantonio, un médico excepcional, con una visión muy social de la pediatría. Con él discutíamos incluso nuestro destino ulterior en la medicina, y yo ya había empezado a pensar «¿qué hacer?» porque me interesaba mucho la genética. Él me impulsó a seguir este camino, porque no había médicos con esa formación, y luego me fui a Estados Unidos por dos años hacer una capacitación en genética.
– ¿Cuáles fueron las mayores dificultades que recordás de esos años?
– En el año 1971, cuando volví, estaba la dictadura de Juan Carlos Onganía, había ocurrido el Cordobazo. Luego comienza la triple A, y yo sabía que no sería amigable para mí, porque estaba marcado como comunista más allá de no pertenecer a ninguna organización. Esto derivó en un intento de secuestro de la triple A, el 19 de diciembre de 1975 del cual logré escapar y en 24 horas me fui del país.
– En ese sentido, ¿cómo considerás que el exilio marcó tus años posteriores en Venezuela y Estados Unidos?
– Para mí fue un despertar interesante, tomé conciencia de que había salvado mi vida y luego encontré en Venezuela un clima muy propicio para la discusión, para la militancia: en ese momento estaban Mauricio Goldemberg, Mario Testa, entre otros que llegaban exiliados. En esos años también fue la revolución sandinista en Nicaragua y yo tenía vínculos que hicieron que se reforzara mi vocación por la justicia social.
En el año 1981 llegué a Estados Unidos, me encontré con un grupo de argentinos que tenían muy bien montado todo lo que eran las denuncias de lo que pasaba en la Argentina y me sumé a ellos. Hacíamos denuncias en la ONU, teníamos una publicación, recibíamos gente; así fue que conocí a las Abuelas de Plaza de Mayo, y mi trayectoria como profesional o tarea por los derechos humanos se orientó a poder aportar a encontrar a los nietos de las Abuelas.
– ¿Cómo forjaste una genética con perspectiva de derechos humanos?
– Si bien el avance en la genética ha sido increíble, el problema es que tiene una herencia muy pesada, de ser prácticamente cómplice de violaciones de derechos humanos. Principalmente a fines del siglo XIX y principios del XX, el racismo, el holocausto, fueron certificados por genetistas importantes de la época.
Yo siempre fui consciente de esta historia y pensaba que de alguna forma me iba a tocar intentar “redireccionar” en algún punto a la genética. Ese camino me lo posibilitaron las Abuelas de Plaza de Mayo, quienes me hacen un reto para buscar la manera de encontrar la identificación genética de los nietos. Y así fue uno de los temas que más he seguido, vinculando a la genética con los derechos humanos, particularmente con el derecho a la identidad.
– Has hablado de la idea de romper con la “sacralidad del ADN” ¿qué significa eso?
– El tema de la sacralidad del ADN es la lucha contra el reduccionismo genético, que continúa, y tiene que ver con saber que la mayor parte de los problemas de salud no vienen de lo que uno hereda de los padres sino de circunstancias de la vida: sociales, económicas, culturales, del sistema de salud, etc. No se le puede atribuir al ADN facultades que no tiene: todos los rasgos humanos son resultado de la interacción permanente (incluso desde antes de nacer) entre el medio ambiente y la genética que uno trae consigo. Pero claro, es mucho más fácil y redituable económicamente producir pruebas de ADN, por ejemplo, o decir que el cáncer es una enfermedad genética que ocuparse de las circunstancias ambientales que producen cáncer, que son mucho más difíciles de controlar y revertir, porque implican cambios de estructuras, cuestiones políticas, sociales, económicas…
– ¿Cómo fue la experiencia en Cuba?
– En Cuba se le dio mucha importancia a la genética. Yo viajé desde Estados Unidos a Cuba muchos años, por encargo de la Organización Panamericana de la Salud y haciendo una experiencia muy buena gracias a la capacidad de trabajo de los cubanos. Yo trabajaba en «Médicos por los derechos humanos» y a partir de eso estuve en contacto también con las batallas de los sandinistas y luego en Chiapas.
– A la Argentina regresaste definitivamente en 2007 y fuiste parte de la fundación de la carrera de Medicina de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), ¿qué te convocó a esa experiencia y cuáles fueron los desafíos?
– Bueno antes de regresar definitivamente venia al país con frecuencia y por los años 80 lo conocí a Mario Rovere (médico sanitarista, ex viceministro de Salud de la Nación), quien luego fue el creador y decano de la carrera de Medicina, con quien rápidamente coincidimos en muchos planos.
Yo tenía una agenda pendiente con la Argentina cuando me llama Mario y me habla de este proyecto, de un modelo de enseñanza de la Medicina innovado, para cambiar el modelo médico hegemónico signado por el afán de lucro. Este proyecto fue un poco lo que yo estaba esperando y tuve como docente el desafío de pregrado: formar chicos de 17, 18 años, cuando yo venía más bien de la formación de postgrado.
Esos años coincidieron con mi tarea de reorganización del Banco Nacional de Datos Genéticos, que es el que se ocupa de la identificación de los niños y niñas robados durante la dictadura.
– ¿Cómo fue que no te renovaron el contrato como docente en las últimas semanas?
– Esto empezó en marzo del 2015, con una sucesión de conflictos: desde el corrimiento de Mario Rovere como decano, a una serie de dificultades que se expresan en la agresión a un modelo de enseñanza, que tiene como objetivo la formación de médicos y médicas con conciencia social y que valorizan el derecho a la salud.
En este momento estamos pasando una etapa difícil. Junto conmigo otros seis docentes recibimos una carta documento desde recursos humanos que decía que mi cargo había caducado el 31 de diciembre del 2015. A su vez a otros/as treinta docentes se les ha recortado la carga horaria y el salario, desjerarquizando su tarea.
Yo hace más de 50 años que trabajo por el derecho a la salud, por otro modelo de atención de la salud que privilegie las necesidades de la gente y no los intereses corporativos de nadie, que también han atacado este nuevo modelo de enseñanza de la medicina.
Estoy muy preocupado por lo que vaya a pasar pero voy a llevar mi preocupación a la acción ciudadana, como ciudadano, como médico. Actualmente estamos viviendo un momento tremendo en nuestro país y habrá que defender derechos porque hoy la salud está en un estado mucho mas vulnerable, al ataque de las corporaciones. Hay mucho para hacer y yo pienso estar en la barricada correcta.
Diana Broggi
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