Europa

8 diciembre, 2015

Elecciones regionales en Francia: el Frente Nacional, el gran ganador

Tal como preveían las encuestas, la primera vuelta de las elecciones regionales en Francia arrojó al partido liderado por Marine Le Pen como el ganador. En una elección histórica, el Frente Nacional (FN) encabeza los resultados en 6 de las 13 regiones del territorio francés.

Tal como preveían las encuestas, la primera vuelta de las elecciones regionales en Francia arrojó al partido liderado por Marine Le Pen como el ganador. En una elección histórica, el Frente Nacional (FN) encabeza los resultados en 6 de las 13 regiones del territorio francés, algunas de ellas con una amplia distancia con la segunda fuerza, como es el caso de Nord-Pas-de-Calais-Picardie, donde la diferencia es de más de 15 puntos.

Con estos resultados el FN tiene altas chances de lograr algunas presidencias de los consejos regionales, lo que representaría un salto cualitativo para el partido “lepenista”. Los consejos regionales y la presidencia regional son análogos a las legislaturas y gobernaciones provinciales en Argentina, con lo cual el dominio sobre aquellos puede entregar manejo e iniciativa institucional a un partido que nunca había tenido tales herramientas.

El resto de los partidos de peso en Francia se debaten en estas horas la estrategia a seguir para hacer frente a este crecimiento del FN. En algunas regiones ya se confirmó que se armarán alianzas entre el partido de derecha Los Republicanos (ex UMP) y el Partido Socialista para intentar vencer en el segundo turno a los frentistas.

Razones de un crecimiento anunciado

Evaluar los motivos profundos del desarrollo del Front National en Francia llevaría mucho más análisis que los que caben en esta nota. Sin embargo, se pueden nombrar elementos rápidamente identificables para explicar el buen presente del partido fundado por Jean-Marie Le Pen en 1972.

El primero de ellos es el avance al interior del partido de los sectores llamados “pragmáticos”, es decir aquellos que pugnaban por un cambio en la fachada mediática del FN, por la depuración de los elementos más netamente fascistas del programa y por el salto a la “política grande” de Francia. Este paso se consolidó cuando Marine Le Pen asumió en 2011 la conducción del partido y se propuso dejar atrás la imagen sectaria y oscurantista que su padre había contribuido a crear.

A la expulsión de los militantes más “radicales” y a la moderación del discurso racista, se sumó un paquete de propuestas económicas de corte “popular”, que empalmaron muy bien con el empobrecimiento post-crisis de los sectores obreros y humildes. La verborragia xenofóbica, machista y fascista de Jean-Marie dejó lugar a un discurso más moderado de parte de su hija, que sobre todo logra hacer pie en las diferentes coyunturas, en los debates cotidianos y ya no solamente representar un polo ideológico de derecha.

El FN diversificó sus temas de intervención y la tonalidad nostálgica de “sermón” conservador fue reemplazada por la respuesta concreta en la política del día a día. Así, el partido se transformó en un cristalizador del descontento social contra la “casta política”, y ahora resalta en su discurso más que nunca la disyuntiva propuesta entre “los partidos políticos tradicionales” y “la gente de a pie”.

Este cambio en la política, catalogado por muchos analistas como una “desdiabolización”, provocó entre otras cosas la profunda ruptura entre la actual líder del partido y su padre, al cual acusa, cada vez que este hace declaraciones de un fascismo y antisemitismo extremo, de no contribuir en nada con las expectativas de poder del FN.

El discurso sobre la inmigración, si bien se mantiene en primer plano, abandonó la retorica explícitamente racista y se centra ahora en los “problemas concretos” que causan la inmigración descontrolada. El hecho de tener una mujer de referente y a un joven como Florian Philippot de número dos, les posibilitó acceder al trabajo de una agenda específica para las mujeres (por supuesto de corte netamente conservadora y pro-familia) y a un diálogo con los sectores jóvenes.

Con esto en consideración, no se debe leer el nuevo electorado de Le Pen solo como la expresión de un giro ideológico conservador, sino más bien de un descontento con el sistema político que es capitalizado por una “alternativa” que logra dar respuesta a la agenda cotidiana.

El otro elemento que no hay que perder de vista es el contexto europeo general. La crisis de la zona euro le dio vida a proyectos de izquierda alternativa en varios países, sobre todo del sur del continente, pero en Francia es por ahora el FN el que más provecho saca del tambaleo económico-social de la región. En los países periféricos de la zona euro, la retórica de la recuperación de la soberanía nacional se capitaliza por fuerzas de una izquierda que, con mayor o menor grado de éxito, han podido hacer pie desde una retórica progresista y transformadora. El retorno al discurso “soberanista” en los países centrales de Europa como Francia, no se da por izquierda sino por derecha.

El FN es crítico de la política económica de libre comercio de la UE, a la cual opone un programa “proteccionista del trabajo francés”, que incluye estatizaciones de áreas sensibles de la economía y el fortalecimiento de la legislación laboral. Todo el discurso económico del FN busca presentarse como porta voz de los sectores populares franceses desprotegidos frente a los abusos de las corporaciones económicas supranacionales catalogados siempre por el FN como ámbitos oscuros “que nadie eligió”. Otro blanco de crítica frecuente es la política de libre tránsito de personas establecida con la zona Schengen.

Por último, es evidente que nada podía sentarle mejor a la política de la extrema-derecha que la atmósfera social post 13 de noviembre. Con la “crisis de inmigrantes”, ya se había generado la ocasión para que el FN imponga la agenda a toda la clase dirigente del país, era de esperarse que luego de los terribles atentados en Paris su prédica islamofóbica tenga mayor efecto que nunca.

A pesar de este crecimiento exponencial, hay un elemento que le sigue jugando en contra al partido de Le Pen. El sistema electoral francés prevé segundas vueltas en la mayor parte de las instancias electorales, con lo cual la concentración del voto anti FN es un fenómeno previsible en cada segunda ronda.

De cara a las elecciones presidenciales de 2017, varios analistas insisten en lo mismo: la posibilidad de un triunfo del FN en un ballotage es remota. Otros, son más precavidos y sostienen que, si bien es cierto que las segundas vueltas le cuestan también es cierto que su piso crece año a año. Con los resultados del domingo, la segunda actitud parece más acertada. Sería peligroso subestimar a esta nueva expresión de la derecha que ha aprendido a hacer política en la Francia contemporánea, a hablarle a la gran mayoría y a seducir a los sectores populares de la sociedad.

Manuel Tangorra, desde Toulouse

Foto: Reuters

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