Cocina

7 diciembre, 2015

Buenos Aires vuelve a tomar café en Los Galgos

Hace pocos días reinauguró un bar clásico porteño: “Los Galgos” de la esquina de Lavalle y Callao. La familia Ramos, dueña del local desde 1948, decidió vender la propiedad después de que, Horacio Ramos, el último de los hijos del dueño falleciera a fines del año pasado.

Los bares y cafés de Buenos Aires son entidades únicas e irremplazables. Son espacios pensados para la vida en comunidad y para ofrecer la hospitalidad y calidez más barata del mercado, es decir, la suma módica del precio de una taza de café negro o de alguna copita blanca y espirituosa. Sin estos lugares la ciudad de Buenos Aires sería una grilla desalmada de cuadras que se repiten al infinito. Los bares interrumpen la abulia de lo regular e introducen discontinuidades, rompen la rutina y permiten un nuevo comienzo.

Hace pocos días reinauguró un clásico porteño: “Los Galgos” de la esquina de Lavalle y Callao. La familia Ramos, dueña del local desde 1948, decidió vender la propiedad después de que, Horacio Ramos, el último de los hijos del dueño falleciera a fines del año pasado. Entre las propuestas para el uso del inmueble figuraron abrir un local de ropa, un Farmacity o reabrir y restaurar el valor patrimonial del bar. Se optó por esta última.

Bar Los GalgosEl responsable de la movida es Julián Díaz: “Este bar tiene 85 años no es para que esté de moda”, sostiene quien es también dueño de un clásico de la nocturnidad porteña, el bar «878», en la calle Thames del mismo número. Los vecinos y habitués del barrio, después de meses de abstinencia, son los primeros en ocupar las mesas del café y ofrecer su punto de vista sobre la nueva cara del local. Los parroquianos le sonríen con aprobación a Julián y, con alivio, ambos se animan a compartir chistes, complicidades y risas estridentes.

La edificación original data del siglo XIX donde en esa misma planta baja vivía la opulenta familia Lezama, luego la ocupo la tienda de máquinas de coser Singer, una farmacia y finalmente el tradicional “bar y almacén” desde 1930 de la mano de un asturiano. Los Ramos, también españoles, lo compran en 1948. Hoy, un tipo de 34 años con sangre de la misma región hispana y con pasión por la gastronomía lo renueva y lo refresca.

La fórmula consiste en que el bar clásico se aggiorne sin perder la esencia. “No puede ser un museo”, afirma Julián. El aggiornamiento tiene que ver con la recuperación edilicia de baños y cocina y la incorporación de productos de buena calidad que acompañen el espíritu del bar, es decir, “construir sobre esa base”.

La barra, los espejos, la boiserie y las puertas cancel conviven en armonía con las nuevas luminarias esféricas, el fileteado de la fachada y las paredes limpias y prolijas. Orgullo, recuperación patrimonial y vermut son las palabras que repite Julián durante la charla. El nuevo menú cuenta con un amplio repertorio de sándwiches clásicos y cafetería de gran calidad. La idea es que en las próximas semanas se incorpore el menú fijo para los mediodías y para las tardes el vermut fresco con ingredientes y música en vivo.

Cuando cierran bares o restaurantes tradicionales de la ciudad muchas personas se apenan y lo resisten. Sin embargo, con nostalgia y melancolía no hacemos mucho. Al respecto Julián explica: “Hay que hacerse cargo de los bares clásicos que cierran. Más nosotros que somos gastronómicos”.

La atmósfera de «Los Galgos» parece suspendida en un tiempo indefinido. El revestimiento de madera abraza con fuerza la escena. El ambiente se siente vibrar de nuevo con charlas e historias y gente que entra y sale por las tres puertas del local. Es que no hay nada más sagrado para un porteño que ir y volver a ir a esos lugares que los hacen sentir bien, querido y contenido.

Esta nota celebra la reapertura de «Los Galgos». Este también es un nuevo comienzo.

Florencia Migliorisi – @flormigliorisi

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