12 noviembre, 2015
Romario, la astucia al servicio del gol
Romario da Souza Faria, nació en la miseria. En una favela de las tantas que hay en Rio, creció sabiendo que la velocidad mental aumenta las posibilidades de un hombre que no alcanza el metro setenta. Ostenta un récord que nadie ha podido batir, es el único jugador en la historia en consagrarse goleador 14 veces en torneos de primera división.

Está sentado en el suelo frente al televisor de la casa de una vecina. Margarita tiene “el cable” y hasta allí se arrimó para ver el clásico Barcelona – Real Madrid. En el comedor, a Gonzalo, que cada tanto recibe un amargo, lo acompañan Rubén, hermano de la dueña de casa y cebador, y José, su abuelo, que grita con vehemencia por cualquier cosa. Ninguno cuenta con su astucia. Es verano en Liniers. Invierno en Cataluña.
Ocho días han corrido de enero de 1994 y 24 son los minutos que se llevan jugados en el Camp Nou. Guardiola, como lo había hecho el día de su debut frente a la Real Sociedad, le da un pase vertical que recibe de espaldas a Alkorta. Margarita está apoyada en la mesada. José prepara el grito impostergable. Gonzalo le devuelve el mate vacío a Rubén. Ninguno cuenta con su astucia.
Romario, con la 10 en la espalda, ya sabe todo: el ridículo inmortal al que someterá a Alkorta, y sin mirar al arquero en ningún momento, cómo lanzar el zarpazo de derecha que abrirá la cuenta en una jornada memorable. Atrás del arco, lo abrazan asombrados José María Bakero y Fernando Nadal. Hristo Stoichkov lo mira sonriente y Guardiola corre como loco hasta sacudirle la cabeza con fuerza.
Romario da Souza Faria, nació en la miseria. En una favela de las tantas que hay en Rio, creció sabiendo que la velocidad mental aumenta las posibilidades de un hombre que no alcanza el metro setenta. Por eso, Alkorta de frente y siguiendo la jugada, creyó tener todo bajo control sin sospechar desde un principio de lo que Romario era capaz.
En un mismo movimiento Margarita saltó de la mesada; Rubén soltó el mango; José comenzó un grito ensordecedor y Gonzalo quedó tirado en el piso. En un mismo movimiento, en el mismo momento todo, Romario hizo desaparecer la pelota de la vista del defensor, de las cámaras, de los espectadores que aún hoy no saben lo que pasó en ese segundo eterno.
Una vez dentro del área, con Alkorta perdido como un barco en alta mar bajo la tempestad, la hizo aparecer para que Paco Buyo intentará impedir lo imposible de impedir. Romario le puso toda la parte externa de su pie derecho al balón y lo mandó al fondo del arco. Jamás lo había mirado, o quizás sí, un segundo antes de recibir el balón.
El Barcelona de Cruyff aplastaría al Madrid por 5 a 0 en una jornada imborrable para la memoria catalana. El hombre surgido en el Vasco Da Gama y proveniente del PSV Eindhoven de Holanda sería el responsable de marcar el tercero y el cuarto. Ya sin Stoichkov en cancha, aunque riendo en el banco de suplentes y con Guardiola festejando cada uno de los goles como si fuese el primero.
El segundo lo marcaría, de tiro libre, Ronald Koeman y el último una joya colectiva que culmina Iván Iglesias y que explica una forma de entender el juego. Juego en el que Romario se encargó de relegar a fuerza de ilusiones y goles a la joya dinamarquesa, Michel Laudrup. En la primera temporada convirtió 30 goles en 33 partidos y fue el “pichichi” de la Liga.
En la segunda, su relación con el entrenador holandés fue perdiendo espesor a fuerza de viajes fugaces pero repetidos a Brasil en la previa del mundial y algunos desplantes por hacer lo que quería sin pensar en las consecuencias lo alejaron del equipo y del club. De las redes, nadie lo pudo alejar jamás.
Afirma tener más de mil goles. No quiere ni quiso asemejarse en nada a Pelé. Siempre lo criticó, más aun en los tiempos previos a la cita mundialista del año pasado en tierras vecinas. Los goles los gritaron las gargantas afónicas de los torcedores del Vasco Da Gama, Flamengo, Fluminense y el modesto equipo en el que se retiró y del que era hincha su padre, el América Do Rio.
Ostenta un récord que nadie ha podido batir, es el único jugador en la historia en consagrarse goleador 14 veces en torneos de primera división: diez veces en Brasil, tres en Holanda y una es España. Jamás ganó una Champions pero si ganó un mundial: “Su” mundial.
En Estados Unidos convirtió cinco de los 11 tantos que hizo la selección y junto a Bebeto conformaron una delantera impresionante. Bebeto, esa temporada había brillado en el Deportivo La Coruña y lo había impulsado a la conquista de la Liga. Llegaron ambos con posibilidades a la última fecha.
Barcelona ganó y debía esperar que La Coruña no lo haga. A falta de un minuto y con el marcador en cero, penal para el equipo gallego. Todos lo miran a Bebeto ante la ausencia de Donato, compatriota y ejecutor de los tiros desde los doce pasos. Pero con el recuerdo latente del último penal errado se lo cedió a Djukic que le entregaría el penal a los brazos de José Luis González Vázquez y con el toda la ilusión gallega.
Margarita esta vez no se había apoyado en la mesada a lo largo de todo el partido. José comía caramelos “Media hora” y por consiguiente gritaba menos, Rubén cebaba con la solidaridad de los que saben y Gonzalo, perplejo de tanta magia, seguía sentado frente al televisor. Ya no era verano en Liniers ni invierno en Cataluña.
Federico Coguzza – @Ellanzallama
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.