3 diciembre, 2015
Un cielo y un estado de coma
A 30 años del lanzamiento de Giros, su segundo álbum, Fito Páez desbordó el Gran Rex con más de dos horas de un show no convencional. Para rememorar lo que fue -para quienes lo vivieron entonces- y para conocer cómo era aquello, para los que no habían tenido el placer.

Hace no tanto tiempo que la controversia gira en torno a la figura mediática de Fito Páez, un tipo que forjó su carrera sobre el escenario, que es el antónimo del one hit wonder y que se cansó de proveer melodías para cantar en la cancha. Sin embargo, haber hecho pública su postura política -algo que viene cantando desde principios de los 80, cuando todo estaba crudo- logró que sobre la figura de Páez se elucubren cientos de pseudo verdades y prejuicios. Ahora, a 30 años del lanzamiento de Giros, su segundo álbum, el rosarino desbordó el Gran Rex con más de dos horas de un show no convencional.
Se corre el telón y aparece Páez -traje a rayas blancas y negras, silueta desgarbada, piano eléctrico- y sin mediar palabra comienza a cantar «Giros», canción que da título al álbum y al show. En adelante, habrá media hora de viaje en el tiempo en el cual sonará el álbum completo, a modo de presentación, bienvenida y entremés. “¿Qué vigente está todo esto, no?”, pregunta retórica de Páez al público tras cantar «D.L.G.». “Todo llega siempre de algún modo, las profecías se dan”, canta y suena vigente.
Para la aventura de volver a presentar el disco nacido hace 30 años, Fito eligió rodearse de un grupo de músicos a la altura del show. Diego Olivero en guitarra; Mariano Otero en bajo; Juan Asbatz en teclado y guitarras; Gastón Baremberg en batería; Vandera en guitarra y coros. Como broche dorado, la invitada especial fue Fabiana Cantilo, poniendo su sello sobre el escenario y en los oídos de todos los presentes. “Hicimos un set de canciones de los 80. Nos pareció lo más adecuado para rodear a Giros”, explica Páez respecto de lo que se viene sobre el escenario.
Promediando el recital, hay lugar para el homenaje y la redención. «Folis verghet» fusionada con «Fanky», de Charly García, «Instantáneas» y «Hay otra canción», cover de Luis Alberto Spinetta, funcionan como repaso de las raíces del rosarino.
Lo que viene luego es “Gente sin swing”, tal vez el único momento de protesta cuasi explícita al contexto político actual. Entre las gradas asoma un cartel elocuente: “52% sin swing”, señala en clara alusión al resultado de las elecciones presidenciales. “Y aunque te inviten a su mesa no estarán de tu lado”, canta y revienta de asco Páez, con el público de pie.
En medio habrá lugar para la anécdota. “Una noche estábamos de gira con unos cuantos amigos y todos estaban muy arriba, muy alegres. Yo, curiosamente, no. Pedí que me trajeran un piano y al rato, en un cuarto donde cabían dos camas, se había armado algo, una suerte de ensayo. Y ahí salió esto”, detalla Fito y comienza a hacer sonar los primeros acordes de «11 y 6», el primer contacto con los hits.
Lo que queda hacia el final es un Páez haciendo parar a su antojo al público que llenó el Gran Rex. Habrá lugar para «Dame un talismán», «Fue amor», «Y dale alegría a mi corazón», «Brillante sobre el mic», «A rodar mi vida» y «Mariposa tecknicolor», todas cartas altas de la caja de hits del rosarino.
Con el público de pie y las manos coloradas del aplauso, la re-presentación de Giros, 30 años después, sirvió para rememorar lo que fue -para quienes lo vivieron entonces- y para conocer cómo era aquello, para los que no habían tenido el placer.
J. Ignacio Merlo – @carrumbe
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