Batalla de Ideas

30 noviembre, 2015

Con una UCR acéfala, Macri suma radicales a su gobierno

Por Federico Dalponte. Tras el alejamiento de Ernesto Sanz, el radicalismo carece de diálogo directo con el nuevo presidente. De igual modo, lejos de formar un gobierno de coalición, los cuatro radicales convocados a la administración entrante sacan provecho de su pasado cercano al PRO.

Por Federico Dalponte. Tras el alejamiento de Ernesto Sanz, el radicalismo carece de diálogo directo con el nuevo presidente. De igual modo, lejos de formar un gobierno de coalición, los cuatro radicales convocados a la administración entrante sacan provecho de su pasado cercano al PRO.

Dos años antes de que el presidente uruguayo Juan María Bordaberry iniciara su régimen dictatorial, nacía en Montevideo el Frente Amplio con Líber Seregni a la cabeza. Era febrero de 1971 y, tras su constitución, su plenario nacional tardó apenas tres meses en dictar el reglamento interno del frente.

Y si bien es cierto que a partir del próximo 10 de diciembre Argentina y Uruguay se encontrarán gobernadas por alianzas políticas nacionales, la diferencia entre el oriental Frente Amplio y el local Frente Cambiemos es gigantesca.

La triunfante alianza argentina no tiene un órgano de dirección conjunta, no tiene un cuerpo deliberativo, no tiene reglas de convivencia interna y, tan inestable como efectiva, su secreto se basa en la confianza interpersonal de sus socios precursores.

Esa fidelidad que enlazó a la troika fundadora –Mauricio Macri, Elisa Carrió y Ernesto Sanz– permitió sellar un acuerdo político que hoy tambalea tras la salida del líder radical. En rigor, sin convenciones, ni asambleas, ni debates internos, la constitución de Cambiemos se inició como fruto de un par de conversaciones amistosas entre Mauricio Macri y Elisa Carrió en enero pasado.

Y pese a que dos meses después se sumó la Unión Cívica Radical como donante de estructura, para Ernesto Sanz el trámite de aprobación fue arduo y espinoso. Aunque absolutamente convencido de las ventajas de un acuerdo con Macri y Carrió, el radical estrechó con ellos lazos personales bastante antes de que su partido decidiera formalmente integrarse al naciente armado electoral.

Primero afianzó su amistad con el fundador del PRO y dejó para más tarde los vínculos institucionales. “Después de tantos meses trabajando juntos, me terminé encariñando con Ernesto”, declaró hace pocos días el nuevo presidente.

En aquella recordada reunión en Gualeguaychú, y tras una extensa sesión del máximo órgano deliberativo de la UCR, por escaso margen se impuso la voluntad de los radicales que pretendían asociarse con el PRO.

Y para florón y remate de la estrategia, decidieron también aquella noche que el candidato radical a la inmolación en las elecciones primarias fuera el propio Sanz, impulsor de la alianza y el de mayor llegada a Macri. Así, con conciencia o sin ella, apostaron todo a un solo caballo: la precandidatura electoral, el diálogo con los socios y la presidencia del partido recayeron en la misma persona.

Pero ahora que el mendocino pegó el portazo, esa troika estrechez se esfumó. Hijo de la política personalista, el presidente electo reafirmó en cada momento de la campaña su vínculo de confianza con el senador radical, pero no con el radicalismo en tanto partido político.

«No creo en un gobierno de coalición –reiteró hace pocos días Mauricio Macri–. Quiero un gobierno que convoque a los mejores y vamos a apuntar a que los mejores cuadros del radicalismo sean parte del gobierno».

Los ministros radicales

“La UCR no tiene interlocutor con Macri”, se quejó Julio Cobos la semana pasada. Y por supuesto que no: ni Cobos, ni Ricardo Alfonsín, ni Gerardo Morales –ni ningún otro que no sea el propio Ernesto Sanz– han podido en todo este tiempo ganarse la confianza del presidente electo.

Y así entonces, sin posibilidades de entablar diálogo institucional interpartidario, la UCR está pagando el costo de sus propias decisiones: habiendo apostado a un armado electoral de fuerte contenido personalista, ahora reconoce que las chances de influir en el próximo gobierno y de marcar agenda dependen exclusivamente del vínculo de confianza que une a su líder renunciante con el presidente electo.

Mientras tanto, Macri avanzó en cumplir con lo prometido: indiferente a las pretensiones y propuestas políticas de la UCR, convocó a su futuro gobierno a cuatro radicales afines y de su más estricta confianza. Dicho de otro modo: el nuevo presidente no reparó en la necesidad de dialogar orgánicamente con su socio, sino que metió la mano dentro del radicalismo y tomó de allí lo que necesitaba.

De hecho, y a diferencia de Ernesto Sanz, ninguno de los cuatro forma parte de la conducción partidaria a nivel nacional. Muy por el contrario, con perfiles y trayectorias recientes semejantes, José Cano, Oscar Aguad, Julio Martínez y Ricardo Buryaile se caracterizaron por su cercanía a Macri bastante antes de que la UCR decidiera formalmente su alianza con el PRO.

Actual diputado nacional, José Cano obtuvo su primera foto con Mauricio Macri en 2013, dos años antes de la creación del Frente Cambiemos y también bastante antes de que decidiera disputar la gobernación de Tucumán, perdida finalmente en agosto pasado.

A diferencia de la mayoría, el tucumano abogaba por un acuerdo amplio en 2015 que incluyera además a Sergio Massa, lo que no le impidió sin embargo ganarse la simpatía de Macri y su apoyo en las elecciones provinciales.

El cordobés Aguad, por su parte, también es diputado nacional y atravesó de igual forma la amarga experiencia de perder recientemente, en julio, la disputa por la gobernación. Apoyado también por Mauricio Macri, la devoción del radical hacia el nuevo presidente es antiquísima, siendo de los primeros en promover un acuerdo con el PRO. “No es tiempo de ideologías”, había advertido ya en 2011, cuando su partido veía a Macri como un límite a la hora de trazar acuerdos.

Otro diputado nacional devenido en ministro es Julio Martínez, un radical riojano que también fue derrotado en julio en su incursión como candidato a gobernador. En aquella experiencia contó por supuesto con el respaldo de Mauricio Macri, quien había expresado su apoyo al radical ya en agosto del año pasado.

Paradójicamente, ni siquiera las autoridades de la UCR sabían que su dirigente riojano se convertiría en ministro. “El propio Macri fue quien le realizó el ofrecimiento a Martínez”, declaró sorprendida Inés Brizuela y Doria, mano derecha del radical.

Sin embargo, más antiguo es el vínculo del presidente electo con Ricardo Buryaile. Ya en julio de 2013, Macri viajó a Formosa para promover la candidatura del radical a diputado nacional: “Hay mucha gente que está haciendo política en el peronismo o el radicalismo que quiere algo diferente y todos tendrán las puertas abiertas del frente que estamos armando nosotros para dentro de dos años”, declaró en aquella ocasión.

En definitiva, en un gobierno de coalición bastante particular, el rol actual del radicalismo parece asemejarse más a la participación solitaria y aislada de Julio Cobos como vicepresidente en 2007 que al armado de la Alianza en 1999. Tal vez, es posible, ello se revierta cuando la UCR logre encontrar entre los suyos a quien se gane la confianza del nuevo presidente y oficie de interlocutor. Por ahora no parece ser una tarea sencilla.

@fdalponte

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