16 noviembre, 2015
Ponernos a salvo: una lectura de «Aparecida», de Marta Dillon
Aparecida (2015, Ed. Sudamericana) es la reciente autobiografía de Marta Dillon, una ventana abierta a sus recorridos político-afectivos. Es un monumental convite a la generosidad de su autora, espléndida ante todas las cosas, coqueteando permanentemente con la vida, tal como hacía su mamá. Es una crónica precisa, honesta.

Aparecida (2015, Ed. Sudamericana) es la reciente autobiografía de Marta Dillon, una ventana abierta a sus recorridos político-afectivos. Es un monumental convite a la generosidad de su autora, espléndida ante todas las cosas, coqueteando permanentemente con la vida, tal como hacía su mamá. Es una crónica precisa, honesta.
Si hay ficción, está lograda de manera impecable: a Dillon se le cree todo. Tiene la capacidad de reconstruir sin ahorrar -en angustia ni en fiestas- mucho de lo que le implicó en el año 2010 la llamada telefónica del Equipo Argentino de Antropología Forense para notificarla de que los restos de Marta Angélica Taboada, su mamá, habían sido identificados junto a otros.
Marta Taboada, militante del FR17 había sido secuestrada en la casa donde vivía con sus hijos y dos compañeros una madrugada de octubre de 1976. Estuvo detenida-desaparecida varios meses y fue asesinada en un simulacro de enfrentamiento -ahora lo sabemos- en el año 1977, en Ciudadela.
Los restos de Marta Taboada fueron identificados en el año 2010 mientras su hija mayor, Marta Dillon, estaba en Europa en un viaje con su compañera y Furio, el hijo de ambas. No sólo esta aparición hizo que ese año resultara inolvidable. El 2010 quedó grabado en la trayectoria de Dillon y de miles de argentinos y argentinas por otro punto de inflexión: la aprobación de la Ley de Matrimonio igualitario, que habilitaría a Dillon a casarse con Albertina Carri en ese mismo año.
Aparecida nos convoca a seguir de cerca la catarata de sensaciones que esa llamada provocó en Dillon, a quien no la alivió el hecho de encontrarse con los huesos de su madre desaparecida por la última dictadura militar.
–Los huesos no me trajeron alivio. (…) Me trajeron un montón de preguntas, un dolor de muerte reciente, la sensación de haber sido tocada por una varita mágica, elegida para oficiar una ceremonia de adiós a quien no estaba y nunca se había ido (…) Alivio, no.
A partir de esa certeza que se traduce en intranquilidad, este libro nos sumerge en los vericuetos de las políticas emociones que sacuden la vida de Dillon. Aparecida es una novela de amor, de muchos amores: narra acerca del amar siendo hija, siendo amiga, siendo madre, siendo hermana, amante. Retrata con crudeza, sin autobombos ni falsa humildad, lo que cuesta amar y cuidar en un mundo en el que rige la injusticia y premia la miseria.
Dillon no oculta ni uno solo de sus sentires. El enojo con su madre que eligió vivir peligrosamente en lugar de quedarse con ella. ¿Qué forma egoísta y a la vez inmensa es esa de transitar la maternidad, socialmente pensada como la manera máxima del abandono de lo propio por amor a lo concebido? “Tendría que haberme enseñado a separarme. Tendría que haberme empujado un poco fuera de su lado (…) tendría que haberme preparado para sobrevivir en el páramo donde flotaba el polvo de las alegrías y las luchas del pueblo latinoamericano”, reclama.
Ese reclamo evidente con su mamá militante aparece matizado, porque hasta los diez años que Dillon tenía cuando secuestraron a su madre, Marta Taboada siempre la hizo parte en las decisiones: otra traición a la maternidad hegemónica en este mundo donde deciden los adultos.
No sólo la invitaba a tomar decisiones. Marta-madre incluyó a Marta-hija en su lectura de la injusticia humana, regalándole el desgarrador relato de Vasconcelos, Mi planta de naranja-lima. Quienes han accedido a este libro en la infancia saben que al leerlo, ya no es posible permanecer insensible ante las miserias del mundo. No es casual que hasta hoy Dillon encuentre en las palabras la mejor forma de conjurar su dolor.
Por eso no es puro enojo lo de Dillon. También es orgullo por saberse hija de una mujer decidida, de piernas hermosas e ideas claras, segura de postergar su felicidad individual por amor a un nosotros, pero también convencida de que había que disfrutar cada momento como si fuera el definitivo. Es admiración a esa mujer “audaz y generosa, llevando al teatro a los militantes clandestinos que jamás habían ido a uno porque no se podía esperar al triunfo de la revolución para disfrutar de lo que merecía ser disfrutado”. Es identificación con la militante coqueta que le enseñó todo acerca de cremas y autocuidados a Susi, la chica que trabajaba en su casa y que tantas veces cuidó a su vez de Martita-niña.
El sentir es también reconocimiento agradecido, feminista, ante la gestas de Marta Taboada por inventarse mil formas de llevar comida a la casa cuando el papá de los chicos se fue con otra. (“¿Mi abuela creía que no me acordaba de cuánto la había lastimado mi papá? ¿Qué me había olvidado de cuántos trabajos había tenido que inventar cuando se encontró sola de pronto con cuatro chicos a cuestas?»).
Entre muchos momentos maravillosos, Aparecida convida un sueño de Marta Dillon con su hija que relata una violación y la imposibilidad de protegerla. La pesadilla concluye con Dillon formulando una pregunta que es interesante hacerle a ella misma: “¿Por qué hijita, por qué no te pusiste a salvo?”.
Seguramente, Marta Taboada hubiera querido que sus cuatro hijos se salven. No atarlos a su decisión de entregar la vida por un proyecto de vida digna para el pueblo latinoamericano. Pero Marta Dillon, al igual que su madre, tampoco eligió salvarse. Por eso hoy por hoy es una de las referentes del movimiento de mujeres, feminista y diverso, uno de los movimientos con más capacidad de lucha, instalación de agenda, conquista de derechos y voluntad unitaria en la Argentina.
Aparecida tematiza entre otras cosas, una relación madre-hija repleta de afecto, de cuidado, de nostalgia y de contradicciones. Madre, hija, pasado y presente: los linajes no tienen que ver aquí exclusivamente con la sangre, sino sobre todo con las apuestas.
Aparecida ve la luz en 2015, año en que ese movimiento feminista y de mujeres inscribe un hito inolvidable en la historia de las luchas latinoamericanas al grito de #NiUnaMenos, reclamando ante el flagelo estructural de la violencia de género. No casualmente, Marta Dillon fue una de las grandes autoras (otra vez) del movimiento que convocó a esa gesta masiva. Aparecida es una forma de hacer #NiUnaMenos con los legados de las luchadoras que nos preceden. En una coyuntura tan compleja como la actual, conspirar con las antepasadas tiene todo el sentido. Si hoy perdemos las batallas actuales, también perdemos las antiguas.
Por eso hoy, cascoteada y preciosa, la Dillon nos puede regalar esta trama llena de colores, entretejida con otras amigas, compañeras y amantes, bailada al son de la alegría de la lucha, tal como se bailó el velorio tardío de Taboada, la despedida.
Las palabras, la literatura y este relato son indudables herramientas para dibujar esas imágenes relampagueantes que se precisan para que acuda el coraje. Es recomendable hacer un lugar a este libro en nuestro ajuar de guerras actuales contra devotos del pasado y oscuros misóginos cultores de la amnesia.
Aparecida es una forma de justicia, un guiño cómplice que traza puentes entre generaciones, que nos habla a las mujeres de estos pueblos latinoamericanos. Nos habla a quienes asumimos el desafío, en este instante de peligro, de seguir hilando de manera de perdurar en la memoria colectiva, habiendo decidido no salvarnos solas, sino protegernos en comunidad.
Noelia Figueroa – @Noelia_Figueroa
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