Cultura

15 enero, 2016

Paco Giménez: «Me gustaría que la gente no estuviera programada»

Segunda parte de la entrevista exclusiva a Paco Giménez, dramaturgo, coordinador teatral y docente cordobés. Reinstalado en Córdoba, luego de haber estado en México durante la dictadura, comparte la experiencia de su particular forma de entender el teatro, junto a su grupo histórico “Los delincuentes”.

Continuación de la entrevista con el director y docente cordobés Paco Giménez, alma máter del equipo teatral Los Delincuentes e impulsor del espacio artístico La Cochera.

– ¿Cómo hacés para articular tu experiencia como director de teatro independiente con tu trabajo como docente en la facultad?

– En realidad siempre que he llegado a algo fue después de pasar por momentos de joda y de encontrar un punto de seriedad en esa circunstancia creada alrededor. Todo eso parece una pavada, una salvajada, ocurrencias, divertimento, hasta que llega a un punto. Lo que nunca hice es empezar solemne y serio de entrada, porque mientras nada es nada y no sabés qué vas a hacer y qué va a suceder yo prefiero hinchar las bolas. Hasta que de pronto me quedo serio frente algo, porque algo ocurrió, nos pasó juntos, y entonces empiezo a respetar eso y ahí empezamos a entrar.

Y a todo ese cúmulo de cosas que yo experimenté, que conocí y que he puesto en práctica, trato de sistematizarlo para la gente de la facultad y convertirlo en algo que pueda tener su fundamento teórico. Y lo teórico no está basado en lo que han dicho otros porque yo no soy lector de las teorías de las otras personas, sí me entero porque soy bulímico en ese sentido y devoro lo que escucho y todo lo demás, acumulo inmediatamente y parece que tuviera mucha cultura, pero la verdad es que no es por haberme puesto a consumir. Sí tengo el respaldo de la experiencia de todos estos años con Los Delincuentes, pero para mí lo importante no es lo que pueda decir yo sino lo que puede decir ese grupo de gente. A lo mejor no tienen nada para decir pero pueden hacer o mostrar muchas cosas.

– ¿Cómo ves esa forma particular que tienen de trabajar en relación a los distintos procedimientos académicos que se proponen desde las instituciones?

– Hoy en día no es fácil decir y todo se puede decir, quizá por eso en el teatro se multiplican los biodramas, los relatos personales o las realidades muy pequeñitas que pasan a ser más importantes que las fábulas épicas. Los temas se han convertido en cosas más pequeñas, en aventuras anónimas y detalles de vida. Hoy eso conforma una obra.

Por ejemplo, el otro día, por una tesis, me enteré  que existía algo que se llamaba ‘Crítica genética’. Me enteré por el escrito, por lo que decían las alumnas, y yo miraba y decía “pero si eso toda la vida lo he hecho yo”. Lo que pasa es que después las cosas toman nombre. O capaz que yo no estaba enterado en ese momento o a la Argentina no había llegado ese tipo de concepto. Pero buscar en la génesis de la escena los elementos para poder desarrollar el trabajo y hacer teoría, preguntarse cómo es que salió, porqué se generó determinada ocurrencia, lo que sea que luego dio pie a algo medular de una obra de teatro, es lo que hecho yo. Está dentro de lo que se llama crítica genética y yo no sabía.

Pero es lo que yo indagaba, a ver porqué habrá elegido tal cosa, porqué se le ocurrió y de dónde salió. Y ahí empezaba a armar algo que le daba la posibilidad de pasar de ser un simple engendro a cobrar desarrollo teatral… Lo que ahora es la inclusión y la diversidad en La Cochera empezó así, un montón de gente que nadie hubiera querido ni hubiera elegido jamás en un elenco. Ahí era un disparo al aire cada uno, entre ellos no se hubieran elegido jamás, pero como todos querían trabajar conmigo se bancaban, entonces pasaban la experiencia de la diversidad y de la inclusión, todas cosas que ahora tienen palabras pero que en aquella época no tenían. Nosotros hacíamos una práctica de eso.

Por eso también lo que luego se producía era tan diferente a lo que producía un grupo constituido como dios manda, con alguien al frente que vos decís ‘ah, bueno, es el director, a ver qué hago yo, dónde me pongo, qué hago con las manos’, donde se respetan las reglas de producción y se hace lo que se supone que se debe hacer. Acá los límites de lo que es un equipo estaban difuminados y motivo de trabajo podía salir del más estúpido. Lo que pasa es que había que esperar y tenía que haber alguien como yo que lo tomara en cuenta y que pudiera verlo en ese sentido. En la vida también hay cosas horribles al lado de cosas hermosas y hacen un juego esas cosas contrapuestas, tratadas ficticia o artificialmente para el arte. En la vida uno va gambeteándole a las cosas feas para tener las cosas hermosas, desmaleza el jardín para tener las flores más lindas. Entonces elegíamos correr el riesgo de que todo se abismara, se volviera incierto, porque parecía que no había directriz. Y sin embargo había mucha fe en lo que podía ser ese caldo de cultivo en el que se estaba gestando algo.

– Cuándo estás con otros grupos que tienen formas de trabajar diferentes, ¿vos trabajás de la misma manera?

– Yo acepto las diferencias. No me importan. Al contrario, me pongo ávido de ver qué aparece en esos encuentros que se producen. Yo no le temo a eso. Valoro que todas estas circunstancias que he vivido y en las que me vi metido porque desarrollaron una capacidad en mí que si tiene algún valor ha sido producida por eso y no por el profesional que puedo haber sido. Yo no me relaciono con los otros en el plano de las cosas que tienen nombre, por eso no me molesta. Hay varios libros que hablan de mi trabajo pero yo no los he leído porque no me importa saber qué dicen. Pobres, se han gastado aludiéndome y ni se los leí. Mi autoestima o mi amor propio no está puesto en eso.

Yo tengo un poder con la gente, lo siento y me parece que lo desarrollo bien porque no me aprovecho de eso. Entonces para mí esa potencia es suficiente. No necesito estar corroborado por términos y los conceptos. Hablo así como un choro porque me sale, porque vos me preguntás, porque sino ni se me ocurre ponerlo en un papel ni nada. Por ahí a veces leo que dice en algún lado ‘Paco Giménez, fundador de La cochera’, pero yo no fundé nada. Eso se dio, a mí me parece que la historia es producto de un movimiento. Yo generé porque todos me venían a ver, a espiar por las ventanas del garaje a ver qué estábamos haciendo ahí adentro. Pero esa es una pulsión que se da y yo he sido llevado por eso. No es que yo me vine de México a fundar La Cochera, aunque quede mejor decir las cosas así. Decir ‘que estuvo siempre en lucha con el teatro comercial’… Y yo no estado en lucha con nadie. Dicen que soy ‘un luchador del teatro independiente’, pero ¿contra quién he luchado? Yo no he luchado contra nadie, he hecho lo que se me daba la gana, mis caprichos, totalmente liviano de cualquier lucha.

Pero hoy parece que todo tuviera que tener una especie de propósito. Sucede lo que se dice con respecto a los personajes, que tiene que tener un propósito, a diferencia de nosotros las personas que vamos como a los tumbos por la vida. Quizá porque el teatro no es la vida, no es el misterio de la vida sino un esquema, un plan, una construcción, entonces ahí viene bien lo de tener un propósito. Pero la vida es otra cosa. Por eso tampoco soy adherente a los personajes ni a seguir una sola línea en toda una obra, toda una coherencia, a mí me gusta que se abra, que estalle, me parece que eso está más próximo a lo que es mi cabeza o a lo que me gustaría que fuera la gente… que no estuviera programada, que no tuviera que responder a un designio. Sin embargo yo estoy signado, porque no hago otra cosa que no sea esto.

– ¿Qué es estar signado? Por cómo lo decís parece que no te gusta.

– No me gusta, es como estar estigmatizado, marcado. La gente me busca para que yo de muestras de una marca (golpea la mesa como si tuviera un sello), de la marca ‘Paco’, como para tener una muestra de esto. Y lo único que puedo hacer es esto así como lo digo, como me sale. Y eso es lo que me ha ido agotando durante todo este tiempo. Por ahí creo que no me haría nada no seguir en la actividad. Porque las cosas se agotan, como las pilas. Yo no tengo porqué seguir, no tengo a quién mantener, no tengo que responder a nada. Ahora que estoy ligado a gente más joven que viene a La Cochera, me encuentro rodeado de otras energías, diferentes de aquellas de 30 años atrás. Pero ellos tienen la edad de los que empezaron conmigo en su momento…

Si la vitalidad alrededor mío me toma, si eso me vuelve a activar, yo me voy a dejar, por supuesto, porque soy sensible y susceptible a eso. Pero si eso no me logra conmover, yo dejo, se acaba todo. Y para mí no es grave. No sé para los otros. A lo mejor para los otros sí. O a lo mejor es un alivio y uno descubre que ha estado en un cautiverio todo este tiempo. Vaya a saber qué pasa…

Gustavo Kreiman – @donnarusa

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